ASOCIACION BIBLICA SAN PABLO

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domingo, 26 de abril de 2015

EL ESPIRITU SANTO I

LOS SÍMBOLOS DEL ESPÍRITU SANTO




INTRODUCCIÓN.- Los símbolos del Espíritu Santo en su conjunto hablan de Él como  de quien da la vida y la sostiene permanentemente con su presencia vivificante. Forman en su totalidad una catequesis simbólica que permite realizar un proceso de acercamiento de nuestra Fe en la tercera persona de la Santísima Trinidad y conocer algo del infinito amor que Dios tiene a toda la humanidad y que se manifiesta en su Espíritu . Globalmente, los símbolos bíblicos identifican el Espíritu con realidades naturales y humanas que configuran la existencia entera.(1)

Indiquemos algo de los que nos parecen importantes:

EL VIENTO.- Esta palabra es uno de los significados del vocablo hebreo “rúah”  (“pneuma” en griego) y se ha utilizado para representar al Espíritu Santo por sus semejanzas: es invisible, poderoso, es impulso, movimiento, fuerza. Además es imprevisible, sopla donde quiere y no se sabe de dónde viene ni a dónde va (ver Jn 3, 8). El símbolo “viento” también parece expresar de un modo particular aquel dinamismo sobrenatural por medio del cual Dios mismo se acerca a los hombres para transformarlos interiormente, para santificarlos. También el término “rúah” es traducido por “aliento” y “soplo”. Es el “aliento” divino el que saca del caos el orden de la creación (Gen 1,2) y es el “soplo” en su nariz quien convierte al hombre de barro en un ser vivo (Gen 2,7).(2)

EL AGUA.- Las profecías del Antiguo Testamento utilizan el agua para referirse a la nueva era que había de instaurar el Mesías. En general, el agua simboliza la vida concedida por Dios a la naturaleza y a los hombres (Is 41,18; Zac 14,8). También el agua es símbolo de purificación (Ez 36, 25). La sed de agua se presenta asimismo como semejante a la sed de Dios (Sal 42,2-3). En Isaías el agua es símbolo del Espíritu de Dios, capaz de transformar el desierto en vergel floreciente y al pueblo infiel en verdadero Israel (Is 44, 3s.). En el diálogo de Jesús con la Samaritana, sin nombrar al Espíritu Santo, el Maestro le habla de beber “un agua viva” que Él le dará y se convertirá en su interior en un manantial capaz de dar la vida eterna (Jn 4, 13-14). También la Iglesia se vale del Bautismo para hacer nacer a la vida sobrenatural y conseguir la salvación (Mc 16,1).(3)




LA UNCIÓN.- En Israel se atestigua la relación entre la unción de los reyes y el Espíritu Santo concebida como fuerza sobrehumana, celeste.
Cuando Samuel unge a Saúl le anuncia que vendrá sobre él, el Espíritu de Dios y se convertirá en otro hombre (1 de Sam 10, 1) y al ungir a David “el Espíritu del Señor le invadió” (Sam 16 , 13).
En su intervención en la sinagoga de Nazaret, Jesús se aplica a sí mismo el siguiente texto de Isaías: “El Espíritu del Señor Yahvé está sobre mí; por cuanto me ha ungido Yahvé” (Is 61,1-2;Lc 4,18). Este texto se refiere a la fuerza de naturaleza espiritual necesaria para cumplir la misión confiada por Dios a una persona a la que eligió y envió. Jesús nos dice que este elegido de Dios es Él mismo, el Mesías; y la plenitud de la fuerza conferida a Él es su propiedad de Mesías, es decir, Ungido del Señor: Cristo. La participación en la unción de la humanidad de Cristo con el Espíritu Santo pasa a todos los que le acogen en la fe y en el amor. Esta participación tiene lugar a nivel sacramental en las unciones con aceite, cuyo rito forma parte de la liturgia de la Iglesia, especialmente en el bautismo y la confirmación.(4)

EL FUEGO.- El fuego aparece en las teofanías del Antiguo Testamento y simboliza la presencia de Dios: Moisés vio una zarza que ardía sin consumirse (Ex 3, 1-2); en el desierto una columna de fuego guiaba al pueblo de Israel de noche (Ex 13, 22); el Señor bajó del Sinaí en medio del fuego (Ex 19, 18).

Por otra parte la Sagrada Escritura afirma que Dios es como “un fuego devorador“ (Ex 24,17; Dt 4,24). El fuego simboliza también la energía transformadora de las obras del Espíritu. El mismo Jesús dijo de sí mismo: “he venido a traer el fuego a la tierra y cómo deseo que arda“ (Lc 12, 49). En este caso se trata del fuego del amor de Dios, de aquel amor que “ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo“ (Rom 5,5).
El Bautismo “en Espíritu y fuego” (Mt 3,11) indica el poder purificador del Fuego: de un fuego misterioso, que expresa la exigencia de santidad y de pureza que trae el Espíritu de Dios.
Las “lenguas como de fuego“ (Hch 2, 3) que aparecieron el día de Pentecostés sobre la cabeza de los Apóstoles, significaban que el Espíritu Santo traía el don de la participación en el amor salvífico de Dios (5)

LA NUBE.- La protección de Dios sobre su pueblo en la epopeya del desierto está simbolizada en la nube oscura de día y luminosa por la noche (Ex 13, 21-22).  La  presencia  de  las  nubes  es  constante  en   los pactos con Noé (Gen 14, 16), con Abraham  (Gen 15, 17) y con Moisés  (Ex 19, 16-19). Asimismo, en la consagración del primer Templo (1 Re 8, 10-11), como  manifestación de la gloria de Dios, que interviene precisamente como Señor del cosmos y de la historia.
En los relatos aludidos destaca un doble motivo: la nube patentiza la proximidad de Dios por una parte y, por otra, su misma naturaleza de velo, evidencia la trascendencia divina inaccesible al hombre si es que Dios no se le acerca.
Jesús mismo ha hecho alusiones a la venida del Hijo del hombre sobre las nubes del cielo, aludiendo a la profecía de Daniel (Mt 24, 30;  Dan 7,13).
En la Transfiguración aparece sobre


los discípulos videntes una nube que los cubre con su sombra (Lc 9,34).
La nube encierra la existencia terrena de Jesús cuando entra con la Ascensión en la gloria de Dios (Hch 1, 9).(6)
Finalmente, el vidente del Apocalipsis contempla una figura humana “sentada sobre una nube blanca “ (Ap 14, 14). El P. Schökel se pregunta si esa figura humana se referirá a Jesucristo.( Biblia del peregrino pág 2112 )



LA PALOMA.- Este símbolo, dice el Papa, es más apto que el del viento para indicar la Persona del Espíritu Santo, porque la paloma es un ser vivo, mientras que el viento es sólo un fenómeno natural.
La paloma, muy extendida en Palestina, es el ave más mencionada en la Biblia  (León-Dufour. "Dicc. N. T." Pág. 338). En el Antiguo Testamento, la paloma había sido mensajera de la reconciliación de Dios con la humanidad en los tiempos de Noé, habiendo llevado a aquel patriarca el anuncio del término del diluvio (Gen 8, 9-12). En la legislación bíblica, la paloma y la tórtola eran las únicas aves permitidas en los sacrificios. En el Cantar de los Cantares “mi paloma“ equivale a “mi amada“, “mi predilecta” (Díez Macho, o.c. col. 829).
Jesús recomienda a los apóstoles la sencillez de la paloma (Mt 10, 16), que ya el profeta Oseas la había calificado de ingenua y sin malicia (Os 7,11).
Los evangelistas dicen que se abrieron los cielos en el Bautismo de Jesús y se vio al “Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y venía sobre él” (Mt 3, 16; Mc 1, 10; Lc 3, 21-22; Jn 1, 32). Por la importancia de este momento en la vida de Jesús, que recibe de modo visible “la investidura mesiánica“, el símbolo de la paloma se consolidó en las imágenes artísticas y en la misma representación imaginativa del misterio del Espíritu Santo, de su acción y de su Persona.(7)




(1) Juan Antonio Reig: El Espíritu Santo, Señor y Dador de Vida. Obispado de Segorbe-Castellón. 1997, pág 1
(2) Ives Congar: El soplo de Dios en nuestras vidas personales. El Espíritu Santo. Ed.Herder. Barcelona, 1991 pág 32 s.s.
Alonso Schökel: El Espíritu como viento. Al Aire del Espiritu. Ed.Sal Terrae.Santander,1998.-págs 102-104
(3) Rovira Belloso: Tratado de Dios Uno y Trino. Ed. Secretariado Trinitario. Salamanca, 1993, pág 103
O. Bocher: Diccionario Teológico del N.T. Ed. Sigueme. Salamanca, 1980 vol. I, págs 67-73
(4) León-Dufour: Vocabulario Teología Bíblica.Ed. Herder. Barcelona, 1967, págs 809-812
Juan Pablo II: Creo en el Espíritu Santo. Ed. Palabra. Madrid, 1996, págs 277-278
(5) C.E.C.,  o.c. pág 167; Juan Pablo II, o.c. págs 275-276
(6) Claudio Gancho: Enciclopedia de la Biblia. Ed. Garriga. Barcelona, 1963, Vol.V, col. 550-552
León-Dufour: Vocabulario, o.c. págs 524-526
(7) Juan Pablo II, o.c. pág 275; Rovira Belloso, o.c. págs 502-503


Por Francisco Pellicer Valero

Fotografía: Mª del Carmen Feliu Aguilella


jueves, 16 de abril de 2015

ALGUNAS NOTAS SOBRE LOS SARCÓFAGOS PALEOCRISTIANOS

ALGUNAS NOTAS SOBRE LOS SARCÓFAGOS PALEOCRISTIANOS


Sarcófago paleocristiano, iglesia San Juan Bautista. Castiliscar. (Zaragoza).


Manuel Fernández Espinosa

Para entender los sarcófagos paleocristianos tenemos que saber de antemano que la cremación de los cadáveres era algo que repugnaba a los primitivos cristianos. Esto lo compartían los cristianos de la antigüedad con culturas como la egipcia, la fenicia, la cartaginesa, la babilónica, la persa y, huelga decir, la judía. Los griegos y los romanos incorporaron tardíamente la incineración. El hecho es que los cristianos rechazaban, por la esperanza de la resurrección, quemar sus cadáveres. Por eso crearon cementerios (etimológicamente "dormitorios") para depositar los restos de sus difuntos. Las profundas creencias que estaban detrás de esta costumbre se inspiraban como no podía ser menos en pasajes del Antiguo Testamento como del Nuevo. Los métodos de inhumación podían ser diversos, según los recursos de quien enterraba, pero tanto los cristianos como los no-cristianos que escamoteaban la incineración, si tenían posibles, preferían el sarcófago. La palabra "sarcófago", etimológicamente, quiere decir "el que devora la carne" y esto era algo más que una metáfora. Plinio el Viejo, en su "Historia natural de las piedras" ya dejó escrito que existía un tipo de piedra porosa a la que se le atribuía la cualidad de consumir en cuarenta días el cadáver que se depositara en el recipiente labrado para tal fin, dejando tan solo los dientes. Estos sepulcros estaban asociados, por lo tanto, a lo que se reputaba una activa disolución de la carne y eran muy demandados. El material del que estaban hechos se prestaba a esculpirlos y los paganos lo hacían con relieves que representaban escenas mitológicas relativas a la muerte: el rapto de Perséfone, la caída de Faetón, etcétera. Los cristianos, en cambio, mientras sufrieron la persecución, se veían constreñidos a ocultar la fe, encubriéndola bajo algunos motivos crípticos o jugando con escenas que, procediendo del mundo pagano, tenían para el cristiano otro significado: Odiseo atado al mástil de su barco, p. ej., fue una de las que adoptaron los cristianos. En ella, el palo al que Ulises estaba amarrado se interpretaba como figura de la Cruz y Ulises correspondía al difunto que se había librado de los cánticos de las sirenas.

Con la libertad que Constantino el Grande concedió al cristianismo, los cristianos van a gozar de la posibilidad de historiar esculturalmente sus sarcófagos que ahora no serán necesariamente fabricados en la piedra a la que se le atribuía la capacidad de consumir la carne, sino que será empleado el mármol, el pórfido u otro cualquier otro tipo de material apropiado. A la belleza de algunos de los relieves labrados hay que unirle la riqueza simbólica que plasman. Voy a ofrecer sucintamente un comentario de los elementos que más proliferan y del sentido de algunas de las escenas que se representan en estos sarcófagos paleocristianos que constituyen uno de los temas más apasionantes del cristianismo primitivo.

Basílica sepulcral de San Vicente Mártir (Foto Mª del Carmen Feliu)


En los sarcófagos más simples era frecuente decorar la superficie exterior con las "estrígiles" (estrías curvas) que también empleaban los paganos para exornar el visto frontal de sus sepulcros. El elemento puede considerarse a ojos profanos como un simple motivo decorativo, pero está cargado de significado. Las "estrígiles" eran unas rascaderas en forma curva que se empleaban para limpiarse el aceite con el que se lavaban el cuerpo los etruscos, los romanos y los griegos. Los atletas, al final de los juegos, también empleaban las “estrígiles” en el ritual de limpiarse el cuerpo tras haber competido. La "estrígile" era, por lo tanto, un objeto relacionado con la higiene de los baños y con las competiciones atléticas y, por ello mismo, es que son símbolo de la juventud; pero también podríamos asociarlo con el fin de algo (la vida terrena) que (como al término de un baño de aceite o tras las duras pruebas deportivas) cumple ritualmente retirar todo lo que sobra, como era sobrante el polvo adherido o el óleo en que se había embadurnado el cuerpo; y, de esta forma, ser recibido en la otra vida. Aquí es forzoso recordar aquel texto paulino que nos recuerda que: "Los atletas se privan de todo; ellos para ganar una corona que se marchita; nosotros, en cambio, una que no se marchita" (1 Co 9, 25).

Además de las estrígiles, los sarcófagos paleocristianos se enriquecieron, como más arriba hemos dicho, con esculturas en relieve que representan escenas extraídas del Antiguo y del Nuevo Testamento. Las escenas veterotestamentarias que más se acostumbraban a labrar eran las que contienen un sentido de pasaje, muy vinculado a la fe en la existencia en el más allá y en la resurrección: así Jonás y la ballena, Daniel en el foso con los leones, San Elías arrebatado al cielo o Moisés descalzádose, etcétera. Cuando las escenas son del Nuevo Testamento, se prefieren los milagros de Jesucristo: la resurrección de Lázaro o la del hijo de la viuda de Naim, pero también hay abundan en nuestros sarcófagos paleocristianos escenas de claro significado de “pasaje”, como son el bautismo de Jesucristo en el Jordán o la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén: misterios que nos remiten al pasaje, al paso, al tránsito de un estado a otro. Jesucristo aparece muchas veces como joven e imberbe. También merece la pena decir que a Cristo se le representa en ocasiones con la "virga thaumaturga" (la vara taumatúrgica) que, según tradición del primitivo cristianismo, era la vara con la que Cristo hacía milagros sobre objetos inanimados, incluidos los cadáveres humanos, mientras que los demás milagros de que nos hablan los Evangelios, obrados por Jesucristo a ciegos y demás seres humanos vivos, los hacía por la imposición de manos (Jeirothesía).

Tucci (Martos, Jaén)

En los sarcófagos paleocristianos podemos encontrar plasmada en piedra la fe de nuestros ancestros que, tras más de dos mil años es la misma que nosotros confesamos; pero también podemos ir a ellos para descubrir la riqueza simbólica que presentan y más todavía hoy, cuando casi ha desaparecido el conocimiento de los símbolos y más necesario es para nosotros conservar la tradición santa.


jueves, 2 de abril de 2015

HORA SANTA

HORA SANTA 2015
En el año jubilar teresiano
 

Introducción: Oración de Jesús en el Huerto…

Hasta en las horas más turbias, en los momentos anteriores a la entrega salvadora, Jesús necesita separarse un poco de los suyos y entrar en intimidad con el Padre. Y, aún en estos momentos donde podría parecer que un ser humano tendría derecho a pensar en él únicamente, el Señor, el Hijo de Dios, sigue ejerciendo su magisterio; el maestro nos enseña a orar en la noche de su prendimiento.
Estamos en el año jubilar de Santa Teresa de Jesús, recordando que nació hace 500 años. Ella, como Jesús, fue una maestra en el camino de la oración. Teresa hace presente lo que Jesús vive en este momento y en tantos otros de su vida. Después de siglos de este acontecimiento nos unimos a Jesús, para tratar de amistad, estando con él, tratando a solas con quien sabemos nos ama. Ante lo que le espera a Jesús, necesita experimentar en su humanidad la fuerza del amor divino. En tantos momentos de dificultad hemos de buscar la intimidad con el Señor. Y quizás sintamos lo que la santa andariega plasmó en estas celebérrimas palabras.


(podría recitarse o cantarse con alguna melodía apropiada)

Nada te turbe;
nada te espante;
todo se pasa;
Dios no se muda,
la paciencia
todo lo alcanza.
Quien a Dios tiene,
nada le falta.
Solo Dios basta.





1.- JESÚS ES EL PAN DE LA VIDA. Institución de la Eucaristía.

En la noche santa de su despedida, Jesús instituye el signo de su presencia continua en medio de su pueblo. Se presenta como el pan que da la vida.

Del Evangelio según san Juan (6, 24-35)

En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. AL encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:
—«Maestro, ¿cuándo has venido aquí?»
Jesús les contestó:
—«Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros.
Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios.»
Ellos le preguntaron:
—«Y, ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?»
Respondió Jesús:
—«La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado.»
Le replicaron:
—«¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: "Les dio a comer pan del cielo.”»
Jesús les replicó:
—«Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.»
Entonces le dijeron:
—«Señor, danos siempre de este pan.»
Jesús les contestó:
—«Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed.»

Comentario: se intercala la reflexión y el silencio

Jesús nos deja como memorial de su pasión el sacramento de la Eucaristía. No hay forma humana de calibrar el valor de este sacramento.


Santa Teresa de Jesús tenía la firme convicción de que una nueva casa religiosa sólo quedaba erigida, fundada, cuando se celebraba en ella la primera misa, y quedaba reservado en la capilla el Santísimo Sacramento. Tal convicción se debía a la idea que ella tenía de la centralidad del Sacramento de la Eucaristía en la buena marcha de la casa religiosa, de la vida fraterna en comunidad. El centro de la vida y de la misma liturgia es la Eucaristía.


En nuestra vida damos mucha importancia a los bienes materiales, al pan que sacia nuestras necesidades físicas… ¿qué valor damos a alimento que da la vida eterna?


Teresa afirma que la Eucaristía es el don por excelencia del Padre, que ya no consiste en el maná del desierto, sino en el don de su propio Hijo. Es ese don-persona lo que pedimos al Padre al decirle que nos dé "el pan de cada día". Y ese pan se lo pedimos para el "hoy" pasajero de la vida presente, y para el cada día de la eternidad.


“Cuando recibimos al Señor, cerremos los ojos del cuerpo y abramos los del alma. Es el momento de tratar con él. Buen tiempo para oír sus enseñanzas, agradecerle y suplicarle que no se aparte de nosotros.”



Canto: “Yo soy el pan de vida”, “Tú eres, Señor, el pan de vida”


Preces:

Reunidos entorno a Jesús, oremos pensando en el amor que nos tiene al entregarnos la Eucaristía.

Cantamos: Señor, escúchanos, Señor óyenos.

+ La Eucaristía es celebración de la Muerte y Resurrección del Señor: para que demos muerte al egoísmo y vivamos dando paz y alegría a los demás.    

Oremos cantando...

+ La Eucaristía es memorial y recuerdo que en cada celebración se hace presente, de la Vida y Muerte de Jesús: para que vivamos en la ilusión de pasar por nuestra vida haciendo siempre el bien, consolando, animando y perdonando.      

Oremos cantando...

+ La Eucaristía es alimento de nuestra fe cristiana: para que tengamos fuerza para ayudar a los que vacilan en su fe con nuestro testimonio y cercanía.   

Oremos cantando...

+ En la Eucaristía Jesús se entrega totalmente a su Iglesia: para que seamos generosos con nuestra vida y sepamos perderla en beneficio de nuestros hermanos.     

Oremos cantando...

+ Para que por medio de la Eucaristía se acreciente nuestra fe en una vida plenificada, en la vida Eterna que Jesús nos regalará un día.

Oremos cantando...




2.- AMAOS COMO YO OS HE AMADO. El mandamiento nuevo.

El deseo del Señor manifestado en el gesto del lavatorio de los pies que hemos escuchado en la celebración de esta tarde, se prolonga con las palabras de Jesús que invita a permanecer junto a él, a vivir en su amistad por medio del amor. 

Lectura del evangelio según san Juan (15,1-17)
“Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto. Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado. Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis.
La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos. Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor”.
“Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado. Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado.
Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. Lo que os mando es que os améis los unos a los otros”.


Comentario: se intercala la reflexión y el silencio

“¿Qué apoyo o remedio llevaremos en el camino para no caer? El Maestro nos señaló dos: amor y temor. El amor nos hará apresurar los pasos, el temor nos hará ir mirando a dónde ponemos los pies para no tropezar. Pero ¿cómo sabemos si vamos con bastante provisión de amor y temor?


El que ama verdaderamente a Dios, ama todo lo bueno. Quien de veras ama a Dios no puede amar vanidades, comodidades, deleites, honras o envidias. No pretende otra cosa que contentar al Maestro. Daría la vida para que fuera más conocido y seguido por otras personas…


El otro remedio para el camino es el temor al mal. Temor al único mal de la humanidad: el apartarnos de él. Temor de salirnos del camino que nos conduce hacia él. Temor de nosotros mismos. Temor a que, por una locura, pongamos nuestros deseos por encima de los suyos. Por esto terminamos nuestra oración con la humilde y sincera expresión de nuestra debilidad “y líbranos del mal


"...Procuremos siempre mirar las virtudes y cosas buenas que viéremos en los otros y tapar sus defectos con nuestros grandes pecados... tener a todos por mejores que nosotros..."


"Para mí la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada al cielo, un grito de agradecimiento y de amor en las penas como en las alegrías."










Lectura:

CantoOs doy un mandato nuevo.
Vivo sin vivir en mí
y tan alta vida espero
que muero porque no muero.
 Vivo ya fuera de mí,
después que muero de amor,
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí;
cuando el corazón le di
puso en mí este letrero:
«Que muero porque no muero».
                     
CantoOs doy un mandato nuevo.
Esta divina unión,
y el amor con que yo vivo,
hace a mi Dios mi cautivo
y libre mi corazón;
y causa en mí tal pasión
ver a mi Dios prisionero,
que muero porque no muero.

                      CantoOs doy un mandato nuevo.
¡Ay, qué larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel y estos hierros
en que está el alma metida!
Sólo esperar la salida
me causa un dolor tan fiero,
que muero porque no muero.

 CantoOs doy un mandato nuevo.
Acaba ya de dejarme,
vida, no me seas molesta;
porque muriendo, ¿qué resta,
sino vivir y gozarme?
No dejes de consolarme,
muerte, que así te requiero:
que muero porque no muero.




3.- JESÚS PONE SU VIDA EN LAS MANOS DEL PADRE. Disponibilidad.
La hora esperada tan ardientemente durante toda su vida ya ha llegado para Jesús. La tiene delante y está decidido a vivirla con toda intensidad. Pero no la vive solo. La vive abierto confiadamente al Padre, poniendo en sus manos toda su vida. A nosotros, sus amigos nos pide que entremos también en su oración. El odio va a ser vencido por el amor fiel. De su entrega crucificada va a surgir una nueva humanidad.

Del evangelio San Lucas (22, 39-46)
Salió Jesús, como de costumbre, al monte de los Olivos; y lo siguieron los discípulos.
Al llegar al sitio, les dijo: "Orad, para no caer en la tentación".
Él se arrancó de ellos, alejándose como a un tiro de piedra y, arrodillado, oraba diciendo: "Padre, si quieres, aparta de mí ese cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya".
Y se le apareció un ángel del cielo que lo animaba. En medio de su angustia, oraba con más insistencia.
Y le bajaba el sudor a goterones, como de sangre, hasta el suelo.
Y levantándose de la oración, fue hacia sus discípulos, los encontró dormidos por la pena, y les dijo:
"¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para no caer en la tentación".


Canto: “Vaso nuevo”


Lectura: Como Jesús lo manifiesta en el momento que acabamos de escuchar: “que se haga la voluntad del Padre”. La disponibilidad a los planes de Dios, es virtud cristiana esencial. Con este poema y oración expresa Santa Teresa su disponibilidad a Dios.

Vuestra soy, para Vos nací,
¿qué mandáis hacer de mí?

Soberana Majestad,
eterna sabiduría,
bondad buena al alma mía;
Dios alteza, un ser, bondad,
la gran vileza mirad
que hoy os canta amor así:
¿qué mandáis hacer de mí?

Vuestra soy, pues me criastes,
vuestra, pues me redimistes,
vuestra, pues que me sufristes,
vuestra pues que me llamastes,
vuestra porque me esperastes,
vuestra, pues no me perdí:
¿qué mandáis hacer de mí?

¿Qué mandáis, pues, buen Señor,
que haga tan vil criado?
¿Cuál oficio le habéis dado
a este esclavo pecador?
Veisme aquí, mi dulce Amor,
amor dulce, veisme aquí:
¿qué mandáis hacer de mí?

Veis aquí mi corazón,
yo le pongo en vuestra palma,
mi cuerpo, mi vida y alma,
mis entrañas y afición;
dulce Esposo y redención,
pues por vuestra me ofrecí:
¿qué mandáis hacer de mí?

Dadme muerte, dadme vida:
dad salud o enfermedad,
honra o deshonra me dad,
dadme guerra o paz crecida,
flaqueza o fuerza cumplida,
que a todo digo que sí:
¿qué mandáis hacer de mí?

Dadme riqueza o pobreza,
dad consuelo o desconsuelo,
dadme alegría o tristeza,
dadme infierno o dadme cielo,
vida dulce, sol sin velo,
pues del todo me rendí:
¿qué mandáis hacer de mí?

Si queréis, dadme oración,
si no, dadme sequedad,
si abundancia y devoción,
y si no esterilidad.
Soberana Majestad,
sólo hallo paz aquí:
¿qué mandáis hacer de mi?

Dadme, pues, sabiduría,
o por amor, ignorancia;
dadme años de abundancia,
o de hambre y carestía;
dad tiniebla o claro día,
revolvedme aquí o allí:
¿qué mandáis hacer de mí?

Si queréis que esté holgando,
quiero por amor holgar.
Si me mandáis trabajar,
morir quiero trabajando.
Decid, ¿dónde, cómo y cuándo?
Decid, dulce Amor, decid:
¿qué mandáis hacer de mí?

Dadme Calvario o Tabor,
desierto o tierra abundosa;
sea Job en el dolor,
o Juan que al pecho reposa;
sea viña fructuosa
o estéril, si cumple así:
¿qué mandáis hacer de mí?


Sea José puesto en cadenas,
o de Egipto adelantado,
o David sufriendo penas,
o ya David encumbrado;
sea Jonás anegado,
o libertado de allí:
¿qué mandáis hacer de mí?

Esté callando o hablando,
haga fruto o no le haga,
muéstreme la ley mi llaga,
goce de Evangelio blando;
esté penando o gozando,
sólo vos en mí vivid:
¿qué mandáis hacer de mí?

Vuestra soy, para vos nací,
¿qué mandáis hacer de mí?





4.- NO NOS DEJA SOLOS. La promesa del Espíritu Santo.


Antes de su partida, Jesús promete el don del Espíritu Santo. No nos deja solos. Su presencia se prolonga por medio del Espíritu que ha de enviar, y será la fuerza que nos sostenga en las dificultades.

Del evangelio según san Juan (15, 19-27)

Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece.
Acordaos de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra. Mas todo esto os harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado. Si yo no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa por su pecado.
El que me aborrece a mí, también a mi Padre aborrece.
Si yo no hubiese hecho entre ellos obras que ningún otro ha hecho, no tendrían pecado; pero ahora han visto y han aborrecido a mí y a mi Padre. Pero esto es para que se cumpla la palabra que está escrita en su ley: Sin causa me aborrecieron.
Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí. Y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el principio.


Comentario: se intercala la reflexión y el silencio

El primer recuerdo explícito de la devoción particular al Espíritu Santo en la vida de Santa Teresa lo encontramos cuando recibe el consejo de su confesor: «Él me dijo que lo encomendase a Dios unos días y rezase el himno de “Veni Creator” porque me diese luz de cuál era lo mejor». Mientras Teresa recita el himno litúrgico recibe una de las primeras gracias místicas. En un rapto oye la palabra del Señor que hace en ella una operación singular: la sana definitivamente en lo que para ella había sido durante muchos años su debilidad: su afectividad. Experimenta a la vez equilibrio en el amor y libertad; dos dones característicos del Espíritu Santo: amor verdadero y libertad de los hijos de Dios.


Con tres pinceladas características Santa Teresa ha descrito con precisión teológica la acción del Espíritu Santo en la vida cristiana. La primera es la acción del Espíritu en la oración del cristiano; después de haber comentado las resonancias bíblicas de la palabra «Padre» en un diálogo intenso con el «Hijo» que con nosotros es maestro y orante, la Santa escribe: «Entre tal Hijo y tal Padre forzado ha de estar el Espíritu Santo, que enamore vuestra voluntad y os la ate tan grandísimo amor, ya que no baste para esto tan gran interés» (Camino 27,7).


La oración cristiana del «Abbá: ¡Padre!» está suscitada por el amor mismo del Espíritu que enamora y ata nuestra voluntad para orar como debemos. La segunda alusión es la afirmación teresiana [de] que toda la vida cristiana se realiza «con el calor del Espíritu Santo» (Moradas V 2,3); intuición feliz que coloca toda la economía de la gracia y de los sacramentos bajo la acción cuasi maternal del Espíritu que con su calor permite la plena eficacia sacramental y el crecimiento del alma en su conformación con Cristo; toda la vida cristiana pero especialmente todo el sentido de la aventura cristiana como transformación progresiva en Cristo hay que atribuirla a la acción santificante del Espíritu.


Finalmente, y esta es la tercera alusión, una experiencia de la Santa asumida como categoría teológica de gran hondura: «Paréceme a mí que el Espíritu Santo debe ser medianero entre el alma y Dios y el que la mueve con tan ardientes deseos que la hace encender en fuego soberano, que tan cerca está» (Conceptos de Amor de Dios 5,5). En efecto, el Espíritu con su presencia en el hombre constituye la mediación absolutamente necesaria para la presencia de Cristo y de cualquier realidad sobrenatural. Teresa lo ha sentido en muchas ocasiones cuando la santificación progresiva ha ido marcando nuevas presencias y nuevos frutos de amor.

Canto: “Danos un corazón”




Letanía al Espíritu Santo.

Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.

Cristo, óyenos.Cristo, escúchanos.
(Respondemos: Te alabamos y te bendecimos)
Dios hijo, Redentor del mundo
Espíritu Santo que procedesDel Padre y del Hijo …
Espíritu del Señor, Dios de Israel.
Espíritu que posees todo poder.
Espíritu, fuente de todo bien.
Espíritu que embelleces los cielos.
Espíritu de sabiduría e inteligencia.
Espíritu de consejo.Espíritu de fortaleza.
Espíritu de ciencia.
Espíritu de piedad.
Espíritu de temor del Señor.
Espíritu, inspirador de los santos.
Espíritu prometido y donado por el Padre.
Espíritu de gracia y de misericordia.
Espíritu suave y benigno.
Espíritu de salud y de gozo.
Espíritu de fe y de fervor.
Espíritu de paz.
Espíritu de consolación.
Espíritu de santificación.
Espíritu de bondad y benignidad.
Espíritu, suma de todas las gracias.



Oración final

Señor, Dios todopoderoso, que para gloria tuya y salvación de los hombres constituiste a Cristo sumo sacerdote; concede al pueblo cristiano adquirido para ti, por la Sangre preciosa de tu Hijo, recibir en la Eucaristía, memorial del Señor, el fruto de la Pasión y Resurrección de Cristo. Que vive y reina contigo...



Canto: Salve Regina