ASOCIACION BIBLICA SAN PABLO

ASOCIACION BIBLICA SAN PABLO

sábado, 30 de noviembre de 2013

ADVIENTO: DIOS ESTA AQUI

HOMILIA.  DOMINGO I DE ADVIENTO. 1 DICIEMBRE 2013


ADVIENTO: Dios está aquí.
< Una esperanza activa para los tiempos que corren. >

La misma palabra Adviento quiere decir que Alguien viene. A Dios no se le conquista, se le acoge. El Dios de Jesús es don gratuito, amor desbordante, que irrumpió en la historia superando todas las previsiones de María y de José, pero ambos acogieron al Dios que rompía sus cálculos. La Navidad no es una mera rememoración del pasado. Dios está viniendo siempre a nuestra vida, continuamente nos está llamando y nos está comunicando su vida y amor. Nuestra capacidad para captarle es muy limitada y, además, con frecuencia está obturada por el pecado. La primera actitud del creyente es la apertura al misterio de Dios, a los caminos de su voluntad en la historia, a sus llamadas desde la realidad, particularmente desde el prójimo necesitado.
Dios está siempre a nuestra puerta llamando, sin forzar nunca, pero deseando que oigamos su voz y le abramos para entrar y compartir la mesa con nosotros (Ap 3,20). Pero abrirnos de verdad a Dios nos da miedo, parece que nos perdemos y nos entra vértigo, quedamos apegados a nuestros caminos trillados y seguros. Para María y José discernir la voluntad de Dios y aceptarla supuso un cambio radical e inesperado en sus vidas.
La Iglesia grita a través del tiempo y en cada Adviento: "¡Ven, Señor Jesús!". Porque esperamos la venida definitiva del Señor, que será nuestra liberación plena. La primera lectura, del profeta Isaías, nos hace fijar la mirada en ese horizonte. Isaías es el gran profeta del Adviento. Un gran místico, es decir, un hombre capaz de vislumbrar dónde y cómo está Dios en la historia, y un extraordinario poeta que sabe expresar esa visión en imágenes bellísimas que conectan también con los anhelos más profundos de la humanidad.
En medio de un tiempo muy parecido al nuestro, en el que la violencia se desparrama por doquier y la seguridad se pone en la fuerza y el dominio sobre el otro, Isaías imagina y anuncia el "final de los días", la meta a la que está llamada y hacía la que se encamina la humanidad, como la reunión de todos los pueblos en torno a Dios en una convivencia pacífica y reconciliada. Los instrumentos de muerte (lanzas, espadas) se transformarán en herramientas de trabajo para la vida (arados, podaderas). "No alzará la espada pueblo contra pueblo. No se adiestrarán para la guerra".
El evangelio de Mateo también nos habla del final de los tiempos, pero con un lenguaje más complicado, apocalíptico, que en un primer momento nos puede sonar amenazante. Parece que nos dijera que tenemos que cuidarnos de estar a bien con Dios porque cuando menos lo esperemos, puede venir el Hijo del hombre y, si nos pilla sin haber arreglado nuestra vida, quién sabe lo que puede pasar.
Sin embargo, en ese envoltorio aparentemente opaco, nos llega el mensaje central de las lecturas de hoy. Es verdad que al final de los tiempos, "cuando venga el Hijo del hombre", se pondrá de manifiesto lo valioso o inútil que hemos construido nuestra vida ("a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán..."). Pero el evangelio nos está diciendo que aún estamos a tiempo de reorientar el rumbo. No ha llegado todavía el "final de los tiempos".  Aún estamos en "este tiempo" y, por lo tanto "estamos a tiempo". Nuestra historia humana, nuestra historia personal, no están cerradas. Todavía están en nuestras manos y podemos hacer que sean mejores de lo que son.
Cada año, en el primer domingo de Adviento, resuenan de un modo u otro las palabras de Jesús en este evangelio: ¡Estad en vela! ¡Vigilad! ¡Vivid atentos!. No seamos como la gente en tiempo de Noé, viviendo entretenidos en nuestras ocupaciones cotidianas sin darnos cuenta de que, con nuestro modo de vivir, estamos haciendo que las cosas sigan como están, con sus inercias, heridas, abusos... o podemos ayudar a que caminen hacia más vida para nosotros mismos y para todos.
El primer domingo de Adviento es como un despertador que sacude la inercia con la que vivimos, a veces, nuestras vidas o el derrotismo que nos hace pensar que no podemos cambiar nada. "Ya es hora de despertaros del sueño", nos dice la segunda lectura. Los cristianos hemos de vivir como si cada día que pasa, el Señor estuviera un poquito más cerca. "La noche está avanzada, el día se echa encima". Así es en verdad. Y esa convicción, lejos de llenarnos de temor o de hacer que nos desentendamos de la realidad, nos tiene que llevar a vivir una vida más esperanzada, más consciente y comprometida. Una vida de criaturas nuevas, "revestidas del Señor Jesús", despojadas de todo lo que nos cierra horizontes y nos curva sobre nosotros mismos (las actividades de las tinieblas) y pertrechadas de todo aquello que nos hace más capaces de abrir espacios de humanidad en nuestro entorno y en nuestro mundo (las armas de la luz).
¿Cómo voy a vivir este Adviento?, ¿Cuidaré más la oración y la vida sacramental?. ¿Estaré más cerca de quien me necesita?, ¿Seré promotor de esperanza?...
Se trata de esperar al Señor con atención, pero sin tensión. De Dios nunca podemos esperar malas noticias. Dios siempre es buena noticia. Dios siempre es salvación. Dios no anuncia desgracias, sino gracia. Y el Adviento debiera ser un tiempo para desprendernos de todo lo viejo que hay en nosotros, para desprendernos de una mente envejecida por nuestras viejas ideas, para desprendernos de un corazón apolillado por un corazón recién estrenado...
A eso nos invita esa llamada a la vigilancia.
Que el pan y el vino, que ponemos en el altar y que Dios nos los devuelve convertidos en su Cuerpo y en su Sangre, nos despierten y nos renueven.

FELIZ TIEMPO DE ESPERA!!

Alex Alonso Gilsanz
Párroco de Santiago Apóstol.  Ermua  -Vizcaya-

miércoles, 20 de noviembre de 2013

OBITUARIO

OBITUARIO

Con gran dolor os participamos:

            Ayer día 19 de Noviembre, Fiesta de Santa Isabel de Hungría, falleció nuestro queridísimo Presidente D. Francisco de Paula Pellicer Valero a la edad de 96 años, habiendo recibido los Santos Sacramentos y la Bendición Apostólica.

           Mañana a las 12 horas se celebrará la Misa exequial en la Parroquia de San Miguel y San Sebastián.

            La Asociación Bíblica San Pablo se une a su familia en la oración y en un sentido pésame.



           " He competido en la noble competición, he llegado a la meta en la carrera, he conservado la fe.
            Y desde ahora me aguarda la corona de la justicia que aquel Día m entregará el Señor, el justo Juez; y no solamente a mí, sino también a todos los que hayan esperado con amor su Manifestación." 2 Tim 4, 7-8


            V. Réquiem ætérnam dona ei, Dómine.

            R. Et lux perpétua lúceat ei.

            V. Requiescat (in pace.

            R. Amen.

domingo, 17 de noviembre de 2013

CREO EN LA VIDA ETERNA

HOMILIA.  DOMINGO XXXIII TIEMPO ORDINARIO. 17 NOVIEMBRE 2013


SER CRISTIANO ES RECONOCER LAS OPORTUNIDADES QUE CRISTO NOS DA EN EL MUNDO Y EN LA VIDA DE CADA DIA, DADO QUE ÉL ESTÁ PRESENTE EN TODO COMO SALVADOR. AL FINAL ÉL SERÁ TODO EN TODO. ES NUESTRA ESPERANZA. (A. Dimpflmaier)

Nos acercamos al fin del año eclesiástico. Los textos litúrgicos llaman nuestra atención sobre la caducidad de las cosas creadas y sobre la manera coherente de comportarse ante este hecho de experiencia.
El mes de noviembre suele ser un mes gris, marcado desde el principio por el recuerdo de los difuntos y el sentimiento de incomprensión ante la muerte, con cierta perplejidad paralela ante ciertos contrastes humanos, por ejemplo los logros de la ciencia en el espacio y la impotencia para evitar las catástrofes naturales que nos visitan a menudo (recordamos lo sucedido estos días en Filipinas).
Sin embargo, el Evangelio siempre infunde confianza. Los misterios y contrastes en la vida no lo son todo ni significan el fin por muy desoladores que sean. Hay que tener fe en la presencia de Dios a nuestro lado, y desde esta convicción interpretar con sentido de la providencia cuanto nos suceda, favorable o adverso.
El discursode Jesús en este texto de Lucas se dirige al pueblo en general bajo el tema de la vigilancia cristiana. Parece que Lucas escribe cuando ya no sepiensa en la inmediata venida del Señor... Estaban cansados de persecuciones, de sufrimientos, de la vida. En sus celebraciones litúrgicas suspiraban: ¡Ven, Señor! El evangelista cree necesario desengañarles asegurando que el fin del mundo no llega y que lo importante hasta que llegue es vivir ardientemente la esperanza y el testimonio cristiano. Vivir en cristiano es descubrir a Dios activo en los acontecimientos de la historia e interpretar su sentido. Este mensaje no tiene por qué angustiar a nadie y sí infunde fundados motivos de esperanza.
De los Santos Padres y de los mejores comentaristas del Evangelio he aprendido algo muy importante. Si al leer una página del Evangelio siento miedo o me asusto, es porque no lo he leído bien. Dios dice todo por amor, lo mismo cuando promete que cuando previene. Así hay que leer sus mensajes. Los padres no aman menos a sus hijos cuando los previenen de la importancia de un examen que cuando recompensan los buenos resultados; ni la madre ama más al bebé cuando le regala golosinas que cuando le pone una inyección para evitar un contagio. Siempre actúa motivada por amor. El Evangelio debe ser leído siempre en la clave en que se ha escrito, la clave del amor. Desde esta perspectiva se hacen en este texto descripciones de catástrofes reales, como la destrucción del Jerusalén, hambres, persecuciones... 
Se llama al mismo tiempo la atención sobre el destino de los cristianos llamados a dar testimonio de Cristo ante esos acontecimientos calamitosos, aprovechando la adversidad para crecer y madurar en la fe y en el amor. Dios está al volante de la marcha del mundo y todos estamos en sus manos. Este principio fundamenta el realismo cristiano.
Los males innegables no justifican sin más el pesimismo ni una interpretación negativa de la vida. Hay en el mundo mucho bien oculto aunque el mal tenga mejor prensa. Hay -gracias a Dios- mucha gente buena.  Las mismas catástrofes suscitan corrientes de solidaridad para el bien que eclipsan o neutralizan en buena parte los vulgares egoísmos. Pero los egoísmos existen y florecen al socaire del bienestar. En esta fe escribió el teólogo D. Bonhoeffer en la pared de su celda en la prisión: Con ayuda de las fuerzas maravillosas del bien, aceptamos confiados cuanto pueda acontecernos. Dios está con nosotros por la mañana, por la tarde... y todo nuevo día. Es la teología de la presencia de Dios, señor de la vida y de la muerte.
Con Jesús, caen por tierra un montón de edificaciones, de sistemas, de maneras de vida, de templos y de dioses. Con Jesús comienza una novedad. Con Jesús, muchos vivirán una convulsión en su existencia. Con Jesús ha llegado el germen de un reino de Dios que mina en su raíz toda otra manera de vivir. Por lo tanto, nada de extraño que lleguen las crisis, que lleguen los momentos difíciles en los que hay que elegir, decidir, optar, tomar postura... El discípulo de Jesús tendrá que afrontar su vida y en su entorno este "terremoto" que lo trastoca todo, porque la escala de valores del Reino es "otra cosa"; lo anterior se desmorona.
Comienza otra manera de ver las cosas cuando Dios es el Dios de nuestra vida. La fidelidad a Cristo diluye otras fidelidades.
Viviendo esperando en el Señor, viviendo con el Señor, será posible no perecer en la destrucción general.

¡¡Porque tenemos la seguridad de tu Amor, lo único que es seguro, la roca que no falla, el tesoro más valioso, eres tú, Señor Dios nuestro!!

Que así sea.


Alex Alonso Gilsanz
Párroco de Santiago Apóstol.  Ermua  -Vizcaya-


sábado, 9 de noviembre de 2013

CREO EN LA RESURRECCION DE LA CARNE


HOMILIA.  DOMINGO XXXII TIEMPO ORDINARIO. 10 NOVIEMBRE 2013

LA GRAN SEGURIDAD DEL CRISTIANO: LA RESURRECCION
La táctica de los saduceos es vieja: Niegas lo que no eres capaz de creer. Buscas motivos para poner en ridículo aquello que tú no puedes creer o aquello a lo que no te interesa asomarte para no cambiar tu estilo de vida, tus costumbres, tus creencias...
Recordemos que los saduceos no gozaban de popularidad entre las gentes de las aldeas. Era un sector compuesto por familias ricas pertenecientes a la élite de Jerusalén, de tendencia conservadora, tanto en su manera de vivir la religión como en su política de buscar un entendimiento con el poder de Roma. No sabemos mucho más. Lo que podemos decir es que "negaban la resurrección". La consideraban una novedad propia de gente ingenua.
Le presentan a Jesús un caso extraño, irreal, fruto de su fantasía. Como no pueden creer en la resurrección inventan complicadas dificultades. La respuesta de Jesús aclara que la vida del más allá no es como la de aquí. No se puede ridiculizar lo que pasa más allá pensando en lo que sabemos que pasa aquí.
De nuevo el misterio de la resurrección. La incógnita: ¿esperanza o desconsuelo?, ¿vida o muerte?, ¿Dios o nada?
Son muchos los cristianos que afirman creer en Jesús pero no en su resurrección, o por lo menos tener muchas dudas sobre ella. El Jesús histórico, el personaje, no puede separarse del Cristo de la fe: no son dos ideas distintas, son una misma y única realidad. En Jesús, el Mesías, el Cristo, no puedo elegir quedarme con el hombre despreciando el lado más irracional, ese que solo se ve con el corazón: su gloria y majestad, su divinidad y su filiación. 
Quizá algo muy profundo están tocando los saduceos: esas ganas secretas y hondas de "dejar huella de nuestra vida" en algo o en alguien; sentimos deseos de perpetuarnos, de no morir para siempre. Jesús anuncia que hay una manera de no morir, de prolongar la vida, que es mucho más interesante que la biológica, es la vida en Dios. Jesús no habla de "sobrevivir", sino de resurrección. Es otro grado de existencia. No da explicaciones. Sólo afirma que la vida con Dios no se rige por normas biológicas. La resurrección es participación en el misterio de Dios que es un Dios de vivos, no de muertos. Y porque es Dios de vivos, podemos hablar del "Dios de Abrahán, del Dios de Isaac, del Dios de Jacob". Es Dios el que da vida a Abrahán, a Isaac, a Jacob...  Porque viven en Dios, viven. La muerte no es lo último que le puede pasar a un creyente. Sin Dios, la muerte es silencio para siempre. Con Dios, la muerte es participación en la vida de Dios para siempre.
Mirando a los grandes creyentes de todos los tiempos advertimos que en el final de la vida tenían unas inmensas ganas de vida diferente, de vida al lado de Dios.

La resurrección es la vida de Dios, es el amor que espera y celebra, la compañía y la presencia...EL ENCUENTRO.
Nos molesta a los humanos no conocer más de lo que pasa después. Quisiéramos dominar –controlar- aquí el misterio que hay más allá, y eso no es posible.
Pero sí tenemos algunas pistas: Sentirnos hijos-hijas de Dios en esta vida, es desearle y aceptarle también como Padre después de morir. Quizá algunos tienen miedo a la muerte porque "no sienten que encontrarán a Dios como familiar, como familia" después del paso donde la historia se acaba.
Calcular el más allá con la lógica de aquí nos lleva a quedarnos sin nada después. Tenemos experiencia de que los que se van lo dejan todo, lo heredamos y lo repartimos. Esperamos que sí se llevan para siempre lo que tenían en el corazón. Eso no nos lo repartimos. Cada uno se lleva lo que atesora en su corazón. Al final no cuentan las manos, cuenta el corazón.
Algunas cuestiones para reflexionar: Cuando me toca vivir el duelo por una persona muy querida ¿Qué influencia tiene mi fe en la vida eterna?, ¿Es una fe teórica o es una fe integrada en mis entrañas y en mi día a día?, ¿Me comunico desde la fe con naturalidad con los bienaventurados del cielo?, ¿Ante mi segura muerte, tomo una actitud desde la fe en mi resurrección?
Con las palabras del salmo 16 decimos: "Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor"
Que así sea.

Alex Alonso Gilsanz
Párroco de Santiago Apóstol.  Ermua  -Vizcaya-

domingo, 3 de noviembre de 2013

"HE VENIDO A SALVAR LO QUE ESTABA PERDIDO"

HOMILIA.  DOMINGO XXXI TIEMPO ORDINARIO. 3 NOVIEMBRE 2013


"HE VENIDO A SALVAR LO QUE ESTABA PERDIDO"

Es verdaderamente sedante y llena el corazón de esperanza, el contenido de las tres lecturas litúrgicas que parecen una sinfonía de ánimo en tres tiempos para vivir alegres en un mundo donde tantas cosas parecen ser malas sin remedio.
Dios es amigo de la vida, Dios ama todo lo que ha creado aunque parezca pequeño, anuncia entusiasmado un sabio del Antiguo Testamento en la primera lectura de hoy. No debemos perder la cabeza ni dejarnos turbar por falsas alarmas. La preocupación de un cristiano consiste en ver cómo puede dar gloria de Dios en su vida, viviendo en la serenidad y esperanza de la fe, confirma Pablo en la Carta a los Tesalonicenses. Y Lucas pone el dato pintoresco de la llamada de Jesús a un pecador para comer con Él porque ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.
Existen personas que han transformado nuestra vida; experiencias que han desviado el rumbo de nuestra existencia. Jesús de Nazaret es especialista en reorientar la vida de todos los que se le acercan. Y es que en la distancia corta, cuando acudes a él sin protección alguna, ¡Jesús atrapa, fascina y enamora! La vida no vuelve a ser la misma.
Zaqueo es cobrador de impuestos. Es, diríamos, un trabajador de clase media, buena posición, satisfecho de sí mismo, acomodado, despreocupado de todo lo que le pasa a su prójimo. Normal, buena persona y cumplidor. Creo que todos conocemos a algún Zaqueo. Le llevamos, quizás, en nuestro interior.
Pero nuestro hombre no podía imaginar que todo ese tinglado se le iba a venir abajo el día en que Jesús se cruzó en su camino. Él, que presumía de tener una vida tan perfecta, acomodada y segura... ¡le tocaba ahora empezar de cero!.
¿Se arrepentiría Zaqueo alguna vez de haberse subido a aquellas ramas? Jesús, al ver a Zaqueo agazapado a la higuera, lo manda bajar. Lo invita a un encuentro personal, en su casa, cara a cara. Jesús quiere tantear a aquel hombrecillo en las distancias cortas. Zaqueo ha de sentir en carne propia el calor, la profundidad, la fuerza y el gran misterio de su persona. ¡Así es como se hacen las cosas! 
Durante el encuentro se produce un cambio. Zaqueo toma perfecta conciencia de su vida, de su egoísmo, de su individualismo, de su pecado, de cómo ha vivido al margen de todo y de todos. El que estaba perdido, ¡ha sido en la intimidad de una cena rescatado!.  Sí, es verdad. Yo al menos lo tengo claro: en las cosas de Dios las distancias cortas obran milagros...
Zaqueo trata de distinguir quién era Jesús. Lo tiene difícil: es pequeño de estatura; por otra parte, es publicano. Lo consigue porque lo busca. Se sube a un árbol. Y porque Zaqueo busca ver a Jesús, es visto por Jesús. Se cumple así lo que en las parábolas de lo perdido (la oveja, la moneda, el hijo) se decía: Dios busca, Dios actúa buscando lo perdido. Cuando Zaqueo se pone a tiro es visto por Jesús, y no sólo comienza a verle, sino que comienza a ver su historia y a ver a los demás: comienza la salvación en su corazón. Zaqueo ve a los que antes no veía. Empieza a respetar a los que antes extorsionaba. Reparte lo que antes almacenaba para sí.
Como en la historia de Zaqueo, el que quiere ver, sentir, tener experiencia de Dios, tiene que hacer algo, encontrar tiempo, buscar medios... aunque pueda hacer el ridículo y esperar a que Dios pase. No pasará sin darse cuenta de que alguien le espera, quiere verle y le necesita. El más insignificante detalle, conducido por Dios, puede cambiar radicalmente una vida.

Termino con esta oración:

COMO ZAQUEO, SEÑOR, YO TAMBIEN QUIERO CONOCERTE.
OIGO EL GRITERIO DE LA GENTE: ¡VIENE JESUS!
VACILA MI CORAZON:  ¿SE FIJARÁ EN MÌ?

COMO ZAQUEO, SEÑOR SOY BAJO, MUY BAJO, MAS NO DE ESTATURA,
SINO DE CORAZON. LLEVO AÑOS EJERCITANDO MI OMBLIGO, MI EGO.
Y MIENTRAS MI YO AUMENTA, MI CORAZON DISMINUYE.

SEÑOR, QUE VIENES A SALVAR LO QUE ESTABA PERDIDO,
SIENTO TU MISERICORDIA Y TU PERDON, Y ME COMPROMETO
A DEVOLVERTE CON MI AMOR ALGO DE LO MUCHISIMO QUE
TU ME REGALAS CADA DIA.

SEÑOR, QUIERO QUE TE ALOJES EN MI CASA,
QUIERO TENERLO TODO PREPARADO,
QUIERO ESCUCHAR DE TUS LABIOS Y DE TU CORAZON:
¡HOY, HIJO MIO, HIJA MIA,  TE HA LLEGADO LA SALVACION!


Alex Alonso Gilsanz
Párroco de Santiago Apóstol.  Ermua  -Vizcaya-

viernes, 1 de noviembre de 2013

CREO EN LA COMUNION DE LOS SANTOS

SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS


Creo en la Comunión de los Santos

Los santos son los que han sabido amar. la vida eterna es amor. el amor es inmortal. 
Toda la historia de la salvación converge sobre un punto concreto: la dicha y la felicidad de la humanidad. Dios se convierte en el protagonista eficaz de ese proyecto. Un hito decisivo de ese plan fue la encarnación del Hijo de Dios. Con él se abrieron de par en par todas las puertas para que el hombre recobrara la esperanza de mantener una intimidad con Dios hasta entonces inimaginable. Ser santos no será fundamentalmente el fruto del esfuerzo humano, sino la consecuencia del amor desbordante de Dios. La santidad es un regalo y no una conquista. Ser santos, por otra parte, implica la libertad del ser humano y su determinación a abrirse a esa acción amorosa de Dios. Es entonces -si nosotros queremos- cuando Dios comienza a ocupar los espacios y los tiempos de la persona y los va haciendo cada vez más santos.
No olvidemos que la vida cristiana consiste en caminar en la tierra con el corazón dirigido hacia lo alto, hacia la casa del Padre celestial. Así caminaron los santos y, en primer lugar, así lo hizo la Virgen, Madre del Señor. Esta es la auténtica esperanza cristiana, que nada tiene que ver con el fatalismo ni con la fuga de la historia. Al contrario, este día es un estímulo al compromiso concreto, contemplando a Cristo, Dios hecho hombre, que nos abre el camino hacia el cielo.
Es una pena que en nuestros pueblos y ciudades se ha ido introduciendo una fiesta casi folclórica y casi carnavalesca llamada "Halloween" de importación americana con una religiosidad que nada tiene que ver con la fe cristiana.
La Iglesia celebra a los santos. La acción de Dios, por su Espíritu, ha transformado la vida de muchos hombres y mujeres de todos los rincones de la tierra y de todos los tiempos. Los santos son aquellas personas, hombres y mujeres que estando a su lado han hecho brotar una manera de vivir que irradia bondad, paz, servicialidad.
Hombres y mujeres buenos y justos que han sido "reino de Dios" visible. Vivieron en verdad, en justicia, en libertad, en entrega. Éstos son los valores del reino. Éste es el programa de vida que muchos creyentes pusieron en práctica, sean hoy venerados en los altares o no. Han vivido al estilo de las bienaventuranzas que hemos escuchado en el evangelio.
La fiesta de todos los santos y santas no está en el calendario para volver la vista atrás y contemplar un pasado que no nos pertenece y del que no somos protagonistas. Si hoy recordamos a los santos que fueron es para recordarnos que la santidad es nuestra meta y que la santidad nos pertenece y es posible. Tenemos un rico patrimonio como comunidad: los santos. Los que vivieron la fidelidad y en la fidelidad hallaron la felicidad.
No sé si la santidad es la meta de muchos cristianos hoy. Lo que sí es cierto es que Dios nos quiere santos y que nos lanza a "ser santos como santo es el Padre celestial" (Mt 5,48).  Muchas veces los padres piensan y sueñan profesiones para sus hijos y dicen: "me gustaría que fuera...".  Dios sueña en hacernos santos, en que seamos santos. Dios nos quiere santos. Cada uno, cada una, es único ante Dios. La santidad -suelo darle vueltas a esto- consiste en llegar a ser eso que Dios ha pensado de mí. Dios no pide nada más, pero tampoco nada menos. ¿Y cómo me ha pensado Dios? Ante todo pobres de espíritu, capaces de presentarse ante Dios con corazón limpio para que Él deposite sus riquezas.
 La santidad no es nada del otro mundo. No es tanto algo que nos proponemos y que tenemos que conseguir. Es más bien algo que Dios nos propone y en lo que Él se empeña con nosotros. No es una empresa personal, es una relación que establecemos con Dios en la que dejamos que él nos guíe y sea protagonista. El protagonismo de nuestra santidad es dejar a Dios guiar nuestra vida, dejarle que sea de verdad Dios.
En el prefacio de la eucaristía de esta fiesta se nos dice: "Hoy nos concedes celebrar la gloria de todos los Santos, nuestros hermanos, asamblea de la Jerusalén celeste, que eternamente te alaba. Hacia ella, aunque peregrinos en país extraño, nos encaminamos alegres, guiados por la fe y animados por la gloria de los Santos, en ellos encontraremos ejemplo y ayuda para nuestra debilidad".
Digamos hoy con mucha fe: ¡¡SANTOS Y SANTAS, ROGAD POR NOSOTROS!!
Que así sea.


Alex Alonso Gilsanz
Párroco de Santiago Apóstol.  Ermua  -Vizcaya-