NUESTRA SALVACION, OBRA DE LA SANTISIMA TRINIDAD
La
voluntad salvífica universal de Dios es un dogma de fe. Escribe S. Pablo: “Dios
quiere que todos los hombres se salven...” (1 Tim 2, 4). Y el profeta
Ezequiel pone en boca del Señor: “...no me complazco en la muerte del
pecador, sino en que se convierta y viva” (Ez 33, 11). Y S. Pedro: “No
quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan” (2 Pe 3, 9).
La salvación de cada una de las
personas humanas es tan importante para Dios que en esta labor intervienen las
tres Personas de la Santísima Trinidad.
En las frases del Nuevo testamento que
enuncian los acontecimientos de la Redención, el sujeto gramatical es, con
frecuencia asombrosa, Dios Padre. Para citar un ejemplo muy conocido, en los
once primeros capítulos de la epístola a los Romanos, donde se describe la
economía de la salvación, se cuentan hasta ciento cincuenta referencias al
Padre, en un número doble al de las menciones de Jesucristo. No es Dios-Padre
el que nace, muere y resucita; pero Él es el que decide y hace que tengan lugar
todos los actos salvíficos (Glez. Gil: “Cristo el Misterio de Dios”, vol. I,
pág. 184).
I.-
LA INICIATIVA DEL PADRE
San
Pablo escribe en Gal 4, 4: “Al llegar la plenitud de los tiempos envió
Dios (Padre) a su Hijo”. La iniciativa, pues, de la Encarnación, viene
de Dios-Padre. Él es “el principio sin principio, la primera Persona” de la
trinidad. El Padre no procede de ninguna otra persona y, en cambio, del Padre
proceden el Hijo y el Espíritu Santo. Precisamente mediante la misión del Hijo,
como, más tarde, mediante la del Espíritu Santo, el Padre se revela como la
Persona que es origen de las otras dos, y así es fuente manantial de toda
actividad y de toda vida, es decir es “PADRE”. De hecho, en toda la vida de
Jesucristo, el Padre aparece como el agente principal.
Veamos
las notas distintivas de esta iniciativa del Padre:
1.- Iniciativa libre
La
iniciativa del Padre en cuanto Padre, puesto que se dirige al hijo y tiene por
finalidad el extender su paternidad a otros hijos, es una iniciativa personal,
y esto implica que es totalmente libre.
Uno
de los pasajes en que con más énfasis se enuncia la plena libertad de Dios en
toda la economía de nuestra salvación, cuyo eje es el envío de su hijo al
mundo, es el comienzo de la epístola a los Efesios. Entresacaremos algunas
frases: Dios-Padre “ nos ha escogido en
Jesucristo... por amor, habiéndonos predestinado a ser hijos suyos..., conforme
al beneplácito de su voluntad, según las riquezas de su gracia..., dándonos a
conocer el misterio de su voluntad, según su benevolencia...” (Ef 1,
4-11). San Pablo usa los términos disponibles para expresar una decisión libre:
plena advertencia y deliberación con finalidad claramente determinada,
motivación y decisión madura, que no obedece a presión externa de ningún género.
2.- Iniciativa gratuita
La
iniciativa libre del Padre es, además, completamente gratuita. Cuando estábamos
esclavizados por el pecado, Dios quiso mostrar con nosotros su misericordia
(Rom 11, 32) por el inmenso amor con que nos amó, quiso redimirnos y nos dio la
vida con Cristo para patentizar la extraordinaria abundancia de su gracia con
su bondad hacia nosotros en Cristo Jesús. La salvación no viene de nosotros
sino de Dios (Ef 2, 4-10).
3.- Iniciativa de amor
El
deseo de comunicarse personalmente a otro solamente puede nacer del amor. Si
Dios ofrece al hombre su amistad una y otra vez mediante el envío de su Hijo,
el motivo último de esta iniciativa del Padre es el amor a los hombres: “Tanto
amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo Unigénito” (Jn 3, 16). Este
amor a los hombres no puede tener otra explicación; además se da la
circunstancia en nuestro caso, de que en nosotros, a causa de nuestra
mezquindad como criaturas y de nuestro pecado, no había ninguna amabilidad
capaz de atraer el corazón de Dios. Infinitamente gratuito y generoso el amor
de Dios hacia el hombre, al enviar a su Hijo al mundo y entregarlo a la muerte
para acoger de nuevo como hijo al hombre pecador. Dios no escatimó a su Hijo,
sino que por amor al mundo lo envió al mundo para salvar al mundo (Rom 8, 32).
II. EL
HIJO REALIZA LA REDENCIÓN
Una
vez indicado que la iniciativa de la
salvación de los hombres dfue cosa del Padre, fue el HIJO quien nos redimió.
Veamos por qué sufrió Jesucristo su pasión y muerte.
A) Solución
histórica
Los
historiadores afirman que la causa de su pasión y muerte fue debida
principalmente:
a).-
A que no cumplía las leyes que los
doctores de la ley ordenaban, interpretando la ley de Moisés: Curar en
sábado sin peligro de muerte; trasladar objetos en día festivo; arrancar
espigas en sábado; no lavarse las manos antes de las comidas con el ritual
establecido, etc..
b).-
Porque hace afirmaciones y actos
propios de Dios: afirma que existe antes que Abraham; ase considera
superior a los profetas y más importantes que David y Salomón, superior al
Templo y Señor del sábado. Realiza milagros, perdona pecados, afirma su
impecabilidad, se atribuye el poder de juzgar a los hombres, supera la ley de
Moisés, etc..
Es
verdad que la predicación de Cristo y su forma de actuar, ocasionó el odio de
sus enemigos y podemos comprender sus motivos para ello, explicando su pasión y
muerte. Pero los teólogos opinan que la solución histórica es superficial.
B) Solución
teológica
A
los teólogos les resulta superficial esta solución histórica, porque el propio
Señor hizo constar en su proceso civil ante el procurador romano: "No
tendrías sobre mí ningún poder si no te lo hubieran dado de lo alto"
(Jn 19, 11). Tampoco pudieron dañarle lo más mínimo sus enemigos en las
distintas ocasiones en que lo intentaron.
a) La
libertad de Cristo ante la muerte
Por
esto, si queremos dar el primer paso firme en la búsqueda del por qué de la
Pasión, tenemos que empezar afirmando la plena y absoluta libertad con que
Jesús llegó a ella.
Cuando
sus enemigos intentaron darle muerte, al mediar su vida pública, S. Juan nos da
una sola razón de su fracaso: "Nadie le tocó, porque no había llegado
todavía su hora" (Jn 7,
30). Por el contrario, momentos antes de que lo hicieran preso en el huerto,
como simple explicación de lo que iban a contemplar, dijo Jesús a sus
apóstoles: "Ha llegado la hora; el Hijo del Hombre va a ser entregado en
manos de pecadores" (Mt 25, 45). Aun podemos recordar
las impresionantes palabras que nos ha conservado S. Juan: "Yo doy mi vida por mis
ovejas... Nadie tiene poder para quitármelas; soy yo quien libremente la
doy" (Jn 10, 15.18).
b) La
voluntad del Padre
Pero
toda acción libre supone una motivación,. No hay libertad donde no hay una
razón que explique la elección de una cosa sobre otra. Y la razón no puede ser
sino una sola; porque una sola fue siempre y en todo lugar la razón última de
las decisiones de Cristo: la divina voluntad de su Padre. Dice la Carta a los
Hebreos: "Heme aquí que vengo, ¡oh Dios!, para hacer tu voluntad"
(Heb 10, 9). Y en la noche del Jueves Santo, al levantarse de la Cena para
marchar al encuentro de sus enemigos, dijo solemnemente a sus estupefactos
discípulos: "... el príncipe de este mundo... contra mí no puede nada. Más,
para que conozca el mundo que amo al Padre y que obro así como el Padre me ha
ordenado, levantaos, vámonos de aquí" (Jn 14, 30.31).
c).- Doctrina
de Santo Tomás
Podemos
ahora hacernos esta pregunta: ¿Por qué quiso el Padre que su hijo muriera
muerte de Cruz? Porque supuesta la Encarnación del Verbo, cualquiera de
sus acciones, aun la más insignificante, era infinitamente agradable a Dios y
cualquiera de ellas podía ser tenida en cuenta como propia de la humanidad por
el misterio de la capitalidad sobrenatural de Cristo sobre todos los hombres.
Entonces ¿por qué quiso el Padre que nuestra redención se hiciera a precio de
sangre?
Sólo
la consideración de cuanto la Pasión tiene de amor puede darnos una respuesta
plenamente satisfactoria. Santo Tomás se pregunta si la muerte de Cristo era el
modo más conveniente entre los varios posibles para la liberación del genero humano. Y responde afirmativamente
de esta manera: "Tanto es una cosa más acertada
para conseguir un fin propuesto cuanto más factores se combinan en ella
para conseguir dicho fin. Ahora bien, el hecho de que los hombres hayamos sido
liberados mediante la Pasión del señor, entraña muchos factores, que se suman a
la simple liberación del pecado:
* En primer lugar, enseña a los hombres cuán enorme es el amor que
Dios-Padre les tiene, que les entregó lo que ÉL más quería: su Hijo Unigénito.
La Pasión fue una amorosa lección paternal de Dios, para que acertáramos a
comprender siquiera algo del amor infinito de Dios. De este modo el hombre se mueve
a amarle más y más.
** En segundo lugar, las virtudes que tuvo que practicar Jesús en
su Pasión: la obediencia, la humildad, la constancia, la paciencia, el modo de
sufrir, etc., son un modelo para nosotros y necesarias para nuestra salvación.
De ahí que S. Pedro dijera que "Cristo padeció por nosotros, para
dejarnos un ejemplo, cuyas lecciones debemos aprender" (1 Pe 2,
21).
*** En tercer lugar, la Pasión consigue en nosotros un mayor
estímulo para apartarnos del pecado, porque nada ayuda más a eso, que la idea
de que nuestra Redención costó Sangre divina, según lo expresado por S. Pablo: “Habéis
sido comprados a gran precio; dad, pues, gloria a Dios con vuestro cuerpo” (1
Cor 6, 20).
De
este modo quiso Dios darnos una prueba de amor que nos obligara a amarle, y
quiso demostrarnos sus delicadezas de Padre inventando una divina historia
tejida con locuras de amor por nosotros. Nada podía hablarnos más claramente de
su enamoramiento que la manifestación de la justicia plena descargada sobre su
propio Hijo bien amado, para que en ÉL pudiéramos conseguir la liberación de
nuestras culpas.
Por Francisco Pellicer Valero
Fotografía Mª del Carmen Feliu Aguilella