EL SILENCIO DE ESTOS DÍAS DE CONFINAMIENTO
Un cor-loquio bíblico
Durante estos días de confinamiento se percibe un silencio especial, nunca sentido antes. Como un silencio que nos envuelve a todos, y aunque estemos continuamente enredados con la información y las redes sociales este silencio se siente.
En la Biblia al silencio se le nombra de dos maneras. Una palabra expresa el silencio que nos paraliza, nos deja mudos, ante una situación que nos supera y nos produce miedo (Ex 14,10). Es como este silencio que estamos sintiendo en estos días. Silencio porque no sabemos qué decir, silencio ante lo desconocido e imprevisible, silencio…Este miedo se supera cuando descubrimos la presencia de alguien superior a nosotros, una presencia que nos acaba pacificando, pues sabemos que lo que no entendemos del todo forma parte de un misterio que nos sobrepasa. El misterio de la vida, el misterio de estar dentro de una humanidad frágil y contradictoria. Y en este misterio nos encontramos el temor a Dios (Ex 14,31), un temor que no es miedo que paraliza, sino todo lo contrario, un temor que nos hace mirar al cielo, más allá de nosotros mismos, y que acaba en esperanza, en una confianza de salvación eterna. Es el temor que nos hace alzar la vista con la esperanza de que nuestra débil condición humana no ha sido creada para la muerte sino para un encuentro en la eternidad.
La otra palabra expresa un silencio que es reposo y quietud (Is 32,17), es el silencio que se alcanza a través de un “espíritu de lo alto” (Is 32,15). Cualquiera de nosotros podemos buscar este silencio, entrando en nuestra alma para buscar la paz que no encontramos en este cúmulo de noticias, entre tanta incertidumbre. Dice el profeta Isaías que el fruto de este silencio será una “confianza para siempre”. Este silencio calmado y pacífico nos ayuda a escucharnos y a escuchar con el alma. Y el alma es el ánimo humano, nuestro ser espiritual que nos anima y nos fortalece.
Jesús pasó por el primer silencio aquel primer viernes santo de la historia, pasó por todos los sufrimientos de la humanidad y por todos nuestros sufrimientos. Y resucitando nos dejó su Espíritu, para que, desde nuestro espíritu, desde nuestra alma, nos podamos unir a él a través del segundo silencio. Nuestra esperanza está en que su resurrección será también la nuestra.
Aprovechemos la oportunidad de estos días para rezar con sencillez en nuestras casas. Reposemos nuestros miedos y nuestras angustias en Jesús. Vivamos con paz y esperanza, y estemos atentos con todo cuidado a las necesidades de los que nos rodean.
JESÚS EN TI CONFÍO
Cristóbal Sevilla Jiménez
Fotografías: Manolo Guallart, Mª del Carmen Feliu