CON QUIÉN HABLABA JESUCRISTO
La conferencia revistió cierta complejidad, pues tenía el propósito de distribuir -como así se hizo- sendos ejemplares de unas concordias evangélicas pasadas por ordenador que estructuraban los cuatro Evangelios en unas 236 escenas evangélicas, situando informáticamente cuatro líneas verticales con el nombre de cada uno de los evangelistas, en base a las cuáles se podían localizar las distintas escenas y los respectivos autores, con las citas de los respectivos capítulos y versículos.
La segunda parte, por así decir, fue una breve presentación de los cuatro evangelistas, perfilando sus distintas personalidades y las peculiaridades propias de cada uno de ellos, tales como la exactitud de contable de Mateo, la sobriedad del estilo de Marcos lleno, sin embargo, de una expresividad "fuerte" y estremecedora; el humanismo y la ternura de Lucas a través de numerosas escenas, como el nacimiento e infancia de Jesús, el diálogo siendo niño con los doctores de la ley, o las parábolas maravillosas entre las que se cuenta la del hijo pródigo glosando esa figura del Padre celestial prefigurado en el padre de la parábola; y la altura y profundidad del evangelista Juan que cuenta pasajes tan hermosos como las bodas de Cana -muestra del inmenso poder mediador e intercesor de la Virgen María-, el encuentro con la samaritana o la presencia del mismo junto a María al pie de la Cruz.
Había como una tercera parte, en que se aludió a nuestro deber de profetismo personal, leyéndose un breve pero expresivo texto tomado de la "Historia de Cristo", de Papini.
Y al llegar a este punto, tenía previsto "cerrar" la conferencia explicando el título de la misma, es decir con quién hablaba Jesucristo y, quizá por las dificultades de síntesis de todo lo antecedente, cometí la involuntaria omisión de no explicar el título, es decir y como ahora trato de subsanar, que Jesucristo habló con todo el mundo: justos y pecadores, hombres y mujeres (generando con estas últimas pasajes maravillosos como el de la samaritana, la adúltera o el de su diálogo "de poder a poder" con su madre María en Cana de Galilea); habló con políticos, con fariseos y saduceos, con sanos y enfermos, leprosos, ciegos, y difuntos (el hijo de la viuda de Naím o Lázaro, el hermano de Marta y María), con pecadores y con niños (que los quería cercanos), con dementes, endemoniados y santos; ladrones buenos y malos; en definitiva, con todos y cada uno de los seres humanos con los que se cruzó, sin hacer excepciones de raza, color o creencia: en definitiva con cualesquiera seres humanos que integran nuestra pobre humanidad, capaz felizmente -y por el sacrificio de Jesús- de alcanzar la eterna salvación. La única excepción parece señalarla Lucas (Lc 23, 8-9), que cuenta cómo Herodes se alegró de ver a Jesucristo, pues esperaba "...ver de Él alguna señal. Le hizo bastantes preguntas, pero Él no contestó nada." Evidentemente lo anterior no prejuzga respecto a la eventual salvación de Herodes.
Finalmente, señalar un error de memoria: en el coloquio final, aludí al papa Sixto V, cuyo nombre de pila dije ser Elias Peretti, cuando en realidad era Félix, cuyos padres soñaron antes de su nacimiento que sería papa. Señalar asimismo que la reforma de la Iglesia que realizó cumplió un triple fin: restablecer el orden y la economía del Vaticano, reformar la Iglesia en función del Concilio de Trento y defenderla de sus enemigos. El alemán Pastor le califica de "personaje genial, en todos los conceptos extraordinario."
Rafael Villanova.
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