“Que muera uno por todo el pueblo”
“Entonces dijo Caifás: vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera.” Esto no lo dijo por propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no sólo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos. Y aquel día decidieron darle muerte”. Jn 11, 49-53
La lapidaria frase del Sumo Sacerdote que condenaba al Justo por todos los pecadores sólo hacía que cumplir el designio salvífico de Dios iniciando así la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.
Cuando el evangelista pone en boca de Caifás esta profecía, al tiempo que pone en evidencia las miserias del pueblo de Israel, por quien habla, da relieve a la glorificación de Jesús puesto que en su Muerte hay algo más que un acto salvador vicariante por el pueblo de la Antigua Alianza; hay ya una dimensión universalista en Su entrega voluntaria.
El Sumo Sacerdote hablaba por el pueblo de Israel ya que a él se habían dirigido después de la resurrección de Lázaro. Cuando los fariseos relatan ante el Sanedrín este último y mayor que los anteriores milagros de Jesús están implícitamente pidiéndole una decisión, una actuación antes de que Roma caiga sobre ellos como una losa. Caifás “decide” el destino del Nazareno prefiriendo su Muerte solitaria a una eventual represalia del dominador romano.
La condena a muerte que brota de los labios de Caifás, con todo y estar envuelta en una buena intención, anteponer el bien de la mayoría al de uno sólo, con todo y estar contemplando a su propio pueblo, está ya interpelándonos a todos nosotros, a la Humanidad entera.
Algún bienintencionado llamó la atención, poco después del estreno de la película de Mel Gibson “La Pasión de Cristo”, sobre el hecho de que la única frase que no está subtitulada en todo el film es precisamente la que corresponde al Evangelio de Mateo, “Todo el pueblo contestó: ¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!” pretendiendo defender al famoso director de la acusación de anti-semitismo ya que la frase evangélica parecía hacer recaer sobre el pueblo judío toda la responsabilidad de la Muerte del Salvador. Lo que es evidente es que todo en aquellos días obedecía a lo previsto por Dios; todos eran actores que seguían, sin saberlo, un guión (“Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”).
La culpa que lleva al Justo a la Muerte vicaria es irreductible puesto que, con nuestros pecados, todos pusimos la mano en El.
Mª del Carmen Feliu Aguilella
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