En el pasado ejercicio y en esta Circular previa a las vacaciones, os decía que vivimos tiempos difíciles, es decir tiempos de esperanza y de perseverancia.
De nuevo, permitidme que os copie unos párrafos de Cabodevilla, de su obra primera "Señora Nuestra", en torno a la oración de súplica, precisamente en estos tiempos en que parece que el mundo está al borde de una catástrofe.
"Hay tres clases de oración. La oración latréutica o pura alabanza de la majestad de Dios; la eucarística o acción de gracias y la impetratoria o petición de favores. No obstante, en el fondo, toda oración es petición. En la latréutica pedimos que el nombre de Dios sea santificado, y en la eucarística pedimos que Dios acepte nuestra floja -precaria- gratitud. En cualquier tipo de oración pedimos, al menos ser escuchados.
El menosprecio de la oración de súplica radica en el desconocimiento de su verdadera esencia. Se la identifica con un ánimo interesado y codicioso, cuando en realidad es mendicidad aceptada y amada: HUMILDAD.
Humildad para pedir. El que no pide lo que necesita es porque ya lo tiene o porque tiene otra cosa: soberbia. O tiene dos cosas: soberbia y dominio del idioma.
Humildad para reconocer que necesitamos pedir. El cristianismo proclama el sometimiento de los hombres a la providencia divina; la redención por Cristo es una liberalidad asombrosamente providente. La gracia se explica por su gratuidad.
Humildad para pedir cosas temporales. Se puede pedir la salud, el amor humano, el éxito profesional; el pan de cada día. Y el vino. "No tienen vino (Jn 2, 3), dijo la Virgen, y Jesús les proporcionó un vino milagroso y finísimo.
Humildad para pedir por medio de la oración vocal. ¡Qué maravilla escuchar nuestra boca rezando y descubrir el Salmo 141,2: "Voce mea ad Dominum deprecatus sum".
Humildad para pedir por medio de mediadores. ¡Qué difícil es a veces rezar con lealtad el Padre Nuestro! El Avemaria será para muchos la última tabla de salvación.
Humildad para declarar que no sabemos siquiera pedir, pero el Espíritu Santo pide por nosotros con gemidos inefables". (Rom 8, 26).
Y sobre todo pedir siempre en nombre de Cristo (Jn 14, 13). Antes de empezar a comer, antes de tomar una importante determinación, antes de cualquier entrevista; por los que viajan con nosotros en el autobús, cuando velamos a algún enfermo. Y rezar siempre el Padrenuestro de forma que llegue un momento en que surja de nuestro interior como un automatismo."¡Feliz descanso, de corazón!
Francisco Pellicer