San José goza de la gloria máxima, después de la Santísima Virgen, como corresponde a su santidad en la tierra, en la que gastó su vida a favor del Hijo de Dios y de su Madre Santísima.
Por otra parte, si Jesús honró en vida a José más que a todos los demás, llamándole padre, también se ensalzará por encima de todos, después de su muerte.
Inmediatamente después de su muerte, el alma de San José iría al seno de Abraham, donde los patriarcas y los justos de todos los tiempos aguardaban la redención que había comenzado. Allí les anunciaría que el Redentor estaba ya en la tierra y que pronto se abrirían las puertas de Cielo y que los justos se estremecerían de esperanza y de agradecimiento. Rodearían a José y entonarían un cántico de alabanza que ya no se interrumpiría en siglos venideros.
Muchos autores piensan con argumentos sólidos que el cuerpo de San José, unido a su alma, se encuentra también glorioso en el Cielo, compartiendo con Jesús y con María la eterna bienaventuranza. Consideran que la plena glorificación de San José tuvo lugar probablemente después de la Resurrección de Jesús. Uno de los fundamentos en que se basa esta doctrina moralmente unánime desde el siglo XVI, es el dato que aporta San Mateo de los sucesos que ocurrieron a la muerte del Señor "... muchos cuerpos de los santos que habían muerto, resucitaron."
Doctores de la Iglesia y teólogos piensan que Jesús, al escoger una escolta de resucitados para afirmar su propia resurrección y dar más realce a su triunfo sobre la muerte incluiría en primer lugar a su padre adoptivo. ¡Cómo sería el nuevo encuentro de Jesús y de S. José! El glorioso patriarca, afirma S.Francisco de Sales, tiene en el Cielo un crédito grandísimo con aquél que tanto le favoreció conduciéndole al Cielo en cuerpo y alma. ¿Cómo iba a negarle esta gracia quien toda la vida le obedeció? Yo creo que José, viendo a Jesús, se diría: "Señor mío, Acuérdate de que cuando bajaste del Cielo a la tierra te recibí en mi familia y en mi casa, y cuando apareciste sobre el mundo te estreché con ternura entre mis brazos. Ahora tómame en los tuyos y, como te alimenté y te conduje durante tu vida mortal, cuida tú de conducirme a la vida eterna". Jesús se sentiría dichosísimo de complacerle.
Cada vez es más general la doctrina de que el Hijo de Dios honró a S. José lo mismo que a la Virgen la cuál subió al cielo en cuerpo y alma, para que como aquella familia -Cristo, la Virgen y S. José- vivieran juntos en laboriosa vida y en gracia amorosa.
Por francisco pellicer valero
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