Las siete palabras de la Virgen
Las siete
intervenciones de la Virgen
que recoge el Evangelio nos ayudan a conocer su personalidad. Cada una de estas
siete palabras nos manifiesta una actitud de su persona, una virtud, una
cualidad. Ellas nos permiten componer mejor su imagen, su retrato verdadero.
Estudiarlas, profundizar en ellas, es el mejor camino para llegar a saber cómo
era: sus palabras nos dan una síntesis de su vida. Estas siete palabras fueron
proferidas como siete actos de amor, como siete llamaradas del horno de su
corazón.
1ª.-
PRIMERA PALABRA: ¿CÓMO SERÁ ESTO PUES
NO CONOZCO VARÓN? (Lc 1,34).- Esta primera palabra es llamarada de “amor
separante“, pues la naturaleza del verdadero amor es apartarse de lo que se
opone al objeto amado. Y cuanto mayor es el amor, tanto mayor es la separación.
Y, como el amor de la Virgen
a Dios es total, éste es el sentido del voto de virginidad; por eso se opone a
una unión carnal con varón.
Con
esta pregunta, María pide una explicación, no propiamente para comprender los
planes de Dios, sino para cumplirlos. Pregunta para saber qué tiene que hacer,
cuál ha de ser su modo de comportarse. Además, la pregunta de María describe su
deseo íntimo, su inclinación a la virginidad, virginidad espiritual sobre todo,
que consiste en la actitud de su alma que se siente pobre y esclava del Señor y
se abre a los designios de Dios.
2ª.-
SEGUNDA PALABRA: “HE AQUÍ LA ESCLAVA DEL SEÑOR.
HÁGASE EN MI SEGÚN TU PALABRA“ (Lc
1,38).- Esta segunda
palabra es de “amor transformante“, y consiste en la unión más íntima del
amante con el amado. Esta llamarada es la principal de todas, pues el alma
dócil sólo desea complacer a su amado. Por eso se llama “esclava del Señor“
deseando cumplir su voluntad.
La clave de la santidad de la Virgen , el secreto de su
vida, lo proclamó en esta palabra: declara que es propiedad de Yahvé, abierta
por completo al misterio divino. La grandeza de María está en su “HÁGASE”,
en acoger incondicionalmente los
designios de Dios. En esta palabra es donde mejor se transparenta el
modelo del creyente: el que se abre para decir SI a Dios.
3ª.-
TERCERA PALABRA:”SALUDO A ISABEL“
(Lc 1,40).- La
tercera palabra es de “amor comunicante“, pues la naturaleza del verdadero amor
es imprimirlo en los demás, como la naturaleza del fuego es inflamar todo lo
que le rodea. Con su saludo Juan saltó de gozo e Isabel se llenó del Espíritu
Santo. En esta escena evangélica (Lc 1, 41-45), Isabel nos ha regalado el mejor
panegírico de María. Es maravilloso por su brevedad y por su densidad. Cuando
Isabel siente la presencia de la
Virgen , y oye su saludo, la llama “bienaventurada entre todas
las mujeres“, iniciándose de ese modo el rosario que todas las generaciones
cantarán de las glorias de María; también la proclama Madre del Señor (de
Dios), antes de que lo hagan los concilios de la Iglesia.
4ª.-
CUARTA PALABRA: “PROCLAMA MI ALMA LA GRANDEZA DEL
SEÑOR...” (Lc 1, 46-55).- .Esta palabra es de “amor exultante“, saltando de
alegría y cantando todas las maravillas con las que la ha colmado el
Todopoderoso.
El Magnificat no es sólo el canto de la
humildad de la Virgen ,
sino también y del modo más profundo, una profesión de su alegría. Se
estremecen sus entrañas al descubrir que el que todo lo puede ha confiado en
ella y la ha hecho maravillosa. La
Virgen es la mujer entusiasmada, tocada por Dios, inspirada
por lo divino, poseída por Dios. Metida en el mar de Dios hasta lo más hondo,
vive fuera de sí, atraída por la alegría y la fuerza de Dios.
5ª.-
QUINTA PALABRA: “HIJO, ¿PORQUÉ LO HAS
HECHO ASI CON NOSOTROS?...” (Lc 2, 48).- Esta frase es llama de “amor saporantis"
(gustoso, sabroso), pues lo propio de este amor es gustar y saborear
íntimamente y discernir los distintos gustos del amado y las diversas
propiedades del sabor divino. Cristo contiene en sí dos clases de sabor: de
dulzura y de dolor. El sabor de dulzura al llamarle con el dulcísimo nombre de
hijo (la única vez que aparece este nombre en la boca de María). El sabor de
dolor y amargura en la queja que le dirige a su hijo.
Las palabras de la Virgen son
equilibradas: está apenada por haber perdido al Niño y gozosa por haberlo
encontrado. Y recordaría el contraste entre la independencia de Jesús, que
descorría el velo de su trascendencia y de su dependencia, ya que permanecía
obediente a sus padres. Esta independencia que Jesús reclama de sus padres
terrenos, a la vez que la misteriosa vida oculta de Nazaret, obediente y sumiso
a José y a María, es el contenido de la meditación de la Virgen, lo que ella
guardaba en su corazón aunque quizá no lo entendía. Sólo después de la
Resurrección llegó a comprender verdaderamente la filiación divina.
6ª.-
SEXTA PALABRA: “NO TIENEN VINO“
(Jn 2,3).- Esta
palabra es de “amor compasivo“, que consiste en sufrir por los fallos que se
dan en las tristes situaciones de esta vida. Es una palabra de tierna compasión
con la que la Virgen, abogada en el Cielo y en la tierra, pide a Jesús ante
nuestras carencias, no para acusarnos, sino para que se compadezca de nosotros.
S. Juan nos introduce en un episodio
desconocido por los Sinópticos. La Virgen sugiere a Jesús su primer milagro y
de algún modo anticipa el comienzo de su vida pública. Aunque Jesús descarta su
petición, María no es rechazada, y por eso ella confía, espera y alerta a los
sirvientes para que presten atención a lo que su Hijo haga o les diga. S. Juan
parece haber elegido estos rasgos de la Virgen que manifiestan el papel que
tendrá siempre: expondrá a Jesús nuestras carencias, mientras nos seguirá
pidiendo a nosotros cumplir lo que su Hijo mande. Esta escena, como otras del
cuarto Evangelio, tiene un alcance universal.
En Caná, María es el símbolo perfecto de
lo femenino, preocupada y solícita por los demás, que fuerza con todos sus
resortes al Hijo para que ayude y solucione el conflicto. El vino implica
alegría y María sabe la importancia del buen vino para la fiesta, e interviene
salvando la fiesta.
7ª.-
SÉPTIMA PALABRA: “HACED LO QUE ÉL OS
DIGA“ (Jn 2, 5).-
Esta séptima palabra es de “amor sumante“, dirigida a todos los hombres, para
cumplir la voluntad de Jesucristo; mediante la obediencia y la cooperación
conseguirán de Cristo el vino que necesitan.
Con esta palabra la Virgen nos enseña el
carácter de vehículo hacia Jesús que tiene la devoción mariana, devoción que
nunca podrá ser tomada como una pieza aparte, sino usada como el mejor camino
para glorificar a Dios y empeñar a los cristianos en una vida absolutamente
conforme a la voluntad divina.
Con estas palabras María asume una
función nueva, evangelizadora y misionera. Ella ha creído en su Hijo, ha
escuchado su palabra y la ha cumplido (Lc 11,28). Ahora se dirige a los hombres
para que hagan lo mismo. No sólo es la creyente, sino la promotora de la fe.
CONCLUSIÓN.- Si “de la abundancia del corazón habla la boca” (Mt
12,34 ), como dijo el Señor, al meditar en las SIETE PALABRAS de María, nos
damos cuenta que su corazón está lleno:
de pureza
virginal (1ª)
de obediencia
rendida (2ª)
de cortesía
cariñosa (3ª)
de humildad
reconocida (4ª)
de dolor
resignado (5ª)
de misericordia compasiva
(6ª)
y de confianza
ilimitada (7ª)
Y todo fruto del más ardoroso amor.
María
debió intuir el sentido profundo de la respuesta de Jesús, ya que sus últimas
palabras: “Haced lo que El os diga“, tienen todo el valor de un
testamento con el que la Virgen pide a los hombres que oigan la Palabra de Dios
y la pongan en práctica. (Véase Francisco Mª López Melus: “María de Nazaret“,
p.p. 173-211).
Por Francisco Pellicer Valero
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