EL CONCILIO VATICANO II (1)
Por José
Mª Catret Suay
En charla del pasado 27
de abril se trató de cómo se desarrolló el concilio. Veamos ahora las
decisiones que se adoptaron, es decir, los textos o decretos que salieron del
mismo, aprobados por una inmensa mayoría de los padres conciliares, inspirados,
no cabe duda, por el espíritu Santo, aunque como hombres libres que somos,
algunos se opusieron a algunas de las decisiones de la mayoría. Trataremos de
resumir mucho pues los textos son largos casi todos ellos. En el Enchiridion
ocupan 154 páginas.
LA LITURGIA de la Iglesia Católica se reforma
según la constitución dogmática titulada “SACROSANTUM CONCILIUM”, que se
promulga el 4 de diciembre de 1963, al terminar el segundo periodo de sesiones.
Empieza diciendo que “El sacrosanto Concilio se propone acrecentar cada vez más
la vida cristiana entre los fieles, adaptar mejor a las necesidades de nuestro
tiempo las instituciones que están sujetas a cambio, contribuir a la unión de
todos los que creen en Cristo y fortalecer todo. Por eso, cree que le
corresponde de modo particular procurar la reforma y el fomento de la
liturgia”.
Dice que se reforma solo el “rito romano”, aunque algunos
de los principios que se sostienen pueden servir también para los demás ritos
legítimamente reconocidos, ritos que deben conservarse y fomentarse.
Para promover la participación activa de los fieles,
deben fomentarse las aclamaciones del pueblo, las respuestas, las salmodias,
las antífonas, los cantos y también las acciones, gestos y posturas corporales,
así guardar también el debido respeto y silencio.
Se establece una lectura de la sagrada Escritura más
abundante y poder celebrar Misa en las vísperas de las fiestas solemnes y
domingos.
“Se conservará el uso de la lengua latina en los ritos
latinos, salvo derecho particular”. Sin embargo el uso de la lengua materna
puede ser muy útil para el pueblo, por lo que podrá dársele mayor cabida, sobre
todo en las lecturas, oraciones y cantos. Corresponderá a la autoridad
territorial competente determinar si ha de usarse y en qué medida, así como aprobar la
traducción del texto latino a dicha lengua materna.
Acaba el decreto
conciliar diciendo que La
Iglesia procura que los fieles no asistan a la Eucaristía como
“espectadores mudos o extraños, sino que, comprendiéndola bien, mediante ritos
y oraciones participen consciente, piadosa y activamente en la acción sagrada.”
(Continuará)
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