HOMILIA. DOMINGO XXIV TIEMPO ORDINARIO.
15 SEPTIEMBRE 2013
"Cómo es el corazón de Dios"
-La liturgia de la alegría del amor
de Dios en el perdón se abre con el pasaje del Exodo. Mientras Moisés dialoga
con Dios en la intimidad de la cumbre, el pueblo se aparta de él construyéndose
un ídolo de metal para darle culto en el llano. El pueblo es infiel a Dios y
Dios "se deja aplacar" porque siendo enemigo del pecado ama, sin embargo, al
pecador. Es ante todo el Dios misericordioso al que aquí se describe, lo mismo
que en las parábolas del evangelio de hoy.
Las tres quieren expresar el
incondicional amor de Dios Padre y la alegría desbordante del encuentro con el
hijo que regresa. Pienso que cada uno encontrará en su propia vida pasajes
paralelos con aplicaciones reconfortantes de la confianza en ese amor. Lo que
aquí se describe son las relaciones directas y personales de cada ser humano con
Dios su Padre y Creador, en espíritu de ilimitada confianza filial: cómo puedo
yo hablar con Dios, hasta qué punto puedo confiar en Él, qué virtud debe
caracterizar mi vida creyente.
La hija del escritor ruso Dostoiewski
cuenta una experiencia de infancia que marcó toda su vida. Cuando su padre
conoció que se acercaba su fin, la tomó cariñosamente de las manos mientras
pedía a su esposa que le leyera el capítulo quince del Evangelio de San Lucas.
El enfermo escuchaba la lectura de las tres parábolas con los ojos cerrados. Al
acabar la lectura dijo a sus hijos presentes: no olvidéis nunca lo que acabáis
de escuchar. Tened siempre ilimitada confianza en Dios y jamás dudéis de su
perdón. Yo os amo como a hijos pero mi amor no es nada comparado con el amor de
Dios para todos sus hijos. Y si alguna vez tenéis la desgracia de cometer algún
grave error en vuestra vida y os alejáis de El, no por eso perdáis la confianza.
Sois sus hijos y El se alegrará de vuestra conversión como lo asegura en estas
parábolas del perdón. Poco después murió el 9 de febrero de 1881.
-Alguien ha definido a Dios
existencialmente como un buscador: Dios busca y sale al encuentro del ser
humano. Los hombres son también buscadores de Dios. Unos, los místicos, le
buscan directamente; otros, los investigadores, le buscan indirectamente, quizá
inconscientemente, en la obra de la Creación. Hasta la Encarnación eran sobre
todo los hombres los que iban al encuentro de Dios. Desde la Creación es Dios el
que espera al hombre y busca al hombre. Buscar pertenece a la esencia del vivir:
la vida aquí es incompleta.
En las parábolas habla Lucas de una
oveja, una dracma y un hijo perdido. Siempre se trata de algo querido, de
especial valor, eso que cuando se extravía pone nervioso y llega a perturbar el
sueño. Perdido está algo que no se encuentra donde debía estar. También se
aplica la palabra perdido a una situación sin esperanza: un enfermo desahuciado,
un negocio en quiebra. Dios busca esas vidas sin esperanza. Todo ser humano es
de alguna manera efecto de una perdición y objeto de la búsqueda de Dios. ¿Quién
puede asegurar que vive siempre ante Dios y según Dios?
Vivimos porque somos buscados por
Dios.
"La historia de la humanidad es la
historia de una búsqueda: la terquedad del hombre empeñado en extraviarse,
frente a la terquedad de Dios empeñado en encontrar al hombre. Es la historia de
Dios dejando su grandeza, su infinitud, su justicia en el redil de la eternidad
y bajando con su misericordia a buscar al hombre descarriado", escribía José
Luis Martín Descalzo.
La imagen del buen pastor con la
oveja extraviada sobre los hombros es una imagen clásica en el arte religioso y
expresa muy bien la realidad de nuestras vidas en sus relaciones con Dios. Habla
directamente de vigilancia, preocupación, búsqueda y alegría del encuentro. Pero
en el centro de la parábola no está la oveja, como el título parece sugerir,
sino el pastor al que la oveja pertenece. El Buen Pastor es el centro de todo.
De la misma manera, la parábola del hijo pródigo debería llamarse mejor
"parábola del buen padre". En ellas se revela ante todo quién y cómo es Dios, y
qué significa cada ser humano para El. Todo ser humano es un valor, un hijo para
Dios, objeto de su amor y preocupaciones cuando se extravía. Dios ama a los
fieles que permanecen en casa o en el redil, pero ama también a los extraviados
que marchan a la deriva por sus propios caminos. Por eso son estas parábolas un
mensaje de alegría para todos.
Y es que hacer experiencia de Dios es
tomar conciencia de lo que uno es o ha sido y lo que está llamado a ser; de que
en Dios está la vida y la fuente de dicha que en vano se busca fuera de El en lo
creado.
Así es Dios: amor, consuelo y perdón.
Dios de misericordia entrañable, infinita e inagotable paciencia con los que le
ofenden, que no da por perdido a nadie y paga lo que haga falta por su rescate.
Padre cercano, siempre a nuestro lado: prójimo, compañero,
hermano.
ALEX ALONSO GILSANZ
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