CARTAS A LAS SIETE IGLESIAS
El libro del Apocalipsis recoge la historia más bella y
más esperanzadora jamás contada, dice el padre Charlier. Y, siguiendo su
investigación, nos moveremos en nuestro escrito. Aunque entre los fieles es un
libro bastante desconocido, no lo es así para los exégetas. Sólo la Biblioteca
de la Escuela Bíblica de Jerusalén tenía inscritos a finales de 1983 unos 800
títulos.
Estas Cartas se dirigen a siete
iglesias concretas en el tiempo y en la Historia. Tras ellas, tras el plan de
su autor se abraza la Iglesia universal. 54 veces cita el libro sagrado el
número 7. Es la suma del “3” ,
que se refiere a Dios en persona y el “4” que simboliza la Creación. Símbolo de
plenitud y de Alianza.
De las cinco grandes partes del
libro, el “septenario” de las cartas es el primero. “Es la Iglesia,
ejemplarizada históricamente en las siete comunidades de Asia que precede al
tiempo y a la historia”. Se puede sintetizar en “Vivir en la Iglesia”. Tras él,
entrarán el mundo o la Creación en la Historia. Y, aunque muchos le han dado al
Apocalipsis un tinte de negros presagios futuros nada más lejos de la auténtica
realidad porque todo cuanto dice el libro ya ha sucedido; más la Historia se
repite, por eso, en sus páginas, cual un diario de la mañana nos da cuenta de la
realidad en que vivimos. La misma de entonces porque en esas cartas se les dijo
a aquellos cristianos de finales del siglo I como debe “vivir un cristiano en
esa Iglesia”. En esa Iglesia particular que forma parte de la Universal en la
que militamos nosotros, para luego vivir como cristiano en el mundo.
Situaciones concretas, típicas de todas las situaciones por las que atraviesa
cualquier iglesia por encima de fronteras y espacios. Es la palabra de Dios.
Eterna e inmutable. Válida para el ayer, de cuantos nos han precedido. Para el
hoy que estamos viviendo y para el mañana de cuantos nos sucedan.
La revelación va dirigida a un tal
Juan -que desconocemos-, que recibe la Palabra de Dios mientras ve a alguien,
como a “un Hijo de Hombre”, precisamente en el “día del Señor”, y sin duda
alguna mostrándonos que el lugar donde se hace visible la presencia de Cristo
en el mundo es en la Iglesia. Por eso emplea en cada uno de esos mensajes que
entrañan las cartas la palabra “CONOZCO”. Evidencia clara de que a Cristo,
nuestro redentor, no se le escapa detalle alguno de la manera de comportarse
cada una de esas iglesias locales. Por eso las anima a seguir en sus luces y
las reprende para que corrijan sus sombras. Lo mismo que ahora. Ahí esta la voz
del Papa alertando de la gran ignorancia y de los inmensos errores.
No cabe espera con las revelaciones
del Apocalipsis porque ya se han cumplido todas. Nada de fin del mundo. Se
trataba de elaborar una teología de la Historia partiendo de una eclesiología y
de una cristología. Todo va a suceder “pronto”. No caben dilatadas esperas. Así
de claro lo dice el texto sagrado: “Revelación de Jesucristo. Dios se la
concedió a sus siervos para mostrarles lo que va a suceder pronto (1,1).
SEPTENARIO
DE LAS CARTAS
Las siete iglesias escogidas son:
Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea. Siete Iglesias
de Asia que formando un arco se abren hacia el camino de Roma.
ÉFESO.- Es la primera. Era la
Iglesia más floreciente donde Pablo había enraizado la fe. También la más
numerosa. Entre sus luces están su fatiga, sus obras y su constancia; pero ha
perdido la caridad. También nos emplaza a nosotros. Mirando a nuestro alrededor
encontramos múltiples cristianos que practican el bien sin ánimo trascendente.
Incluso se soslaya la evangelización dando prioridad a la parte humana antes
que la espiritual. El vaso de agua no se da por Cristo. Observemos este detalle
en la multiplicidad de ONGs. Por eso no son cristianos.
ESMIRNA.- Es la actual Izmir que
pronto visitará el Papa. Allá en Turquía. Allí sólo queda un núcleo muy
reducido de católicos que, como los de hace dos mil años sufren tribulación y
pobreza. Entonces por los judíos; ahora por el Islam. Son probados en el
crisol. Son pocos, pero vencerán sin ser heridos por la segunda muerte.
PÉRGAMO.- Famosa e ilustre ciudad
con una inmensa biblioteca, de mas de 200.000 obras, que rivaliza con la famosa
de Alejandría. Era un gran centro cultural y religioso con inmensas
peregrinaciones idolátricas a los diversos dioses que allí se veneraban. Salgo
así como Lourdes y Fátima. Los cristianos tenían una fe bastante viva y sólida
pero conviven con la depravación y la sexualidad libertina. ¿Advierten mayor
semejanza con nuestra historia viva actual? Como se ve tampoco peligrosas
profecías para nuestro tiempo.
Allí era una advertencia a esa
Iglesia que no renegando de la fe en Cristo cohabita con el pecado. Aquí,
ahora, una clara invitación a salir de la depravación del aborto, de los
matrimonios del mismo sexo, de la manipulación y clonación de embriones y de
mil aberraciones a las que se llega por la más descarada tolerancia del mal y
del pecado sin llegar a escandalizarse. Solo basta dar una mirada a nuestro
alrededor y observar como los políticos y un buen número de católicos han
encerrado su fe en el baúl de los recuerdos. Habríamos de meditar mucho esas
palabras: “Pero tengo algo contra ti”, aunque sea poca cosa, para corregir esas
conductas laxas en materia de fe y costumbres. Allí, entonces, y aquí, ahora,
no se ha desatado una persecución sangrienta; pero cohabitan la comunidad
cristiana y la de Satanás. El sexo estaba a la orden del día como lo tenemos
nosotros a toda hora en nuestros días. Por eso la lucha ha de ser con la
palabra, con la “espada de dos filos” que no es signo de muerte, como se pensó,
sino signo de Evangelización. Y en el aire permanece esa doctrina de Juan Pablo
II.
TIATIRA.- Es la Carta más larga.
Tiatira ya no existe. Los cristianos, apenas cien años después de la Carta
habían desaparecido. Siglos después se levantó en su solar una población famosa
por sus alfombras: Akhisar. Los cristianos no son numerosos, tienen que
soportar el paganismo y se les exige una mayor fuerza de evangelización. Es en
esta carta la única vez que el Apocalipsis escribe “el Hijo de Dios”. Allí
brotan los horóscopos y adivinaciones de nuestro tiempo actual que Juan Pablo
II condenó y nuestro Papa actual, Benedicto XVI, siendo el Cardenal Ratzinguer
advirtió de la falta de cultura religiosa entre los católicos. Eran pocos, pero
menos aún evangelizadores. Y se les pide que permanezcan fieles a la fe que ya
tienen.
SARDES.- El primer coleccionista de
oro de la humanidad, el famoso Creso, era de Sardes. “Si no vigilas caeré sobre
ti como un ladrón” (3,3). Las obras de los cristianos son huecas, sin
consistencia a los ojos de Cristo. Sardes es una Iglesia moribunda. Son pocos
los que viven en la fe. No nos es difícil encontrarlas ahora. Sardes estaba
construida como ciudad inexpugnable. Y Ciro la ocupó por sorpresa una noche. Los
cristianos de Sardes conocían la Historia y no les fue difícil interpretar el
mensaje y comprender muy bien el sentido de las palabras de Cristo. Saber si
una Iglesia está muerta solo lo conoce Cristo, porque aparentemente puede
moverse y dar un cierto aire de vida aunque dentro esté hueca. Un grupo, por
muy ferviente que sea, si no se apoya en una Iglesia no es nada. “Vigila y
reafirma lo que queda y está a punto de perecer” (3, 2). Allí había muy pocos
“que no han contaminado sus vestidos” (3, 4).
FILADELFIA.- En esta ciudad
levantaron los romanos el templo de Jano que solo tenía dos puertas y solo se
abrían en tiempo de guerra. Allí fue donde Pablo habló que había abierto la
puerta al mensaje de Cristo. Pero la fuerza de esta Iglesia se ha debilitado y
es pequeña. Los cristianos son pocos. Pero son perseverantes. Por eso les pide
que guarden cuanto tienen para que nadie les arrebate la corona cuando llegue
el momento de la persecución. Allí, actualmente, se levanta una población, casi
rural, con 15.000 habitantes, llamada Alasehir.
Una particularidad de esta Carta es
que en ella recibe Cristo el nombre de “Santo” y, por cuatro veces, en el verso
12, emplea las palabras “mi Dios”.
LAODICEA.- Es la séptima. La última
de las Siete cartas. Por su ciudad pasaba la gran ruta oriental de Asia. Y en
sus proximidades, a tan sólo 10 kilómetros , Colosas. Al norte, a 6 kilómetros ,
Hierápolis. La montaña “nevada”, aparentemente, gracias a la inmensa cantidad
de cal que fluye de las aguas que brotan y corren por sus laderas. A Cristo se
le da en ella el nombre de “El Amén”. Quizás, lo más importante para plasmar de
ella en nuestra actualidad, nuestro tiempo, sean esas palabras: “Porque eres
tibio, y no eres frío ni caliente te voy a vomitar de mi boca” (3, 16). Palabras
que llegaban al corazón y comprendían muy bien sus habitantes ya que la mala
calidad de las aguas les obligó a transportarlas desde muy lejos por medio de
largos acueductos que ocasionaban que al final del viaje fuesen tibias e
insípidas. Como los cristianos. Los de entonces y los de ahora. Solo falta
mirar a nuestro alrededor. Su primer obispo, según la tradición, fue el amigo
de Pablo, Filemón, a quien el Apóstol escribe recomendándole acepte de nuevo a
su esclavo Onésimo como a un hermano querido. ¡Qué canto más sublime contra la
esclavitud! Era la Iglesia de Laodicea, enriquecida y sin faltarle de nada, la
Iglesia del “todo va bien” que no es difícil escuchar en nuestros días. Presume
de riquezas y Cristo la acusa de “pobre, ciega y desnuda” (3, 17).
No son negros presagios para hoy.
Fue viva actualidad para ellos y para nosotros para corregir nuestras sombras y
acrecentar nuestras luces, Vivir la Iglesia.