ASOCIACION BIBLICA SAN PABLO

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domingo, 15 de octubre de 2017

TU PALABRA, SEÑOR, ES ESTABLE

Inclina mi corazón a tus preceptos

"El tema de este salmo es la ley de Dios. La ley no tiene aquí el sentido peyorativo que se le ha atribuido frecuentemente, una interpretación fría que se ha de cumplir, quieras o no. Aquí la ley nos demuestra la voluntad de Dios, el camino que Dios emplea para manifestar al hombre su deseo y su amor. Semejante a la palabra de Dios; luz del corazón, fuente de felicidad, fortaleza para el camino, amigo y consuelo en las adversidades.
Después del destierro de Babilonia, perdida el arca de la alianza, el corazón de los israelitas se apoyaba en la ley de Dios. Reflexionaban en la palabra de Dios, que alimentaba su corazón e iluminaba su camino. Así surgió este salmo. El salmista tiene presente la ley día y noche, rumiándola amorosamente en su corazón. Así encuentra su felicidad, su luz, su gozo, y en la desgracia, el consuelo. El salmista nos demuestra en este salmo su experiencia: cómo se puede transformar en oración la palabra de Dios.
Repite una y otra vez, sin cansarse, palabras y expresiones iguales o semejantes. Pero no es ingenuidad, sino una forma adecuada de celebrar su intenso amor a la ley. Quiere ensalzar la soberanía de la ley, repitiendo la misma expresión, la misma palabra. Tiene un artificio literario especial: el autor sigue el alfabeto hebreo, dedicando a cada letra ocho versos que comienzan con dicha letra.”



Oración con los Salmos. Agustín Apaolaza, OSB



Salmo 118, 145-152
XIX (Coph)

            Te invoco de todo corazón:
respóndeme, Señor, y guardaré tus leyes;
a ti grito: sálvame,
y cumpliré tus decretos;
me adelanto a la aurora pidiendo auxilio,
esperando tus palabras.

            Mis ojos se adelantan a las vigilias,
meditando tu promesa;
escucha mi voz por tu misericordia,
con tus mandamientos dame vida;
ya se acercan mis inicuos perseguidores,
están lejos de tu voluntad.

            Tú, Señor, estás cerca,
y todos tus mandatos son estables;
hace tiempo comprendí que tus preceptos
los fundaste para siempre.


El Salmo 118:


“Largo canto o meditación o antología en honor de la ley del Señor. El artificio literario ha condicionado muchas cosas: el autor sigue el alfabeto (alefato hebreo), dedicando a cada letra ocho versos que comienzan por dicha letra, esto significa la plenitud: de la alef a la tau, del principio al fin, el autor recita y ama los mandamientos. Cada una de las veintidós letras tiene 7 + 1 versos, lo cual significa la perfección consumada. Cada estrofa o letra suele enumerar ocho sinónimos de ley: preceptos, decretos, mandamientos, palabras, consignas, leyes, voluntad.
Obligado por la “aliteración”, el autor no ha podido desarrollar un tema, ni lo ha pretendido; se conforma con agrupar sentencias de diversa especie.
Estas sentencias están inspiradas, muchas veces, en textos más antiguos; otras veces las tiene que inventar el autor para llenar la medida¸ su estilo varía según muchos géneros literarios.
La ley es la voluntad de Dios que se revela para ordenar la vida religiosa del hombre, su convivencia con Dios y con el prójimo: por eso es amable, perfecta e inagotable la ley. El salmista está continuamente  hablando a Dios en segunda persona la ley no es un orden objetivo impersonal, sino una realidad muy personal. La ley es parte de la alianza y parte de la revelación divina; es voluntad de Dios hecha palabra para enseñar y guiar al hombre.

Para rezar este salmo lo mejor es tomarlo por letras autónomas, como hacen en algunas iglesias orientales. De esta manera conserva cierta frescura e interés, y se evita la monotonía. En caso de que se reciten seguidas varias letras, tendremos una serie de respiraciones isócronas, en las que debe dominar el tema unitario, sin fijarse demasiado en detalles.”

“Los cristianos no estamos en régimen de ley, sino en régimen de gracia; no vivimos por el cumplimiento de unos mandatos, sino por la fe en Cristo.
Ahora bien, el salmo nos da un par de puntos de apoyo para realizar la transposición cristiana. Ante todo, el tono intensamente personal: es decir, la ley como presencia de Dios, como convivencia con Dios; Cristo, que es la Palabra, es la verdad y el camino, porque nos revela la voluntad de Dios. Por Cristo personalizamos la ley. En segundo lugar, el salmo expresa una piedad personal honda, sin formalismo ni legalismo (quince veces suena la palabra corazón); por eso puede alimentar una piedad entrañable. Finalmente, las muchas súplicas, sobre todo en la letra He, dicen que ese amor del hombre a la ley y el cumplimiento de la voluntad divina es también don de Dios, obra de Dios, gracia.”

Salmos y Cánticos del Breviario. Traducción de Luis Alonso Schökel y Juan Mateos. 

Fotografía cortesía de Manolo Guallart