Inclina mi corazón a tus
preceptos
"El tema de este salmo es la ley
de Dios. La ley no tiene aquí el sentido peyorativo que se le ha atribuido
frecuentemente, una interpretación fría que se ha de cumplir, quieras o no.
Aquí la ley nos demuestra la voluntad de Dios, el camino que Dios emplea para
manifestar al hombre su deseo y su amor. Semejante a la palabra de Dios; luz
del corazón, fuente de felicidad, fortaleza para el camino, amigo y consuelo en
las adversidades.
Después del destierro de Babilonia,
perdida el arca de la alianza, el corazón de los israelitas se apoyaba en la
ley de Dios. Reflexionaban en la palabra de Dios, que alimentaba su corazón e
iluminaba su camino. Así surgió este salmo. El salmista tiene presente la ley
día y noche, rumiándola amorosamente en su corazón. Así encuentra su felicidad,
su luz, su gozo, y en la desgracia, el consuelo. El salmista nos demuestra en
este salmo su experiencia: cómo se puede transformar en oración la palabra de
Dios.
Repite una y otra vez, sin
cansarse, palabras y expresiones iguales o semejantes. Pero no es ingenuidad,
sino una forma adecuada de celebrar su intenso amor a la ley. Quiere ensalzar
la soberanía de la ley, repitiendo la misma expresión, la misma palabra. Tiene
un artificio literario especial: el autor sigue el alfabeto hebreo, dedicando a
cada letra ocho versos que comienzan con dicha letra.”
Oración con los Salmos. Agustín
Apaolaza, OSB
Salmo 118, 145-152
XIX
(Coph)
Te
invoco de todo corazón:
respóndeme, Señor, y guardaré tus
leyes;
a ti grito: sálvame,
y cumpliré tus decretos;
me adelanto a la aurora pidiendo
auxilio,
esperando tus palabras.
Mis
ojos se adelantan a las vigilias,
meditando tu promesa;
escucha mi voz por tu
misericordia,
con tus mandamientos dame vida;
ya se acercan mis inicuos
perseguidores,
están lejos de tu voluntad.
Tú,
Señor, estás cerca,
y todos tus mandatos son estables;
hace tiempo comprendí que tus
preceptos
los fundaste para siempre.
El Salmo 118:
El Salmo 118:
“Largo
canto o meditación o antología en honor de la ley del Señor. El artificio
literario ha condicionado muchas cosas: el autor sigue el alfabeto (alefato
hebreo), dedicando a cada letra ocho versos que comienzan por dicha letra, esto
significa la plenitud: de la alef a la tau, del principio al fin, el autor
recita y ama los mandamientos. Cada una de las veintidós letras tiene 7 + 1
versos, lo cual significa la perfección consumada. Cada estrofa o letra suele enumerar
ocho sinónimos de ley: preceptos, decretos, mandamientos, palabras, consignas,
leyes, voluntad.
Obligado
por la “aliteración”, el autor no ha podido desarrollar un tema, ni lo ha
pretendido; se conforma con agrupar sentencias de diversa especie.
Estas
sentencias están inspiradas, muchas veces, en textos más antiguos; otras veces
las tiene que inventar el autor para llenar la medida¸ su estilo varía según
muchos géneros literarios.
La ley
es la voluntad de Dios que se revela para ordenar la vida religiosa del hombre,
su convivencia con Dios y con el prójimo: por eso es amable, perfecta e
inagotable la ley. El salmista está continuamente hablando a Dios en segunda persona la ley no
es un orden objetivo impersonal, sino una realidad muy personal. La ley es
parte de la alianza y parte de la revelación divina; es voluntad de Dios hecha
palabra para enseñar y guiar al hombre.
Para
rezar este salmo lo mejor es tomarlo por letras autónomas, como hacen en
algunas iglesias orientales. De esta manera conserva cierta frescura e interés,
y se evita la monotonía. En caso de que se reciten seguidas varias letras,
tendremos una serie de respiraciones isócronas, en las que debe dominar el tema
unitario, sin fijarse demasiado en detalles.”
“Los cristianos no estamos en
régimen de ley, sino en régimen de gracia; no vivimos por el cumplimiento de
unos mandatos, sino por la fe en Cristo.
Ahora bien, el salmo nos da un
par de puntos de apoyo para realizar la transposición cristiana. Ante todo, el
tono intensamente personal: es decir, la ley como presencia de Dios, como
convivencia con Dios; Cristo, que es la Palabra, es la verdad y el camino,
porque nos revela la voluntad de Dios. Por Cristo personalizamos la ley. En
segundo lugar, el salmo expresa una piedad personal honda, sin formalismo ni
legalismo (quince veces suena la palabra corazón); por eso puede alimentar una
piedad entrañable. Finalmente, las muchas súplicas, sobre todo en la letra He,
dicen que ese amor del hombre a la ley y el cumplimiento de la voluntad divina
es también don de Dios, obra de Dios, gracia.”
Salmos y Cánticos del Breviario. Traducción
de Luis Alonso Schökel y Juan Mateos.
Fotografía cortesía de Manolo Guallart
Fotografía cortesía de Manolo Guallart
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