"PAN DE VIDA, EL "INVENTO" DE SAN JUAN"
El capítulo VI de Juan se sitúa cerca de un monte (lugar
de oración y de enseñanza para Jesús) y en un tiempo cercano a la Pascua, lo
que encierra la clave de todo el capítulo, puesto que Jesús es revelado por
Juan como alimento de la nueva Pascua, inaugurador de la Nueva Alianza, guía
del Éxodo que inicia la liberación y la marcha a la Tierra Prometida.
En
una relectura cristiana, este capítulo, recuerda claramente, con la referencia
a la Pascua, a la Eucaristía que Juan trae aquí en lugar de situar su
institución en la Ultima Cena como lo hacen los sinópticos.
I.
La multiplicación de los panes.
En
los primeros versículos de este capítulo, Jesús es presentado como un nuevo
Moisés. Se inicia con el paso del mar y la proximidad del monte, alusiones
claras al Éxodo, a donde es seguido por una gran multitud. No parece importar
cómo Jesús y sus discípulos atraviesan el mar pero sí podemos deducir que
viniendo de Judea, donde ya comienzan a planear su muerte, Jesús escapa de la
tierra de opresión, continuando así el autor con el paralelismo, del mismo modo
que los seguidores de Jesús son generalmente los débiles, los oprimidos,
aquellos que a la vista de las "señales" que Jesús realiza esperan
que serán por El liberados. J. Mateos, en este punto, matiza que las señales
realizadas no son las propias de la taumaturgia de Moisés frente a los
poderosos, señales de temor, sino de amor, y así mismo el seguimiento de Jesús
no responde a un caudillaje por parte de Este; quien sigue a Jesús hace una
opción, decide dar el paso, aceptar su mensaje de amor y vida.
Jesús
es anunciado por Moisés como "un profeta como yo", y así, sus señales
recuerdan a Moisés, pero, para este pueblo que le sigue, fiel a la ley mosaica,
Jesús es un eslabón más con el pasado. No es así como Jesús quiere ser visto,
la era mesiánica ha de ser una ruptura con el pasado y la inauguración de un
tiempo nuevo. La liberación viene de la mano de Jesús en base a la fe en El y
en que El es el Camino para ir a la Verdad, El es la Luz que guía hacia la
Vida. Así Juan utiliza la comparación para resaltar la superioridad de la nueva
Pascua y del Mesías enviado por Dios.
Como
si de una prueba se tratara, Jesús pone a Felipe ante la necesidad del pueblo,
necesidad que El ya conoce. Como siempre, Él toma la iniciativa ante el hambre,
ante la comunidad. Su amor es infinitamente mayor que la sensación de
impotencia de los discípulos, y le mueve a dar. Pero el episodio de la multiplicación
de los panes, con el acto de dar alimento, será en la nueva Pascua, el símbolo
de la entrega de un alimento no perecedero, el propio Jesús. La acentuada
debilidad del hombre se verá calmada por la abundancia del alimento que Jesús
da: El don del pan, el don de la vida, viene del Padre y así Jesús le dirige
una acción de gracias como figura del mediador que comunica al hombre con el
Dios lejano y transcendente. Jesús se compadece del hombre y toma como misión repartir,
entregarle los dones de Dios. Dones que se encuentran en toda la creación y que
culminarán con la entrega de la propia vida.
Como
ya decíamos, este episodio es tomado como una señal, pero el pueblo sólo
advierte que su hambre ha sido saciada. Si podía hacer esto como Moisés cuando
el Éxodo, también podría liberarlos de la presencia del opresor romano; así
deciden hacerle rey, darle el poder, y ellos sólo cambian con esto de dueño. Pero
no es esa la opción que Jesús les pide: El espera su generosidad, su amor, que
continúen su obra desde su propia libertad.
Ante
esto, Jesús se retira al monte, al lugar tradicional de encuentro con el Padre
que Juan ve como lugar de la manifestación de su gloria y de su amor.
La
huída de Jesús entristece a sus discípulos. El éxodo es un fracaso y ellos
abandonan. Aquí Juan introduce de nuevo su dualismo: Luz—tinieblas. Los
discípulos, que no han comprendido el signo realizado por Jesús, se alejan de
El, de la Luz, y se dirigen al otro lado del mar: "Los había cogido la
tiniebla".
La
cercanía de Jesús es la órbita de su amor, y por tanto la luz. Pero los
desencantados discípulos se encuentran ahora en medio de la noche, y en medio
de un lago en mal estado por causa del viento. Su incomprensión del mensaje
mesiánico del servicio a los demás, les tiene sumidos en la confusión, en la
tiniebla.
Ellos
han desertado, pero Jesús no va a dejarlos en medio de su tiniebla. Y se les
acerca caminando sobre el agua, a tranquilizarles, a no permitir que se
pierdan, a evitar que ahora como cuando El muera, caigan en la tentación de
pensar que todo ha terminado.
Su
voz segura, suave y amigable les devuelve la paz al corazón y ellos que
intentan subirle a la barca, recuperando su fe y su confianza, se encuentran de
repente en el lugar de destino y de nuevo en la calma. Cuando su corazón
recupera la capacidad de aceptar a Jesús, cuando el amor y la fe vencen a la tentación,
el éxodo termina con la llegada a la meta prometida.
II.
Discurso del Pan de Vida»
En
los versículos de transición entre la señal realizada por Jesús y el discurso
del pan de Vida leemos: "... donde habían comido el pan cuando el Señor
pronunció la acción de gracias" en el versículo 23. Se percibe claramente
la alusión eucarística, sentido que una lectura cristiana daría a esta escena
por su paralelismo con su relato de la institución tanto en Pablo como en los
sinópticos.
A
ese mismo lugar donde Jesús les da el pan, es donde las gentes acuden a buscarle y no hallándole a El ni a
los discípulos, deciden marchar a Cafarnaum, lugar al que Jesús se ha dirigido
y que es tan querido por El que a su sinagoga se la llamará posteriormente la
sinagoga de Jesús.
Al
producirse el encuentro con Jesús Este les increpa diciendo que han ido a El
por la facilidad con que se han alimentado, no porque la señal les haga
sentirse obligados a cambiar de vida y tomar conciencia de que es el servicio a
la comunidad lo que ha de moverles para encontrar la salida a su esclavitud.
En
el Éxodo y con el liderazgo de Moisés, este mismo pueblo ya ha descargado en él
sus responsabilidades; han recibido sin necesidad de esfuerzo, el alimento que
les llenará, pero no ha habido variación en su corazón.
En
el tiempo de Jesús, el pueblo sigue oprimido, ahora bajo la Ley de Moisés y sus
prescripciones por un lado, y la opresión extranjera por otro.
Seguir
la ley al pie de la letra tampoco les exigía esfuerzo grande y al fin y a la
postre estaban acostumbrados a ser esclavos. Por tanto, cuando Jesús después de
otorgarles la libertad, les muestra su pobreza, les está pidiendo que realicen
Su obra acerca de la comunidad. Pero las gentes prefieren darle el poder y
renunciar a su libertad, con tal de no realizar el trabajo que Jesús les exige
para ganar el alimento que no perece como el recién recibido. Les quiere
significar que no basta con encontrar el sustento material. Es necesario
aspirar a la perfección, a la plenitud humana, pero no se conseguirá sin el esfuerzo
personal y comunitario de aceptar el compromiso, de aceptar a Jesús con fe y
realizar Su misma obra con amor y generosidad.
Deben
comprender que el pan recibido ayer no es para llenar sus estómagos, es pan de
amor, es pan de Vida que se entrega con la finalidad de cambiar la condición
del hombre, llevando a término la obra de la creación con la plenitud del hombre.
El pan verdadero es el Espíritu, pero la actitud pasiva del hombre no le lleva
a la plenitud sino que ha de trabajar "... por el alimento que dura, dando
vida, el que os va a dar este Hombre; pues a Este el Padre Dios lo ha marcado
con su sello" vers 27. Y este sello es el Espíritu que completa al hombre,
Ahora ellos le preguntan cómo han de trabajar; hasta el momento han seguido
los mandamientos y la observancia de la Ley. Pero no conocen el trabajo que
Dios quiere que realicen. Jesús responde que es la adhesión a El como enviado,
el requerimiento de Dios; adhesión a su persona y a su vida.
Ellos
le ven como profeta y los profetas no exigieron esta adhesión personal sino al
mensaje que transmitían, por esto la exigen una señal "... para que viéndola,
te creamos" vers. 30.
Le
proponen la señal propia de Moisés: "Nuestros padres comieron el maná en
el desierto; así está escrito: Les dio el pan del cielo". Siguen, pues,
apegados a su pasado. ¿Hará Jesús un prodigio similar?. Jesús les responde que
El es el Padre, el Dios cercano, el que les otorga el nuevo maná bajado del
cielo que no es otro que el mismo Jesús, El es el pan del amor, el don de vida,
que satisface para siempre porque es el amor de Dios.
Juan introduce su fórmula típica:
"Yo soy el pan de Vida", para significar que es su propia esencia. El
es el pan por antonomasia. Comer de El y aceptarle no traerá más hambre, les
comunica la vida. Es el alimento que, a diferencia de la Ley, no les dejará
insatisfacción. La Ley, representada por el maná, es alimento perecedero, y
queda derogada al llegar el alimento verdadero: Jesús. Por esto les exige su
adhesión, porque ésta supone la ruptura con el pasado y la Ley, este es el
trabajo que se espera del hombre.
Las
gentes se encuentran reacias a admitir que Jesús sea de origen divino al decir
de Sí mismo que es el pan bajado del cielo. Para ellos esto es un escándalo.
Pero Jesús prosigue su enseñanza asegurando que Dios habla al hombre, envía su
palabra, y esta palabra es el propio Jesús, así escuchar a Jesús es la forma de
conocer al Padre. Para Juan, de hecho, tener fe en Jesús, admitirle y conocerle
son sinónimos. Al fin esta es la vía para tener la experiencia del Padre: su
propio Hijo.
La
vida, asegura Jesús, depende de la fe. E inmediatamente repite: "Yo soy el
pan de la vida" y vuelve a la comparación con el maná del éxodo: los que
comieron de el no solo murieron sino que no pudieron alcanzar la promesa.
Sin
embargo, todo el que por la fe se une a Jesús vendrá a recibir el don que de Sí
mismo hace, la comunicación de vida, y alcanzará la meta o Tierra prometida.
Tras
hablarnos de la enseñanza que conduce al conocimiento de Dios por medio de
Jesús, pasa el evangelista a un tema netamente eucarístico. Desde la segunda
parte del versículo 31 se identifica el pan no ya, como antes, con la palabra,
sino con la carne. Dentro del paralelismo con el Éxodo, ahora el pan pasa de
igualarse al maná (simbolizando la Ley), a semejarse al cordero pascual comida
de Alianza. Jesús se da a Sí mismo, su "carne" para comunicar el don
de amor y la presencia del Padre entre los hombres.
Las
gentes se escandalizan sin comprender que es esta entrega de Sí mismo, en su
realidad humana, la que acerca al Dios hasta ahora alejado, que se acerca por
iniciativa suya.
El
tema eucarístico llega a su punto álgido tras asegurar Jesús en el versículo 33 " ... si no coméis
la carne de este Hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en
vosotros". Para aumentar el escándalo se introduce un elemento nuevo: la
sangre. Ahora ya no estamos ante la metáfora del pan. Ahora entregar carne y sangre nos habla de violencia y de
muerte. El nuevo Éxodo, a semejanza del primero, ha de comenzar con la carne
del cordero compartida por la comunidad que sale de la esclavitud. La sangre derramada
para librar de la muerte, es la sangre que comunica la vida definitiva. La
entrega por la vida es una entrega total de Jesús al hombre.
La
Eucaristía, es así comunión de vida con Jesús, vida que proviene de su muerte y
que la propia institución recuerda.
La
vida, el Espíritu, proceden del Padre, y Jesús los transmite al hombre para
procurarle de esta manera una vinculación al Padre de la que es mediador. La
vida fluye a través de El, como nunca pudo hacerlo el maná, con la única
condición de la fe y el seguimiento de Jesús elegido libremente. La Eucaristía
ha de tener como fruto la experiencia del amor de Jesús, que se entrega por el
hombre, y su consecuencia lógica será una comunidad de hombres nuevos,
esforzados en imitar este amor y esta entrega.
Si
el tema del pan de vida ha hecho coincidir dos significados: palabra y carne,
es para describir a Jesús como enseñanza, conocimiento de Dios, y como
Eucaristía, como sacramento de la presencia de Dios, mostrándonos las dos
formas en que Dios, por medio de Jesús permanece entre nosotros, pidiéndonos
que le asumamos en ambas ya que en ambas nos está comunicando la Vida que es El
mismo.
De
nuevo las gentes se sienten escandalizadas, es incomprensible entregar la
carne, entregar la vida; y ¿cómo va a hacerlo un hombre como los demás?
Incluso dicen muchos que el
mensaje de Jesús es insoportable. Esperaban un Mesías libertador de la opresión
enemiga, un rey que les diera una ley y asumiera el poder, una época de
prosperidad material; el mensaje de Jesús es, efectivamente, insoportable. Por
eso se van.
Pero,
por otro lado están sus discípulos más cercanos, los doce; ellos han
comprendido que "Tus exigencias comunican vida definitiva", por lo
tanto, permanecerán junto a El, asumiendo su obra. Pedro, que habla por todo el
grupo, le asegura haber ganado ya la fe y sobre todo, saber, conocer la forma
de acercarse a Jesús: Ellos aceptan la revelación de Jesús y le reconocen el
"Consagrado por Dios".
Pero
dentro de ase mismo grupo hay quien no comparte la aceptación del mensaje de
Jesús, el del don de Sí mismo. Su enseñanza de amor no ha calado en Judas de
quien vendrá la traición.
III.
Ideas doctrinales.
a)
La utilización de "signos" por parte del autor sirve para manifestar,
para revelar la obra del Padre. Son en sí acciones significativas y simbólicas
que nos dirigen a mostrarnos y a que comprendamos la obra de Jesús y su poder
para realizarla; en estos signos debemos descubrir al Padre que ha enviado a
Jesús, son por lo tanto el testimonio de que Jesús es el Hijo de Dios.
b)
En este capítulo, la fe hace referencia al conocimiento que de Dios
puede tener el hombre por medio de Jesús; aceptar a Jesús, asumir su mensaje, es
creer en El. La fe es la respuesta, el compromiso del hombre frente a Jesús que
revela a Dios. Es la seguridad de que unirse a Jesús y asimilar su mensaje es la
vía para alcanzar esa vida eterna que El nos promete por lo tanto exige una unión
personal con El, un seguir su misma suerte con obediencia al Padre, como así mismo nos ejemplifica. Creer en Jesús nos libera de la muerte, puesto que es el dador de vida por excelencia.
puede tener el hombre por medio de Jesús; aceptar a Jesús, asumir su mensaje, es
creer en El. La fe es la respuesta, el compromiso del hombre frente a Jesús que
revela a Dios. Es la seguridad de que unirse a Jesús y asimilar su mensaje es la
vía para alcanzar esa vida eterna que El nos promete por lo tanto exige una unión
personal con El, un seguir su misma suerte con obediencia al Padre, como así mismo nos ejemplifica. Creer en Jesús nos libera de la muerte, puesto que es el dador de vida por excelencia.
En
este capítulo, la fe nos la exige Jesús al mostrarnos sus señales para que
creamos que es El realmente el enviado de Dios con poder para manifestar su gloria
y esta fe crece con la unión incondicional a El.
Al
final de este capítulo, con la confesión de Pedro, el cristiano recibe el
mensaje de la necesidad de fortalecer la fe puesto que el gran discípulo en la
hora final le abandona por no haber comprendido la totalidad de su mensaje.
c)
La vida y el amor están íntimamente ligados, puesto que la vida es
consecuencia de la eficacia del amor, que se entrega a Sí mismo, que está siempre pendiente de la necesidad, de la debilidad del hombre. Por amor se entrega
Jesús a la muerte y de ésta surge la vida, la efusión de Espíritu es la continuación de la presencia de Jesús entre los hombres porque con su muerte no queda todo terminado.
consecuencia de la eficacia del amor, que se entrega a Sí mismo, que está siempre pendiente de la necesidad, de la debilidad del hombre. Por amor se entrega
Jesús a la muerte y de ésta surge la vida, la efusión de Espíritu es la continuación de la presencia de Jesús entre los hombres porque con su muerte no queda todo terminado.
El amor se entrega gratuitamente,
nace de Dios por su propia iniciativa sin que el hombre haga merecimiento de
él. Y llega al extremo de manifestarse en la misma encarnación de Jesús como
medio total de la actuación salvífica de Dios. Todo el discurso del pan de Vida
gira en torno a esta idea: la entrega por amor, como alimento eterno. Amor
dinámico que no cesa, que halla su continuidad en la efusión del Espíritu.
d)
La Eucaristía es el gran tema del discurso del pan de Vida: con el
fundamento de la fe como exigencia, la Eucaristía representa la entrega que Jesús hace en su encarnación y en su muerte y que quedará como sacramento de unión y de alimento del que es por Sí mismo el dador de vida y revelador del Padre, cuya presencia continuará entre nosotros por la comunión con el Hijo. Si bien su manifestación primera es la Palabra, pues como tal ha venido al mundo, Jesús ha deseado quedar en medio de los hombres con esta institución sacramental que es para la comunidad la forma más pura de unión con El.
fundamento de la fe como exigencia, la Eucaristía representa la entrega que Jesús hace en su encarnación y en su muerte y que quedará como sacramento de unión y de alimento del que es por Sí mismo el dador de vida y revelador del Padre, cuya presencia continuará entre nosotros por la comunión con el Hijo. Si bien su manifestación primera es la Palabra, pues como tal ha venido al mundo, Jesús ha deseado quedar en medio de los hombres con esta institución sacramental que es para la comunidad la forma más pura de unión con El.
IV.
Temas bíblicos del capítulo VI.
Fundamentalmente,
el tema de Ëxodo. Jesús es presentado como un nuevo Moisés pero muy superior a
él por su esencia de Hijo de Dios y dador de vida.
Así
mismo, hay una comparación evidente con el éxodo al mostrarnos a Jesús
arrastrando tras de Sí a un enorme gentío. El atravesar un mar después de salir
del lugar de persecución es utilizado como símbolo por el autor para significar
el paso de la opresión y las tinieblas a la luz y a la vida en la aceptación de
su mensaje de amor.
El
maná es otro punto fundamental puesto que se establece su comparación por un
lado con el pan de vida como alimento perecedero frente al no perecedero; y
por otro lado como representación de la Ley frente a la Palabra, que encarnada,
es vivificante, no como la antigua Ley.
Al
fin, el gran tema bíblico de fondo en todo al capítulo es el de la Nueva Alianza
comparada con la antigua, que con Jesús deja de tener vigencia. La Ley no es
eficaz para el plan salvífico de Dios. Es la fe en Jesús y su entrega generosa
lo que pone al hombre en contacto con Dios, Que como en el Antiguo Testamento,
toma la iniciativa para realizar la salvación enviando a su propio Hijo, en
Quien sellará su Alianza.