ASOCIACION BIBLICA SAN PABLO

ASOCIACION BIBLICA SAN PABLO

sábado, 25 de enero de 2014

III DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

DOMINGO III del T. O.

<Convertíos para ser libres>.

<Convertíos de corazón a Jesucristo. Él es la base de nuestra libertad.
Hay que predicarla en un mundo desunido por falta de amor,
y trabajar por transformar las estructuras sociales.>

Homilía desde la parroquia Santiago Apóstol de Ermua, Vizcaya.
Alex Alonso Gilsanz, párroco.

Domingo III del Tiempo Ordinario
26 de enero de 2014



"JESUS... LO CAMBIA TODO"

Juan Pablo II ya lo gritaba a los cuatro vientos, "si oyes la llamada de Cristo, ¡no la calles!"
Es el comienzo de la predicación de Jesús, los primeros discípulos comienzan a caminar detrás del cayado de Jesús, escuchando sus primeras palabras y asombrándose con su profunda mirada.
Pienso que la más pura espiritualidad vivida entre Jesús y nosotros mismos, es el momento de la llamada de Jesús, ese momento en el que sacude tu corazón y te invita a seguirle...
Jesús camina solo, por la orilla del mar de Galilea, y así como quien no quiere la cosa, se hace el encontradizo, eso sí, seguro que pasaría la noche anterior rezando, orando con su Padre, pidiéndole que le muestre a quienes debe elegir, nada es casualidad en esta vida.
La mirada de Jesús destaca entre las personas que estaban en la ribera del río, y se dirige a dos hermanos, Andrés y Pedro, pero no es un simple pasar la vista, no, claro que no, es una mirada enamorada y que a su vez enamora, que elige y llama, e invita a una misión ¿quién es capaz de mirarnos así?
De ordinario, casi siempre que se habla de la vocación o de la llamada de Dios, se considera que es un asunto de jóvenes que todavía apenas han estrenado la vida. Y, ciertamente, para un creyente es muy importante la escucha de Dios en esa decisión o dirección inicial que uno da a su existencia, al elegir un determinado proyecto de vida.
Pero Dios no se queda mudo al pasar los años, y su llamada, discreta pero persistente, nos puede interpelar cuando hemos caminado ya un buen trecho de vida. Esta "segunda llamada" puede ser, en ocasiones, tan importante o más que la primera. Es normal, en plena juventud seguir la propia vocación con temor pero también con ilusión y generosidad. La pareja que se casa, el sacerdote que sube al altar, la religiosa que se compromete ante Dios, el misionero que va a otras tierras, saben que inician una aventura, pero lo hacen con entusiasmo y fe.
Luego, los roces y quehaceres de la vida y nuestra propia mediocridad nos van desgastando. Aquel ideal que veíamos con tanta claridad parece oscurecerse. Se puede apoderar de nosotros el cansancio y la insensibilidad.
Tal vez seguimos caminando, pero la vida se hace cada vez más dura y pesada. Ya sólo nos agarramos a nuestro pequeño bienestar. Seguimos "tirando", pero, en el fondo sabemos que algo ha muerto en nosotros. La vocación primera, "el amor primero" parece apagarse. Es precisamente en ese momento cuando hemos de escuchar esa segunda llamada que puede devolver el sentido y el gozo a nuestra vida. Dios comienza siempre de nuevo. Es posible reaccionar.
La escucha de la "segunda llamada" es ahora más humilde y realista. Conocemos nuestras posibilidades y nuestras limitaciones. No nos podemos engañar. Tenemos que aceptarnos tal como somos.
Es una llamada que nos obliga a desasirnos de nosotros mismos para confiar más en Dios. Lo decía el domingo pasado el Papa Francisco: "La confianza en el Señor es la clave de la vida". Conocemos ya el desaliento, el miedo, la tentación de la huida. No podemos contar sólo con nuestras fuerzas. Puede ser el momento de iniciar una vida más enraizada en Dios.
Esta "segunda llamada" nos invita, por otra parte, a no echar a perder por más tiempo nuestra vida, a darle con realismo un sello de alianza con Jesucristo. Es el momento de acertar en lo esencial y responder a lo que pueda dar verdadero sentido a nuestro vivir diario.
La "segunda llamada" exige conversión y renovación. Dice L. Boros que "sólo el pecador es viejo, pues conoce el hastío de la vida, y el hastío es una señal de vejez".
Dios sigue en silencio nuestro caminar, pero nos está llamando. Su voz la podemos escuchar en cualquier fase de nuestra vida, como aquellos discípulos de Galilea que, siendo ya adultos, siguieron la llamada de Jesús.
Si el domingo anterior Jesús había sido presentado como el Cordero de Dios y el Hijo de Dios, ahora se nos presenta como luz. Es una imagen que encontramos en la primera lectura, en el salmo y en el Evangelio. La luz que es Jesús irá expandiéndose poco a poco, alcanzando a todos. Abierta al mundo pagano, Cafarnaún es un signo prometedor de la llegada del Evangelio al mundo gentil. Las fronteras empiezan a diluirse. Todas las periferias, habitadas por tinieblas, empiezan a ser alcanzadas por la luz que es Jesús.
Os invito a dar gracias por nuestra vocación y a orar con el precioso salmo de hoy, el 26.
-- El Señor es mi luz y mi salvación; ¿a quién temeré?. El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?--

viernes, 24 de enero de 2014

CONVERSION DEL APOSTOL SAN PABLO




LA CONVERSIÓN DEL APÓSTOL SAN PABLO
Fiesta
PRIMERA LECTURA
De la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 1, 11-24
Reveló a su Hijo en mí, para que yo lo anunciara
Os notifico, hermanos, que el Evangelio anunciado por mí no es de origen humano; yo no lo he recibido ni aprendido de ningún hombre, sino por revelación de Jesucristo.
Habéis oído hablar de mi conducta pasada en el judaísmo: con qué saña perseguía a la Iglesia de Dios y la asolaba, y me señalaba en el judaísmo más que muchos de mi edad y de mi raza, como partidario fanático de las tradiciones de mis antepasados.
Pero, cuando aquel que me escogió desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia se dignó revelar a su Hijo en mí, para que yo lo anunciara a los gentiles, en seguida, sin consultar con hombres, sin subir a Jerusalén a ver a los apóstoles anteriores a mí, me fui a Arabia, y después volví a Damasco.
Más tarde, pasados tres años, subí a Jerusalén para conocer a Pedro, y me quedé quince días con él. Pero no vi a ningún otro apóstol, excepto a Santiago, el pariente del Señor. Dios es testigo de que no miento en lo que os escribo.
Fui después a Siria y a Cilicia. Las Iglesias cristianas de Judea no me conocían personalmente; sólo habían oído decir que el antiguo perseguidor predicaba ahora la fe que antes intentaba destruir, y alababan a Dios por causa mía.

SEGUNDA LECTURA
San Juan Crisóstomo, Homilía 2 sobre las alabanzas de san Pablo (PG 50, 477-480)
Pablo lo sufrió todo por amor a Cristo
Qué es el hombre, cuán grande su nobleza y cuánta su capacidad de virtud lo podemos colegir sobre todo de la persona de Pablo. Cada día se levantaba con una mayor elevación y fervor de espíritu y, frente a los peligros que lo acechaban, era cada vez mayor su empuje, como lo atestiguan sus propias palabras: Olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante; y, al presentir la inminencia de su muerte, invitaba a los demás a compartir su gozo, diciendo: Estad alegres y asociaos a mi alegría; y, al pensar en sus peligros y oprobios, se alegra también y dice, escribiendo a los corintios: Vivo contento en medio de mis debilidades, de los insultos y de las persecuciones; incluso llama a estas cosas armas de justicia, significando con ello que le sirven de gran provecho.
Y así, en medio de las asechanzas de sus enemigos, habla en tono triunfal de las victorias alcanzadas sobre los ataques de sus perseguidores y, habiendo sufrido en todas partes azotes, injurias y maldiciones, como quien vuelve victorioso de la batalla, colmado de trofeos, da gracias a Dios, diciendo: Doy gracias a Dios, que siempre nos asocia a la victoria de Cristo. Imbuido de estos sentimientos, se lanzaba a las contradicciones e injurias, que le acarreaba su predicación, con un ardor superior al que nosotros empleamos en la consecución de los honores, deseando la muerte más que nosotros deseamos la vida, la pobreza más que nosotros la riqueza, y el trabajo mucho más que otros apetecen el descanso que lo sigue. La única cosa que él temía era ofender a Dios; lo demás le tenía sin cuidado. Por esto mismo, lo único que deseaba era agradar siempre a Dios.
Y, lo que era para él lo más importante de todo, gozaba del amor de Cristo; con esto se consideraba el más dichoso de todos, sin esto le era indiferente asociarse a los poderosos y a los príncipes; prefería ser, con este amor, el último de todos, incluso del número de los condenados, que formar parte, sin él, de los más encumbrados y honorables.
Para él, el tormento más grande y extraordinario era el verse privado de este amor: para él, su privación significaba el infierno, el único sufrimiento, el suplicio infinito e intolerable.
Gozar del amor de Cristo representaba para él la vida, el mundo, la compañía de los ángeles, los bienes presentes y futuros, el reino, las promesas, el conjunto de todo bien; sin este amor, nada catalogaba como triste o alegre. Las cosas de este mundo no las consideraba, en sí mismas, ni duras ni suaves.
Las realidades presentes las despreciaba como hierba ya podrida. A los mismos gobernantes y al pueblo enfurecido contra él les daba el mismo valor que a un insignificante mosquito.
Consideraba como un juego de niños la muerte y la más variada clase de tormentos y suplicios, con tal de poder sufrir algo por Cristo.

EVANGELIO:
Mc 16, 15-18
HOMILÍA
San Gregorio de Nisa, Carta 6 (PG 46, 1030-1031)
Creamos de acuerdo con nuestro bautismo
y sintamos como creemos
Confesamos que la doctrina que Cristo enseñó a sus discípulos al confiarles el misterio del amor, es el funda= mento y la raíz de una fe firme y salutífera, y creemos no haber nada más sublime, más seguro ni más cierto que esta tradición.
La doctrina del Señor es ésta: Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Con el don de la santísima Trinidad, participan de su poder vivificante cuantos renacen de la muerte a la vida eterna, y el don de la fe les hace dignos de esta gracia. Por lo mismo, queda imperfecta la gracia si en el bautismo que confiere la salvación es omitido uno de los nombres de la santísima Trinidad, no importa cuál. De hecho, el sacramento de la regeneración no puede correctamente conferirse sólo en el nombre del Padre y del Hijo sin el Espíritu Santo; y si es silenciado el Hijo, el bautismo no podrá otorgarnos la vida perfecta mencionando sólo al Padre y al Espíritu Santo. La misma gracia de la resurrección no alcanza su perfección en el Padre y el Hijo, si se omite el Espíritu Santo. Por consiguiente, toda la esperanza y seguridad de la salvación de nuestras almas se cimenta en las tres Personas que nos son conocidas bajo estos nombres. Creemos en el Padre de nuestro Señor Jesucristo, fuente de la vida; creemos en el Hijo unigénito del Padre, autor de la vida según enseña el Apóstol; creemos en el Espíritu Santo de Dios, del cual dice el Señor: El Espíritu es quien da vida.
Ahora bien: como a nosotros, redimidos de la muerte, se nos da en el santo bautismo la gracia de la inmortalidad mediante la fe en el Padre y en el Hijo y en el Espíritu Santo, apoyados en esta convicción creamos que nada servil, creado o indigno de la majestad del Padre puede hallarse en la Trinidad. Una es la vida que hemos recibido por la fe en la santísima Trinidad: emana del Señor, Dios del universo como de su principio fontal, el Hijo la comunica y llega a su plenitud por obra del Espíritu Santo.

 En fuerza de esta seguridad y convicción fuimos bautizados según nos fue mandado: creamos de acuerdo con nuestro bautismo y sintamos como creemos, de suerte que no haya discrepancia alguna entre bautismo, fe y modo de sentir respecto del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

domingo, 19 de enero de 2014

II DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

DOMINGO II DEL TIEMPO ORDINARIO

<Llamados a ser testigos de Cristo Salvador>

<En comunión con la Iglesia,
abrazados a la Cruz de Cristo
y haciéndonos entender por el mundo de hoy,
hemos de proclamar, como el Bautista,
que Jesucristo es el Salvador>.


 
Homilía desde la parroquia Santiago Apóstol de Ermua, Vizcaya.
Alex Alonso Gilsanz, párroco.

Domingo II del Tiempo Ordinario
19 de enero de 2014



“Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”.
Hemos celebrado con gozo los misterios de la Navidad del Señor y de su Epifanía. Ahora empezamos a celebrar el tiempo que llamamos ordinario, porque no hay fiestas solemnes especiales. Aunque, en realidad, no hay ningún domingo ordinario; ninguna Eucaristía es ordinaria, cada fracción del pan es un acontecimiento extraordinario.
En la primera lectura se recogen nuevos destellos del Siervo de Dios: desde el principio formado y escogido, no sólo para restaurar al pueblo de Israel, sino para ser luz de todos los pueblos, para llevar la salvación hasta el confín de la tierra.
Además, comienza hoy la lectura de la primera carta a los corintios que va a extenderse a lo largo de siete domingos. La encabeza un saludo, una mención a los remitentes y otra a los destinatarios. Los remitentes son Pablo y Sóstenes. Pablo se presenta como el servidor de una misión a él confiada. Es un elegido y un enviado por Dios. El amor de la elección no se repliega sobre sí mismo, sino que se desdobla en una desbordante actividad evangelizadora. Escribe Pablo probablemente desde Efeso, en la pascua del año 54, tres años después de la evangelización de Corinto.
Este domingo recoge los ecos de la Epifanía. Juan no sólo bautizó a Jesús, sino que dio testimonio de él. No podía callar lo que había visto y oído. Juan  fue profeta que anunció la llegada del Mesías, fue el primero que reconoció al Ungido de Dios y fue el primero que lo presentó y manifestó. Por eso fue el primer gran testigo, como sería el primer mártir.
En el evangelio de hoy escuchamos de labios del Bautista una serie de afirmaciones sobre Jesús que nos muestran como éste es el elegido y enviado de Dios. Jesús es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo; es el Hijo de Dios. El mismo Espíritu Santo que permanece en Jesús, es el que El, a su vez, nos enviará, para seguir dando testimonio del Señor.
Cada hombre, cada mujer para conocer a Dios necesita del Espíritu de Dios, uno de cuyos dones es precisamente el de sabiduría e inteligencia, "El Espíritu todo lo sondea, hasta las profundidades de Dios. Nadie conoce lo íntimo de Dios sino el Espíritu de Dios" (1Co 2,10-11).
Si el Bautista necesitó del Espíritu Santo para reconocer al Mesías ¿cómo no lo vamos a necesitar nosotros?. Lo necesitamos para ahondar en el misterio de Cristo. Lo necesitamos para entrañar su Palabra y reconocer su acción en nosotros. Lo necesitamos para captar las distintas presencias de Cristo: sacramentos, comunidad, pobres...  Y lo necesitamos para dar testimonio de Jesús.
¡Cristo no deja indiferente! La fe tiene que ser contagiosa y expansiva. El que ha sido evangelizado enseguida se convertirá en evangelizador, aunque sólo sea con el testimonio de su vida. "Como dice la Escritura: Creí, por eso hablé, también nosotros creemos y por eso hablamos" (2Co 4,13). Actualmente se nos repite que la Iglesia lo que más necesita son testigos. Tu testimonio, unido al de los hermanos en la fe, será más valioso.

Para dar testimonio podríamos manifestar y decir:

- Que Jesucristo está vivo, que lo sientes en ti y en los hermanos-as unidos.
- Que desde Él, tu vida ha cambiado, saliendo de ti.
- Que encuentras en ti una fuente secreta de alegría.
- Que ya no temes nada, ni siquiera a la muerte.
- Que quieres compartir cuanto tienes y cuanto eres.
- Que nunca te sientes solo.
- Que estás seguro de que todo terminará bien.
- Que tu ley y tu religión y tu fe son las del AMOR.

Hay otro mensaje en el evangelio de hoy que no quisiera pasar por alto: el pecado no es solamente algo que puede ser perdonado, sino algo que debe ser quitado y arrancado de la humanidad.
Jesús es presentado como alguien que "quita el pecado del mundo". Alguien que no solo ofrece el perdón, sino también la posibilidad de ir quitando el pecado, la injusticia y el mal que se apodera de nosotros. Creer en Jesús no consiste solo en abrirnos al perdón redentor de Dios. Seguir a Jesús es comprometernos en su lucha y su esfuerzo por quitar el pecado que domina a los seres humanos con todas sus consecuencias.

“Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”
Repetimos esta aclamación en la eucaristía todos los días, ¿Qué supone para mí que Jesús sea el cordero que me libera del pecado? ¿Consigo convencerme de que su humanidad es la base segura para yo sentirme comprendido-a y querido-a por Él?
Jesús recibió el don del Espíritu que le poseyó plenamente, ¿Lo pido al Padre y me dejo poseer por el mismo Espíritu?, ¿Qué medios he de poner para conseguirlo?.


domingo, 12 de enero de 2014

BAUTISMO DEL SEÑOR

Navidad
El Bautismo del Señor

<<El hijo amado del Padre
es el Hijo-siervo>>
<La escena del Jordán, manifestación trinitaria,
nos muestra el amor íntimo de Dios
revelándose en el Hijo amado a los hombres>

 Homilía desde la parroquia Santiago Apóstol de Ermua, Vizcaya.
Alex Alonso Gilsanz, párroco.

Domingo Fiesta del Bautismo del Señor
12 de enero de 2014


Se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba sobre Él.


*Cuando llegues a la fuente del bautismo..., entonces también tú, por el ministerio de los sacerdotes, atravesarás el Jordán y entrarás en la tierra prometida, en la que te recibirá Jesús, el verdadero Moisés, y será tu guía en el nuevo camino*
ORIGENES, (Hom. Sobre el libro de Josué.)


El encuentro con Juan Bautista fue para Jesús una experiencia que dio un giro a su vida. Después del bautismo del Jordán, Jesús no vuelve ya a su trabajo de Nazaret; tampoco se suma al movimiento del Bautista. Su vida se centra ahora en un único objetivo: gritar a todos la Buena Noticia de un Dios que quiere salvar al ser humano.
Pero lo que transforma la trayectoria de Jesús no son las palabras que escucha de labios del Bautista ni el rito purificador del bautismo. Jesús vive algo más profundo. Se siente inundado por el Espíritu del Padre. Se reconoce a sí mismo como Hijo de Dios. Su vida consistirá en adelante en irradiar y contagiar ese amor insondable de un Dios Padre.
Esta experiencia de Jesús encierra también un significado para nosotros. La fe es un itinerario personal que cada uno hemos de recorrer. Es muy importante, sin duda, lo que hemos escuchado desde niños a nuestros padres y educadores. Es importante lo que oímos a sacerdotes y predicadores. Pero, al final, siempre hemos de hacernos una pregunta: ¿en quién creo yo?, ¿creo en Dios o creo en aquellos que me hablan acerca de él?
No hemos de olvidar que la fe es siempre una experiencia personal que no puede ser reemplazada por la obediencia ciega a lo que nos dicen otros. Desde fuera nos pueden ayudar, orientar hacia la fe, pero soy yo mismo quien he de abrirme a Dios de manera confiada.
Por eso, la fe no consiste tampoco en aceptar, sin más, un determinado conjunto de fórmulas. Ser creyente no depende primordialmente del contenido doctrinal que se recoge en un catecismo. Todo eso es muy importante y necesario para configurar nuestra visión cristiana de la existencia. Pero, antes que eso y dando sentido a todo eso está ese dinamismo interior que, desde dentro, nos lleva a amar, confiar y esperar siempre en el Dios revelado en Jesucristo.
La fe no es tampoco un capital que recibimos en el bautismo y del que luego podemos disponer tranquilamente. No es algo adquirido en propiedad para siempre. ¡Qué necesario es valorar y actualizar nuestro bautismo!. Ser cristiano es vivir permanentemente a la escucha del Dios encarnado en Jesús, aprendiendo a vivir día a día de manera más plena y liberada.
Esta fe no está hecha solo de certezas. A lo largo de la vida, el cristiano vive muchas veces en la oscuridad. Como decía aquel gran teólogo que fue Romano Guardini, "fe es tener suficiente luz como para soportar  las oscuridades". La fe está hecha, sobre todo, de fidelidad. El verdadero cristiano sabe creer en la oscuridad lo que ha visto en momentos de luz. Siempre sigue buscando a ese Dios que está más allá de todas nuestras fórmulas claras u oscuras. El Padre de Lubac escribía que "las ideas que nosotros nos hacemos de Dios son como las olas del mar, sobre las cuales el nadador se apoya para superarlas". Lo decisivo es la fidelidad al Dios que se nos va manifestando en su Hijo Jesucristo.

Algunas cuestiones para pensar en esta fiesta del Bautismo del Señor:
1-Revisar nuestra condición de bautizados, cómo la vivimos, en qué la expresamos, cómo la comunicamos.
2-¿Me siento escogido-a por Dios?
3-¿Soy consciente de la labor que tengo que desarrollar para mis hermanos-as, para los que me rodean, para quienes carecen de lo que yo tengo?

O R A C I O N

Señor Jesús, tú quisiste entrar en las aguas del Jordán para ser bautizado por Juan el Bautista,
dándonos así un ejemplo de justicia y humildad.
Purifica, Señor, a los que también hemos recibido el bautismo,
y así como tú escuchaste la voz de tu Padre, y el Espíritu se posó sobre ti,
haz que nos alegremos de nuestra condición de hijos y que tu Espíritu nos
llene de sus dones a todos los que creemos en ti y celebramos tu gloriosa
manifestación. Amén.



lunes, 6 de enero de 2014

EPIFANIA DEL SEÑOR

NAVIDAD
Epifanía del Señor
<Amanece el Señor,
y los pueblos caminan a su luz.>

Los notables del Templo sabían dónde nacería Jesús.
Pero no buscaron el sitio.
Los Reyes no sabían el sitio, pero lo buscaron.
Los caminos de Dios no se abren a los entendidos de este mundo,
sino a los que se dejan iluminar por su estrella.
Homilía desde la parroquia Santiago Apóstol
 en Ermua, Vizcaya
Alex Alonso Gilsanz, párroco



La Epifanía del Señor  6-1-2014


(Recomiendo meditar de Papa Francisco, Lumen fidei, el número 35: Los magos, patronos de cuantos buscan a Dios)   ("clik" Cap. 5)    ("Lumen Fidei")

"De noche iremos, de noche,
de noche iremos, sin luna,
que para encontrar la fuente
sólo la sed nos alumbra". (L. Rosales)

La composición de la narración de Mateo es una síntesis densa de una tradición que viene de lejos. El relato se fija en dos lugares: Jerusalén, el lugar del rey poderoso y del judaísmo oficial; y Belén, el lugar del rey humilde y de los pequeños. En Jerusalén, los acontecimientos se viven con preocupación, con sospecha, con rechazo. Queda así prefigurada la reacción oficial contra Jesús que se narra en los capítulos 26 y 27 de Mateo . Los magos, los extranjeros, se alegran y acogen las noticias que reciben. Cuando el rey de los judíos nace, el centro del poder se inquieta; los magos se alegran. Y cuando el rey de los judíos entre en Jerusalén, el poder se inquietará, y los niños se alegrarán.
En Jerusalén están los que saben interpretar las Escrituras, los que saben dónde nacerá el Mesías, los que saben orientar... Pero los que saben orientar a los que preguntan, ni les buscan ni les interesa. Orientan, pero no van. ¡Que vayan otros! Con su saber ya tienen suficiente. Saber las Escrituras no es suficiente para creer en el Mesías. Hay saberes que no nos ponen en camino. Hay ignorancias que nos encaminan hacia la verdad, etapa a etapa, día a día, preguntando y caminando. Quien está interesado por Dios, busca a Dios.
Este relato en el día de Reyes creo que tiene una enorme actualidad. Se pueden quedar sin Dios los que se confían demasiado en que lo poseen y lo conocen...  Buscar a Dios es todo un don. Cada buscador de Dios tiene su don. El hecho mismo de buscarle ya es un don.
El camino de búsqueda de Dios tiene sus noches. Todo aquel que haya caminado sabrá lo que es el frío de la noche, la sensación de estar perdido o de caminar de un lugar a otro sin saber si se va en la buena dirección. Se impone preguntar. Nadie va a Dios ni llega donde Dios está sin que alguien le dé pistas sobre Dios. Dios no es conquista personal. La meta que lleva a Dios necesita los detalles, la información de los que conocen a Dios, aunque éstos no vivan del todo de Dios. ¡Qué profundo misterio!
Y en medio de la noche, no falta la alegría: "Al ver (de nuevo) la estrella (la luz) se llenaron de inmensa alegría".
Esto no pasó un día; esto es lo que nos puede estar pasando. Los cercanos se enzarzan en discusiones menos importantes, mientras los de lejos caminan hacia Dios. Dios se hace paso entre los que buscan la verdad. Dios es imparable. Viene por donde no pensamos y se manifiesta en los que creíamos que no tenían nada que ver con él.
 ¡Cuántas discusiones por detalles mientras nos perdemos lo esencial!
Lo esencial es que hemos visto su estrella, nos hemos puesto en camino y sólo deseamos una cosa: adorarlo.
Por eso en su aparente ingenuidad, este evangelio nos plantea preguntas decisivas: ¿ante quién nos arrodillamos nosotros?, ¿Cómo se llama el "dios" que adoramos en el fondo de nuestro ser?. Nos decimos cristianos, pero ¿vivimos adorando al Niño de Belén?, ¿ponemos a sus pies nuestras riquezas y nuestro bienestar?, ¿estamos dispuestos a escuchar su llamada a entrar en el reino de Dios y su justicia?.
En nuestras vidas siempre hay alguna estrella que nos puede guiar hacia Belén.
La historia de los Magos es un relato catequético encantador. Si la estrella nos habla del amor de Dios que quiere iluminar y salvar a todos los hombres, los Magos son el prototipo de quienes se dejan interpelar por la estrella y no dudan en seguirla con todas las exigencias que supone y todas las consecuencias que se derivan. Dicho de otro modo, son ejemplos del hombre-mujer de fe.
Y junto a la fe, su alegría y su generosidad. Agradecen esta experiencia de fe con regalos. No caminan para conquistar, sino para adorar y regalar.
Te pido Señor, recogiendo el espíritu de este día tan precioso, que hagas de mí un pobre, que se convierta en estrella.

domingo, 5 de enero de 2014

DOMINGO II DE NAVIDAD

Navidad
II Domingo después de Navidad
 

<Eché raíces en un pueblo glorioso>

El misterio de la Palabra hecha carne quiere decir
que la última palabra sobre el mundo y su salvación
la tiene Dios por medio de Jesucristo. 
Homilía desde la parroquia Santiago Apóstol en Ermua, Vizcaya.
Alex Alonso Gilsanz, párroco.

SEGUNDO DOMINGO DESPUÉS DE NAVIDAD (5 de enero de 2014)


Quien acoge a Dios se hace "divino"

De nuevo tenemos como evangelio de este domingo el prólogo de san Juan. Lo hacemos en el momento en que no hay nada especial que celebrar. Lo especial que nos propone la liturgia es que ahondemos en el significado de la Navidad.
El evangelista Juan, al hablarnos de la encarnación del Hijo de Dios, no nos dice nada de todo ese mundo tan familiar de los pastores, el pesebre, los ángeles y el Niño Dios con María y José. San Juan nos invita a adentrarnos en ese misterio desde otra hondura.
La forma de sernos Dios manifiesto y asequible en su Palabra. Acoger a Jesús es acoger la Palabra, la revelación de Dios. Porque la Palabra estaba desde el principio junto a Dios, conoce a la perfección a Dios y nos revela el corazón de Dios.
En Dios estaba la Palabra, la Fuerza de comunicarse que tiene Dios. En esa Palabra había vida y había luz. Esa Palabra puso en marcha la creación entera. Nosotros mismos somos fruto de esa Palabra misteriosa. Esa Palabra ahora se ha hecho carne y ha habitado entre nosotros.
A nosotros nos sigue pareciendo todo esto demasiado hermoso para ser cierto: un Dios hecho carne, identificado con nuestra debilidad, respirando nuestro aliento y sufriendo nuestros problemas. Por eso seguimos buscando a Dios arriba, en los cielos, cuando está abajo, en la tierra.
Una de las grandes contradicciones de los cristianos es confesar con entusiasmo la encarnación de Dios y olvidar luego que Cristo está en medio de nosotros. Dios ha bajado a lo profundo de nuestra existencia, y la vida nos sigue pareciendo vacía. Dios ha venido a habitar en el corazón humano, y sentimos un vacío interior insoportable. Dios ha venido a reinar entre nosotros, y parece estar totalmente ausente en nuestras relaciones. Dios ha asumido nuestra carne, y seguimos sin saber vivir dignamente lo carnal.
Contemplando a Jesucristo no podemos sino bendecir al Padre que tanto nos ha bendecido y darle gracias sin cesar por tantas gracias como en Cristo recibimos. Así lo hace San Pablo en la segunda lectura, que se siente desbordado por el misterio de Jesús; y pide que todos podamos llegar a conocerle con los ojos del corazón.
También entre nosotros se cumplen las palabras de Juan: "Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron". Dios busca acogida en nosotros, y nuestra ceguera cierra las puertas a Dios. Y, sin embargo, es posible abrir los ojos y contemplar al Hijo de Dios "lleno de gracia y de verdad". El que cree siempre ve algo. Ve la vida envuelta en gracia y en verdad. Tiene en sus ojos una luz para descubrir, en el fondo de la existencia, el amor, la verdad y la gracia de ese Dios que lo llena todo.
¿Estamos todavía ciegos? ¿Nos vemos solamente a nosotros? ¿Nos refleja la vida solo las pequeñas preocupaciones que llevamos en nuestro corazón? Dejemos que nuestro corazón se sienta penetrado por esa vida de Dios que también hoy quiere habitar en nosotros.

--Quédate con Jesús y nada te faltará--  (Oración de Ch. de Foucauld)

Jesús es feliz: ¡nada nos falta!  Jesús nos ama: ¡nada nos falta!
El que posee a Jesús ¿no es bastante rico? ¿Puede ser desdichado
el que posee a Jesús y es amado por Jesús?
Cuanto más elimina Dios de lo natural más entrega de lo sobrenatural
Jesús está en nosotros ¡nada nos falta!
Jesús esta con nosotros ¡nada nos falta!
El que es amado por Jesús ¿no es bastante feliz?
¿Puede ser abandonado el que posee a Jesús y es
amado por Jesús?
Si el grano de trigo no muere permanece solo;
si muere da mucho fruto.

No olvidemos que celebrar la Navidad es invitación a vivir teniendo a Dios por amigo y por huésped de nuestra historia. Quien acoge a Dios se hace "divino" y su vivir es como de otra manera: reflejo de la vida de Dios.

(P.D. Esta noche limpiemos bien nuestros zapatos=renovar nuestra infancia e ilusión: que sí, que ya vienen los Reyes)