ASOCIACION BIBLICA SAN PABLO

ASOCIACION BIBLICA SAN PABLO

lunes, 7 de diciembre de 2015

LA DEVOCION A LA VIRGEN

LA DEVOCION A LA VIRGEN

 

La devoción y consiguiente culto a María se inicia, según muchos autores, antes de que existiese ella, en el Antiguo Testamento, en el pasaje del Génesis conocido, por ello, como “protoevangelio”, cuando se relata cómo Dios, tras el pecado de Adán y Eva, dice a la serpiente que pondrá enemistad entre ella y la mujer, quien le quebrará la cabeza. (Gn 3, 15)

El primer acto de culto a María, en persona, se da en el momento de la Anunciación, cuando el ángel Gabriel le dice:

“Dios te salve, llena de gracia, el Señor está contigo” y, añade, “bendita eres entre las mujeres”, y que daría a luz al Hijo del Altísimo.

Poco después, su prima Isabel, la saluda con alegría y gran respeto, llamándola “bendita entre todas las mujeres y bendito el fruto de su vientre”, pues ella –como dice Isabel- es “la Madre de mi Señor”.

Las primeras generaciones de cristianos comenzaron a honrar a la Virgen con una devoción y culto privado, no oficial, pues al principio el culto de la Iglesia se dirigía al Señor y a los mártires, dado que eran tiempos de persecuciones. Pero se ven en las catacumbas pequeñas imágenes de la Virgen y la conocida invocación “Ave María”, por lo que se ve que se acogían a su protección para la salvación eterna de los muertos.

Se le empezó a llamar, como se hace en nuestra tierra valenciana, Madre de Dios,  a lo cual se oponían las herejías de Arrio y de Nestorio, según las cuales María era solo madre de un hombre llamado Jesús. Gran importancia tuvo el Concilio de Éfeso (año 431) y el siguiente de Constantinopla, en los que se define que María, al ser Madre de Jesucristo, que es una sola persona, con dos naturalezas: humana y divina, es, por tanto, Madre de Dios en sentido propio y no figurado.

A partir de entonces el culto público, llamado de “hiperdulía” para distinguirlo del debido a los santos y ángeles, que es de dulía, y siempre diferente del debido a Dios, de adoración o “Latría”, se fue incrementando y extendiendo, desde Oriente a todo el Occidente. Se dedican templos en el periodo bizantino (S. V al VII) a la Virgen en Efeso, Nazaret, Jerusalén, Belén, Constantinopla, y en España, en Zaragoza, Mérida, Toledo, así como en otras  ciudades y conventos.

La primera fiesta en honor de la Virgen parece ser que fue la de la Asunción, aunque había otra en tiempo de Adviento.

En la Edad Media (S. X al XV) la devoción a María lo invade todo: la liturgia, las artes, la literatura, etc. y se crean más fiestas en su honor: la Natividad de María, la Inmaculada Concepción (unos siete siglos antes de la proclamación de este dogma), se componen himnos, poesías, sermones y oraciones, como el Avemaría, al Ángelus o el Regina Coeli; se difunde la práctica del Rosario (gran defensor, Sto. Domingo de Guzmán), las Letanías y otras prácticas piadosas, como las romerías. Surgen santuarios marianos (Pilar, Covadonga,. Monstserrat).

En el siglo XVI llega el Protestantismo que ataca el culto, la devoción, las imágenes y los templos dedicados a María, muchos de ellos devastados y destruidas las imágenes. Pero la reacción no se hace esperar, y en la Contrarreforma destacan, entre otros, los jesuitas, con Pedro Canisio y Francisco Suárez, como destacados; también, San Francisco de Sales y Santiago Bossuet. Aparecen nuevas fiestas: la del Rosario, la de la Merced, el Dulce Nombre de María, etc.

El siglo XIX hay que destacarlo por ser eminentemente mariano pues en él aparecen nuevas fiestas (el Inmaculado Corazón, Mª Auxiliadora, Mª Mediadora), y muchas congregaciones religiosas: Maristas, Marianistas, Siervas de María, Oblatos. En 1854 se proclama el dogma de la Inmaculada Concepción. Innumerables libros, estampas, pinturas, sobre María aparecen por todas partes y ya en el siglo XX, en 1950, se proclama el dogma de la Asunción de María: último dogma sobre la primera fiesta de la Virgen de la Historia.


El Concilio Vaticano II dio un gran apoyo a la devoción de María, cuyo culto era solapado o atacado por algunos miembros de nuestra Iglesia, y declara que el culto de María, acerca al de Jesucristo. Pablo VI, con sus cartas “Mense maio”, “Christi Matri”, “Marialis cultus”, entre otras, y Juan Pablo II sobre todo, con su famosa “Redemptoris Mater” pregonan el culto a María, peregrina en la Fe, Madre de Cristo, y por tanto, intercesora y mediadora ante Él, destacando el papel decisivo en la obra de la Redención que tuvo María.


Por José Mª Catret

No hay comentarios:

Publicar un comentario