DOMINGO III del T. O.
<Convertíos para ser libres>.
<Convertíos de corazón a Jesucristo. Él es la base de nuestra libertad.
Hay que predicarla en un mundo desunido por falta de amor,
y trabajar por transformar las estructuras sociales.>
Homilía desde la parroquia Santiago Apóstol de Ermua, Vizcaya.
Alex Alonso Gilsanz, párroco.
Domingo III del Tiempo Ordinario
26 de enero de 2014
"JESUS... LO CAMBIA TODO"
Juan Pablo II ya lo gritaba a los cuatro vientos, "si oyes la llamada de Cristo, ¡no la calles!"
Es el comienzo de la predicación de Jesús, los primeros discípulos comienzan a caminar detrás del cayado de Jesús, escuchando sus primeras palabras y asombrándose con su profunda mirada.
Pienso que la más pura espiritualidad vivida entre Jesús y nosotros mismos, es el momento de la llamada de Jesús, ese momento en el que sacude tu corazón y te invita a seguirle...
Jesús camina solo, por la orilla del mar de Galilea, y así como quien no quiere la cosa, se hace el encontradizo, eso sí, seguro que pasaría la noche anterior rezando, orando con su Padre, pidiéndole que le muestre a quienes debe elegir, nada es casualidad en esta vida.
La mirada de Jesús destaca entre las personas que estaban en la ribera del río, y se dirige a dos hermanos, Andrés y Pedro, pero no es un simple pasar la vista, no, claro que no, es una mirada enamorada y que a su vez enamora, que elige y llama, e invita a una misión ¿quién es capaz de mirarnos así?
De ordinario, casi siempre que se habla de la vocación o de la llamada de Dios, se considera que es un asunto de jóvenes que todavía apenas han estrenado la vida. Y, ciertamente, para un creyente es muy importante la escucha de Dios en esa decisión o dirección inicial que uno da a su existencia, al elegir un determinado proyecto de vida.
Pero Dios no se queda mudo al pasar los años, y su llamada, discreta pero persistente, nos puede interpelar cuando hemos caminado ya un buen trecho de vida. Esta "segunda llamada" puede ser, en ocasiones, tan importante o más que la primera. Es normal, en plena juventud seguir la propia vocación con temor pero también con ilusión y generosidad. La pareja que se casa, el sacerdote que sube al altar, la religiosa que se compromete ante Dios, el misionero que va a otras tierras, saben que inician una aventura, pero lo hacen con entusiasmo y fe.
Luego, los roces y quehaceres de la vida y nuestra propia mediocridad nos van desgastando. Aquel ideal que veíamos con tanta claridad parece oscurecerse. Se puede apoderar de nosotros el cansancio y la insensibilidad.
Tal vez seguimos caminando, pero la vida se hace cada vez más dura y pesada. Ya sólo nos agarramos a nuestro pequeño bienestar. Seguimos "tirando", pero, en el fondo sabemos que algo ha muerto en nosotros. La vocación primera, "el amor primero" parece apagarse. Es precisamente en ese momento cuando hemos de escuchar esa segunda llamada que puede devolver el sentido y el gozo a nuestra vida. Dios comienza siempre de nuevo. Es posible reaccionar.
La escucha de la "segunda llamada" es ahora más humilde y realista. Conocemos nuestras posibilidades y nuestras limitaciones. No nos podemos engañar. Tenemos que aceptarnos tal como somos.
Es una llamada que nos obliga a desasirnos de nosotros mismos para confiar más en Dios. Lo decía el domingo pasado el Papa Francisco: "La confianza en el Señor es la clave de la vida". Conocemos ya el desaliento, el miedo, la tentación de la huida. No podemos contar sólo con nuestras fuerzas. Puede ser el momento de iniciar una vida más enraizada en Dios.
Esta "segunda llamada" nos invita, por otra parte, a no echar a perder por más tiempo nuestra vida, a darle con realismo un sello de alianza con Jesucristo. Es el momento de acertar en lo esencial y responder a lo que pueda dar verdadero sentido a nuestro vivir diario.
La "segunda llamada" exige conversión y renovación. Dice L. Boros que "sólo el pecador es viejo, pues conoce el hastío de la vida, y el hastío es una señal de vejez".
Dios sigue en silencio nuestro caminar, pero nos está llamando. Su voz la podemos escuchar en cualquier fase de nuestra vida, como aquellos discípulos de Galilea que, siendo ya adultos, siguieron la llamada de Jesús.
Si el domingo anterior Jesús había sido presentado como el Cordero de Dios y el Hijo de Dios, ahora se nos presenta como luz. Es una imagen que encontramos en la primera lectura, en el salmo y en el Evangelio. La luz que es Jesús irá expandiéndose poco a poco, alcanzando a todos. Abierta al mundo pagano, Cafarnaún es un signo prometedor de la llegada del Evangelio al mundo gentil. Las fronteras empiezan a diluirse. Todas las periferias, habitadas por tinieblas, empiezan a ser alcanzadas por la luz que es Jesús.
Os invito a dar gracias por nuestra vocación y a orar con el precioso salmo de hoy, el 26.
-- El Señor es mi luz y mi salvación; ¿a quién temeré?. El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?--
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