HOMILIA. DOMINGO XXVI TIEMPO ORDINARIO. 29 SEPTIEMBRE 2013
Cuando el pueblo vive amenazado, ayer por la ocupación de otro pueblo más poderoso, y hoy por los capitales que recorren las autopistas del mercado financiero, y ponen a naciones enteras contra las cuerdas, ¿cómo no ha de resonar certera la Palabra de Dios en boca del profeta Amós contra los poderosos que disfrutan y se aprovechan como si con ellos no fuera la cosa?. Amós es el profeta de la justicia. No se puede pretender ser un buen israelita, un piadoso creyente en Dios, liberador en Egipto, acompañante en el desierto, guía en la conquista de la tierra, y luego caer en la trampa mortal de la opresión de los pobres. Por eso, lo cristianos de hoy, igualmente, no pueden pretender confesar a Cristo con los labios cuando oprimen y mancillan a los débiles con sus manos.
La parábola del evangelio va destinada a los fariseos y sólo la encontramos en Lucas. Es una parábola que dibuja dos mundos cerrados y antitéticos: el mundo de la riqueza, protagonizado por "un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y banqueteaba", y el mundo de la pobreza, curiosamente con nombre propio, Lázaro, que significa "Dios ayuda". Tal vez para entender este texto tenemos que recordar el sermón del monte: "Dichosos los que lloráis, porque reiréis" (6,21) y la respuesta que da Jesús a la pregunta por la salvación: "Esforzaos por entrar por la puerta estrecha" (13,24).
La primera parte de la parábola describe la escena en la vida terrestre. Es una descripción antagónica: no hay trasvase de un mundo al otro, el rico con su opulencia, el pobre con su absoluta pobreza. La segunda parte de la parábola también es antagónica, pero no es ya la fotografía de este mundo, sino después de que el telón del final, la muerte, ha caído. Los protagonistas son los mismos personajes de antes, pero la dicha ha cambiado. Quien nadaba en la abundancia, sufre toda clase de privaciones. Quien nada tenía, lo tiene todo. Jesús indica la brutal inversión de la situación: "Lázaro encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces".
La viveza de la parábola es grande y denunciadora, ayer y hoy, de situaciones sociales que claman al cielo. Pero es un clamor inaudible. Y ahí reside el corazón, el centro de este evangelio. ¿Qué es lo que nos lleva a no poder oír, a hacernos insensibles a la palabra y a la situación de los otros? La riqueza. Jesús advierte de nuevo al discípulo del peligro que entraña la riqueza: el rico se puede convertir en insensible, en un mundo cerrado que no escucha ni a los pobres ni a Dios".
Esta parábola no es un "cuento". Es una realidad actual más extendida de lo que nos parece. Con facilidad nos hacemos insensibles a los demás y a Dios. El hecho de haber experimentado la pobreza y la necesidad no es salvoconducto de apertura al que nos necesita. Hay "nuevos ricos" que olvidan pronto sus raíces y se convierten en personas "duras" tanto o más que "los ricos de siempre".
Lo malo de los bienes no es tenerlos ni desearlos. Lo malo está en que quien más tiene, menos da. Jesús avisa de que la suerte final dependerá de cuanto hayamos querido amar y compartir. Lo malo de los bienes es que nos hacen insensibles a la necesidad de los otros. Y esta insensibilidad es también proporcional a la escucha de Dios. No hay prodigios que valgan. Escuchar la realidad del hermano que sufre necesidad es la medida para escuchar a Dios. Dios es superfluo para quien no se enternece ante el estado de necesidad del prójimo.
No olvidemos que cuando contemplamos a Jesús llevando su cruz, Él nos está diciendo con su mirada: "por favor, ayudadme a llevar esta cruz en mis hermanos".
Y Lázaro es el mismo Dios gritando, ¡yo soy tu prójimo, y tú, mi samaritano! ¿Es que no lo entiendes?.
Que en este domingo resuenen con fuerza las palabras de san Pablo a Timoteo:
"Hombre-mujer de Dios, practica la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la delicadeza. Combate el buen combate de la fe. Conquista la vida eterna a la que fuiste llamado, y de la que hiciste noble profesión ante muchos testigos..."
Que así sea.
Alex Alonso Gilsanz
Párroco de Santiago Apóstol. Ermua -Vizcaya-