En las últimas décadas se han
intensificado considerablemente los estudios de lo femenino en sus diferentes
vertientes. En el campo teológico, esta nueva orientación ha llevado a abordar
el problema de lo femenino en Dios.
A
este respecto, el Papa Juan Pablo I, el 10 de Septiembre de 1978, en un breve
comentario dominical a la hora del Angelus, dijo: “DIOS ES PADRE, más aún es MADRE.
No quiere nuestro mal, sólo quiere hacernos bien a todos, Y los hijos si están
enfermos, tienen más motivos para que la madre los ame”. (Osservatore
Romano: 12-IX-1978).
No
cabe duda de que en la Sagrada Escritora encontramos bastantes pasajes para
justificar la frase del Papa, que fue sorprendente para muchos, y puede haber
influido en la cantidad de publicaciones que han aparecido estudiando el tema.
CITAS
BÍBLICAS.- Indiquemos aquellas
imágenes, trazos femeninos o dimensiones maternales de Dios que hemos hallado
consignadas en la Sagrada Escritura; en el Antiguo Testamento y en el Nuevo.
Dios es:
El que concibe y da a luz a
su pueblo (Núm. 11, 12).
El
que se muestra como una parturienta jadeante (Is 42, 14).
El
que enseñó a andar a Efraín y lo llevó en sus brazos (Os 11, 3).
El
que guarda a Israel como la niña de sus ojos (Dt 32, 10).
El
que tiene una ternura y una misericordia eternas (Sal 25, 6).
Como
una madre que no puede olvidarse del hijo de sus entrañas (Is 49, 15).
Una madre que consuela (Is
66, 13).
El que levanta a su criatura
hasta sus rostro (Os 11, 4).
A
quien el corazón le da un vuelco y todas sus entrañas se estremecen (Os 11, 8).
El
que afirma que cuando reprende a su hijo Efraín se le conmueven las entrañas
(Jer 31, 20).
También
en el Nuevo testamento percibimos el cuidado maternal de Dios. Jesús quiso
recoger a todo Israel bajo la protección de Dios y emplea para ello la imagen
de la gallina extendiendo sus alas, para simbolizar la protección divina (Lc
13, 34).
También
en el Apocalipsis afirma el Señor que en el Reino de los Cielos enjugará las
lágrimas de todos los rostros (Ap 7, 17; 21, 4; VER Is 25,8).
Según
las feministas, la imagen de Dios Padre transmitida por la tradición
judeocristiana sería una imagen unilateralmente masculina y patriarcal. Los
hombres han proyectado en Dios sus categorías humanas. En una sociedad donde ha
primado la figura del padre como garantía del orden y del poder, y en la que la
mujer ha estado discriminada, era normal que se acentuaran los rasgos
masculinos proyectados en Dios: su poder y fuerza, su señorío y majestad. La
imagen de Dios no ha sido sino el reflejo de una situación social determinada,
la legitimación en el plano religioso de unos principios y unas estructuras
patriarcales, es decir, de un sistema de relaciones sociales en el que la
relación varón-mujer lo es de dominación y sometimiento.
Se
han ofrecido distintas propuestas para superar esta opinión tradicional. La más
radical es la que propone que en adelante no se hable de Dios sino de DIOSA (M.
Daly). Hay que despedir a Dios Padre de la tradición judeocristiana como algo
irrecuperable e incapaz de ofrecer a la mujer posibilidad alguna de
reencontrarse a si misma. Hay que eliminar el vocablo “Dios” del lenguaje
religioso y substituirlo por el símbolo “DIOSA” como única alternativa valida.
Existen
otras muchas opiniones, pero sólo voy a citar el título de algunos trabajos en
los que se perciben los matices que sobre esta cuestión tienen sus autores.
“El
rostro materno de Dios” (Leonardo Boff), “El Padre maternal” (Moltmann), “El
aspecto femenino de Dios” (R. M. Reuthier), “Dios Padre y Madre” (B. Fuego
Suárez), “El concepto de Dios como Madre” (J. Moffit), “Dios-Padre y
Dios-Madre” (K. E. Borresen), “Dios como Madre” (D. Spada), etc..
Como
conclusión podemos afirmar que se puede hablar de sexos referidos a Dios.
Nosotros distinguimos entre paternidad y maternidad porque en la humanidad se
da la diferencia de sexos, que juega un papel esencial en la generación. Pero
en el misterio eterno en que el Padre engendra al Hijo, la Persona del Padre es
la única que realiza esa generación. Según nuestra forma de expresarnos, ocupa
a la vez el lugar del Padre y de la Madre. Por lo tanto, su paternidad encierra
no solo las propiedades de la paternidad sino también las de la maternidad.
Dios es Padre en un sentido superior a lo masculino y a lo femenino. Cuando lo
invocamos con el nombre de Padre, lo hacemos independientemente de toda
consideración de sexo. El Padre es fuente y modelo de toda paternidad y de toda
maternidad.
Por Francisco Pellicer Valero
Foto: Mª del Carmen Feliu Aguilella
Foto: Mª del Carmen Feliu Aguilella
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