EL CONCILIO VATICANO II
(Resumen
de la charla sobre este tema, dada en la parroquia de S. Miguel y S. Sebastián
el día 28 de abril de 2013, por el socio de esta Agrupación Bíblica D. José Ma
Catret Suay).
El día 11 de octubre del pasado año 2012
se cumplían 50 años desde la apertura pública de este concilio, uno de los más
trascendentes de la historia de la Iglesia Católica, así como también lo fue en
su día el de Trento. Sin embargo, los trabajos preparatorios empezaron varios
años antes. En 1958 fallece el papa Pío XII y se elige al cardenal Ángel José
Roncalli que toma el nombre de Juan XXIII y al que, por su avanzada edad, se le
califica en los medios de comunicación como "un papa de transición".
Sin embargo este anciano sorprende a todos, y especialmente a la curia
vaticana, con la convocatoria de un concilio ecuménico, a los pocos meses de su
nombramiento, en enero de 1959. Los motivos de este acontecimiento, según
expuso en una conferencia el cardenal Frings, quien se apoyó en las ideas de un
joven teólogo, Joseph Ratzinger, eran estos:
1o. La
"globalización" o acercamiento en las comunicaciones entre todos el
mundo, que obligaba a la Iglesia a usar un lenguaje capaz de ser entendido por
el mundo moderno, pregonando a la vez la paz y haciendo inteligible y
participativa la liturgia.
2o.El poder de la técnica que
desembocaba en un carácter profano, casi pagano, de la sociedad.
3o. La fe en la ciencia, pero teniendo en cuenta que no
todo lo factible es lícito.
4o. Las nuevas ideologías:
marxismo, liberalismo, relativismo, que obligaban a que la Iglesia pregonase
donde están los verdaderos valores, universales y eternos.
Además de estos motivos, Juan XXIII
quería que el concilio permitiese superar la desunión entre cristianos y
buscase paz y diálogo entre nuestra religión y las no cristianas. Además,
pregonar la importancia de la tolerancia religiosa, es decir, la que llamamos
libertad religiosa.
Este concilio tuvo dos interpretaciones:
una que opinaba se trataba de una ruptura dentro de la Iglesia Católica y otra,
la auténtica según ha sostenido el papa Benedicto XVI, que afirmaba se trataba
de una reforma espiritual, de una continuidad en el dogma, intocable, y las
costumbres humanas que pueden y deben ser corregidas o puestas al día. Era el
"aggiornamento", como lo calificó Juan XXIII, palabra de la que se
abusó mucho.
La preparación del concilio duró tres años, pues se trataba de las
constituciones o normas del "país" más extenso del mundo, como es
nuestra Iglesia. Se recabó la opinión, no de unos pocos obispos (35 en el
anterior concilio) sino que fueron consultados miles de obispos, superiores de
órdenes y asociaciones religiosas y de universidades católicas de todo el
mundo. Más de 2.000 respuestas que se recibieron fueron clasificadas e impresas
en 15 volúmenes. Luego fueron analizadas por doce comisiones con miembros de
todo el orbe, refundidas por una comisión central que presentó los esquemas o
proyectos de decretos conciliares. Todo ello se realizó, así como numerosas
entrevistas también con otras confesiones no católicas, en dicho periodo de 3
años, inaugurándose el concilio el 11 de octubre de 1962, solemnemente, con
cerca de 3.000 participantes con derecho a voto, más representantes de Estados
y organismos internacionales y ante más de mil periodistas.
Las sesiones públicas
se tuvieron durante 4 años, celebrándose en el último trimestre de cada año
1962, 63, 64 y 65, rigiéndose por un reglamento muy democrático. Finalmente se
clausuró el concilio el 8 de diciembre de 1965, fiesta de la Inmaculada
Concepción de María.
Fue un concillo sin anatemas, e incluso
hubo el abrazo entre el Papa y el representante de la iglesia ortodoxa,
arzobispo Melitón, enviado de Atenágoras de Constantinopla, levantándose la
mutua excomunión que desde mil años enfrentaba a esta iglesia con la de Roma.
El contenido del concilio, los numerosos decretos o constituciones dogmáticas
de tanto interés para nuestra Iglesia, y que debemos conocer todos, los iremos
resumiendo en próximas publicaciones de esta Agrupación Bíblica.