ASOCIACION BIBLICA SAN PABLO

ASOCIACION BIBLICA SAN PABLO

viernes, 4 de junio de 2021

VULTUS CHRISTI

 VULTUS CHRISTI




Cada vez que leo el llamado «Himno de Sant Bult» en el que se refiere a la imagen venerada en el barrio valenciano de la Xerea como el “Santo Bulto”, me duele profundamente.
            Hemos de suponer que la confusión proviene del hecho de que en valenciano se haya escrito siempre con “b” y de que se relacione popularmente con los llamados “bultos” de la Procesión de las Fiestas Vicentinas  dedicadas a San Vicente Mártir que rememora el bautizo de nuestro otro Patrón, San Vicente Ferrer.


            El hecho de que un error se propague y sea aceptado por la mayoría… no lo convierte en verdad universal. Y esto es penoso. Cristo no es un “bulto”.

Lo cierto es que la expresión proviene del latín «vultum» que significa rostro; en este caso, el rostro de Dios. Y el rostro de Dios es Cristo que hace visible al Padre.

A lo largo de toda la Biblia encontramos profusamente referencias al rostro de Dios, a su mirada, a sus ojos.

Desde el Génesis apreciamos que el rostro de Dios no es visible, salvo en el caso de una concesión especialísima: “He visto a Dios cara a cara, y ha sido preservada mi vida” Gn 32.

En Exodo y Números se produce otro hecho que proclama la elección de su siervo, Moisés, quien puede ver el rostro de Dios “cara a cara como quien habla con un amigo”, pero, acaso ¿no es el inicio de la misión mosaica la comunicación primera de Dios diciendo: ”He visto la aflicción de mi pueblo”? Moises, siendo un hombre como nosotros entró en la confianza del Señor, en la Tienda del Encuentro, de la que salía radiante y transfigurado; ello le obligaba a cubrirse con un velo para que nadie se fijara en sí mismo, de la misma manera que el sacerdote, al elevar la Custodia, se cubre con el Paño Humeral para que sólo quede a la vista lo Divino.

Y la bendición sacerdotal o aaronítica, que adoptó San Francisco de Asís, es un remanso de paz porque nos garantiza la misericordia divina.

En los libros del Antiguo Testamento es tan patente la aflicción del fiel a quien Dios “esconde su rostro”, tan doliente la lamentación de aquel que, en apariencia ha sido abandonado por Dios, que su clamor se eleva hasta el Cielo reclamando la mirada del Creador porque el resplandor de su mirada sobre el orante es sin duda la salvación. La queja se convierte en súplica y en deseo y en confianza y, aunque son varios los Salmos que nos lo muestran, el siguiente es el que penetra hasta lo más hondo de esos sentimientos:

Salmo 26

Confianza ante el peligro

            El Señor es mi luz y mi salvación,

¿a quién temeré?

El Señor es la defensa de mi vida,

¿quién me hará temblar?

            Cuando me asaltan los malvados

para devorar mi carne,

ellos, enemigos y adversarios,

tropiezan y caen.

            Si un ejército acampa contra mí,

mi corazón no tiembla;

si me declaran la guerra,

me siento tranquilo.

            Una cosa pido al Señor,

eso buscaré:

habitar en la casa del Señor

por los días de mi vida;

gozar de la dulzura del Señor,

contemplando su templo.

            El me protegerá en su tienda

el día del peligro;

me esconderá en lo escondido de su morada,

me alzará sobre la roca;

y así levantaré la cabeza

sobre el enemigo que me cerca;

en su tienda sacrificaré

sacrificios de aclamación:

cantaré y tocaré para el Señor.

            Escúchame, Señor, que te llamo;

ten piedad, respóndeme.

Oigo en mi corazón: “Buscad mi rostro.”

Tu rostro buscaré, Señor,

no me escondas tu rostro.

            No rechaces con ira a tu siervo,

que tú eres mi auxilio;

no me deseches, no me abandones,

Dios de mi salvación.

            Si mi padre y mi madre me abandonan,

el Señor me recogerá.

            Señor, enséñame tu camino,

guíame por la senda llana,

porque tengo enemigos.

            No me entregues a la saña de mi adversario,

porque se levantan contra mí testigos falsos,

que respiran violencia.

            Espero gozar de la dicha del Señor

en el país de la vida.

            Espera en el Señor, sé valiente,

ten ánimo, espera en el Señor.


 

Y la Acción de Gracias subsiguiente

Salmo 31

Acción de gracias de un pecador perdonado.

            Dichoso el que está absuelto de su culpa,

a quien le han sepultado su pecado;

dichoso el hombre a quien el Señor

no le apunta el delito.

          Mientras callé se consumían mis huesos,

rugiendo todo el día,

porque día y noche tu mano

pesaba sobre mí;

mi savia se me había vuelto un fruto seco 

            Había pecado, lo reconocí,

no te encubrí mi delito;

propuse: “Confesaré al Señor mi culpa”,

y tú perdonaste mi culpa y mi pecado.

            Por eso, que todo fiel te suplique

en el momento de la desgracia:

la crecida de las aguas caudalosas

no lo alcanzará.

            Tu eres mi refugio, me libras del peligro,

me rodeas de cantos de liberación.

            - Te instruiré y te enseñaré el camino que has de seguir,

fijaré en ti mis ojos.

            No seáis irracionales como caballos y mulos,

cuyo brío hay que domar con freno y brida;

si no, no puedes acercarte.

            Los malvados sufren muchas penas;

al que confía en el Señor,

la misericordia lo rodea. 

            Alegraos, justos, y gozad con el Señor;

aclamadlo, los de corazón sincero.


La Encarnación de Dios-con-nosotros es de manera definitiva ver en Jesús, hecho hombre, acampado entre nosotros, el rostro de Dios revelado a la Humanidad.

« Al acercarse la pasión del Señor –evoca Benedicto XVI–, el apóstol Felipe le pide a Jesús algo bien práctico y concreto, que nosotros también hubiéramos dicho: "Señor, muéstranos al Padre y nos basta" (Jn. 14,8). Y Jesús responde no solo para Él sino también para nosotros, llevándonos "al corazón de la fe cristológica". El Señor le dice: "El que me ha visto a mí, ha visto al Padre" (Jn. 14,9). Esta es, observa el Papa, la expresión sintética de la novedad del Nuevo Testamento, novedad que apareció en la gruta de Belén: "Dios se puede ver, manifestó su rostro, es visible en Jesucristo".
Y es que para la Biblia, en palabras de Benedicto XVI, "el esplendor del rostro divino es la fuente de la vida, es lo que permite ver la realidad; la luz de su rostro es la guía de la vida".»

 

El Nuevo Testamento es el relato de la revelación, de la manifestación de Dios hecho hombre por Amor que, como Mediador de la Nueva Alianza nos hace conocer al Padre. La Buena Nueva es que Dios ha venido a nosotros, nos ha mostrado su rostro y, en cumplimiento de las Escrituras, ha fijado su morada entre su pueblo: ¡en la Eucaristía!


“Verán su rostro y llevarán su nombre en la frente.

Noche ya no habrá; no tienen necesidad de luz de lámpara ni de luz

del sol, porque el Señor Dios los alumbrará y reinarán por los siglos de los

siglos.” Ap 22

 

“Buscad al Señor con sencillez de corazón

Porque se deja encontrar de los que confían en El”

 

Texto y fotografía: Mª del Carmen Feliu Aguilella

sábado, 13 de marzo de 2021

JESÚS ES LUZ Y ALEGRÍA

 LECTIO DIVINA DEL DOMINGO 14 DE MARZO 2021. 4º de Cuaresma



JESÚS ES LUZ Y ALEGRÍA
- 2 Crón 36, 14-16. 19-23. La ira y la misericordia del Señor serán manifestadas en el exilio y en la liberación del pueblo.
- Sal 136. R. Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti.
- Ef 2, 4-10. Muertos por los pecados, estáis salvados por pura gracia.
- Jn 3, 14-21. Dios envió a su Hijo para que el mundo se salve por él.

Lectura del Santo Evangelio según San Juan
“Dijo Jesús a Nicodemo:
-Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.
Porque Dios no mandó a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios.
Éste es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas.
Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras.
En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios”.
Palabra del Señor



LECTURA
Dios es luz y nosotros necesitamos esta luz para comprendernos como obra suya y comprender a los demás. En esto consiste la fe, en buscar la luz de Dios a través de Jesús y su palabra. Esta luz de Dios tiene el color del amor y la misericordia, una luz que ilumina las tinieblas de nuestra vida y de nuestro mundo, para que nos sintamos, no juzgados ni condenados, sino salvados por su amor.
Cada vez que leemos el evangelio de San Juan debemos de tener en cuenta su modo de narrar los dichos y los hechos de Jesús, su manera de contarnos las cosas. San Juan narra todo esto al final de sus años, cuando ha entendido después de la resurrección quién es realmente Jesús.
Él recuerda la conversación que tuvo Jesús con Nicodemo y ahora la comprende y le saca todo su sentido, pues es ahora cuando ha entendido plenamente que Jesús resucitado es la luz del mundo.
San Juan nos cuenta las cosas tratando de transmitir toda la vida que él ha encontrado en Jesús (Juan 20,30-31), y tratando de que aquellos primeros cristianos que leen su evangelio compartan con él esta vida (1Juan 1,1-4). San Juan nos va metiendo también a nosotros como lectores dentro de su narración para que descubramos que Jesús es la luz del mundo.

MEDITACIÓN
La meditación de este texto nos hace preguntarnos: ¿descubro en Jesús la luz que me hace entender el amor de Dios?
Recobrar la vista espiritual significa ver a las personas y las cosas que ocurren con los ojos de la fe. En los evangelios nos encontramos con varios ejemplos de personas que recobran esta vista espiritual: Zaqueo, el ciego que está en la orilla del camino, la Samaritana, María Magdalena, María de Betania, la mujer siro-fenicia, el leproso que vuelve, Pedro, ... Nosotros también tenemos esta capacidad de ver con los ojos de la fe, cuando sentimos, por encima de nuestras propias apetencias, que la fe genera un gran amor; entonces nos paramos un momento, y oramos desde nuestro corazón, sintiéndonos queridos por Dios, y queriendo y pidiendo que ese amor se manifieste en nuestra vida y en la de todas las personas.
Cada uno de los hombres y mujeres que he señalado muestran esto que acabo de decir sobre los ojos de la fe, superando el qué dirán y haciendo y diciendo lo que tienen que decir o hacer. Y sin embargo aquellos que ven a Jesús con otros ojos se quedan sin este conocimiento: Simón el fariseo, el otro fariseo que invita a comer a Jesús, los otros nueve leprosos, Judas, ... Ellos se quedaron en su propio mundo, en la oscuridad de su tiniebla.
-Preguntas para la meditación personal:
-¿Qué oscuridades noto en mi vida y en el mundo en el que vivo?
-¿Cómo ilumina Jesús estas oscuridades?

ORACIÓN
Oremos con sencillez para que nuestro encuentro con Jesús nos haga recuperar esta vista espiritual:
“Señor Jesús, nos sentimos ciegos y necesitados de tu presencia,
tenemos dudas, nos falta amor.
Ayúdanos Señor a recobrar la vista espiritual para que te veamos a Ti,
Maestro de amor y de verdad, como nuestro Salvador y Señor.
Señor, que no nos quedemos encerrados en nuestro propio mundo
y en nuestros pequeños intereses.
Que tu luz nos alumbre y así podamos dar testimonio de tu presencia”. AMÉN

CONTEMPLACIÓN Y ACCIÓN
Cuando vivimos los sentidos espirituales, el Señor nos muestra un camino de contemplación. Le vemos a Él y vemos a nuestros hermanos con los ojos que él quiere.


Texto: Cristóbal Sevilla Jiménez Fotografía: Manolo Guallart

domingo, 31 de enero de 2021

DESEEMOS ESCUCHAR LA VOZ DEL SEÑOR

             DESEEMOS ESCUCHAR LA VOZ DEL SEÑOR






Al igual que los profetas nos cuesta escuchar la voluntad de Dios, porque la voz de Dios primero nos interpela, nos mueve de  nuestra comodidad, nos propone ponernos en movimiento, y luego viene la misión que es la acción.


Esto fue lo ocurrió a Moisés, siente temor, siente inseguridad, desconfía de Dios y también de sí mismo, pero es el Señor quien elige al profeta, quien lo suscita de entre el pueblo, y es el mismo Señor quien pone las palabras en boca del profeta para que el pueblo escuche lo que tiene que oír, para que el mensaje llegue a todos, para que sea una cuestión personal la decisión de no escuchar o no obedecer o incluso revelarse. Además se denuncia aquel que diga algo sobre Dios que no sea verdad, aquel que sea un falso profeta, ese sucumbirá por su pecado, se refiere a no tomar el nombre de Dios en vano.

La Escritura nos introduce en la dedicación a las cosas de Dios, es la vocación del profeta, del misionero, del predicador, es la llamada a no implicarse demasiado en las cosas del mundo, fabricando un falso ídolo al que dar culto, por eso es tan importante poner los ojos en el Señor, y hacer hincapié en el amor a Dios sobre todas las cosas, con esa confianza esperamos que el resto venga por añadidura.

Es salir de las tinieblas, salir del error, del pecado, para ir a la luz del Señor. El endemoniado, el pecador, el que anda perdido, sí que reconoce a Jesús, afirmando: « ¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios».

La tiniebla, reconoce la luz, reconoce la verdad, el pecado y el pecador no queda impune por su propia ceguera o maldad, por eso le recriminan al Señor, porque quieren que se vaya, es el poder del pecado y de la corrupción, que persigue a la verdad para vivir como hijos de las tinieblas y alejarse de la luz.

Jesús le dijo al espíritu inmundo que saliera de la persona, y este le obedeció, porque el poder de Dios es muy superior al poder de las tinieblas.

Ahí se demostró la fuerza del Señor, no nos sintamos desanimados cuando estemos débiles o tengamos miedo, porque nuestra fuerza es el Señor, una fuerza que sale de nuestra debilidad. Abramos el oído, y escuchemos la voz del profeta, optemos por las cosas de Dios, y confiemos en la fuerza de la palabra de Jesús.

Javier Abad Chismol

sábado, 9 de mayo de 2020

EL SERVICIO DE LECTOR EN LA MISA


EL SERVICIO DE LECTOR EN LA MISA




El liturgista italiano Enrico Finotti responde a una lectora de Aleteia
Un lector escribe: “Quisiera saber si hay indicaciones precisas dictadas por el magisterio o simplemente por la tradición que expliquen cómo se debe comportar un lector durante la misa. Las lecturas del día y los salmos no deben ser leídos, sino anunciados. ¿Podrían hacer un pequeño elenco de los “errores” más comunes? Por ejemplo, a veces oigo decir como conclusión de una lectura “Es palabra de Dios” en lugar de “palabra de Dios”. Y también, hay quien pone mucho énfasis en leer, a menudo cambiando fuertemente el tono de voz en los diálogos directos…. Hay quien levanta la mirada a los bancos y quien en cambio nunca alza los ojos y los tiene fijos en el texto. Gracias”.
El liturgista Enrico Finotti explica: “La Palabra de Dios en la celebración litúrgica debe ser proclamada con sencillez y autenticidad. El lector, en resumen, debe ser él mismo y proclamar la Palabra sin artificios inútiles. De hecho, una regla importante para la dignidad misma de la liturgia es la de la verdad del signo, que afecta a todo: los ministros, los símbolos, los gestos, los ornamentos y el ambiente”.
Dicho esto, prosigue Finotti, “es también necesario solicitar la formación del lector, que se extiende a tres aspectos fundamentales”.



1. La formación bíblico-litúrgica
“El lector debe tener al menos un conocimiento mínimo de la Sagrada Escritura: estructura, composición, número y nombre de los libros sagrados del Antiguo y Nuevo Testamento, sus principales géneros literarios (histórico, poético, profético, sapiencial, etc.). Quien sube al ambón debe saber lo que va a hacer y qué tipo de texto va a proclamar.
Además, debe tener una suficiente preparación litúrgica, distinguiendo los ritos y sus partes y sabiendo el significado del propio papel ministerial en el contexto de la liturgia de la palabra.
Al lector corresponde no sólo la proclamación de las lecturas bíblicas, sino también la de las intenciones de la oración universal y otras partes que le son señaladas en los diversos ritos litúrgicos”.

2. La preparación técnica
El lector debe saber cómo acceder y estar en el ambón, cómo usar el micrófono, cómo usar el leccionario, cómo pronunciar los diversos nombres y términos bíblicos, de qué modo proclamar los textos, evitando una lectura apagada o demasiado enfática.
Debe tener clara conciencia de que ejerce un ministerio público ante la asamblea litúrgica: su proclamación por tanto debe ser oída por todos.
El Verbum Domini con el que termina cada lectura no es una constatación (Esta es la Palabra de Dios), sino una aclamación llena de asombro, que debe suscitar la respuesta agradecida de toda la asamblea (Deo gratias).

3. La formación espiritual
La Iglesia no encarga a actores externos el anuncio de la Palabra de Dios, sino que confía este ministerio a sus fieles, en cuanto que todo servicio a la Iglesia debe proceder de la fe y alimentarla.
El lector, por tanto, debe procurar cuidar la vida interior de la Gracia y predisponerse con espíritu de oración y mirada de fe.
Esta dimensión edifica al pueblo cristiano, que ve en el lector un testigo de la Palabra que proclama. Esta, aunque es eficaz por sí misma, adquiere también, de la santidad de quien la transmite, un esplendor singular y un misterioso atractivo.
Del cuidado de la propia vida interior del lector, además que del buen sentido, dependen también la propiedad de sus gestos, de su mirada, del vestido y del peinado.
El ministerio del lector implica una vida pública conforme a los mandamientos de Dios y las leyes de la Iglesia.



Leer en misa es un honor, no un derecho
Esta triple preparación, precisa el liturgista, “debería constituir una iniciación previa a la asunción de los lectores, pero después debería seguir siendo permanente, para que no se relajen las costumbres. Esto vale para los ministros de cualquier grado y orden.
Será finalmente muy útil para él mismo y para la comunidad que todo lector tenga el valor de verificar si siguen estando en él todas estas cualidades, y si disminuyeran, saber renunciar con honradez.
Realizar este ministerio es ciertamente un “honor” y en la Iglesia siempre se ha considerado así. Sin embargo, concluye, no se puede acceder a él a toda cosa, ni debe ser considerado un derecho, sino un servicio en pro de la asamblea litúrgica, que no puede ser ejercido sin las debidas habilitaciones, por el honor de Dios, el respeto a Su pueblo y la eficacia misma de la liturgia.

sábado, 21 de marzo de 2020

EL SILENCIO DE ESTOS DÍAS DE CONFINAMIENTO

EL SILENCIO DE ESTOS DÍAS DE CONFINAMIENTO


Un cor-loquio bíblico

Durante estos días de confinamiento se percibe un silencio especial, nunca sentido antes. Como un silencio que nos envuelve a todos, y aunque estemos continuamente enredados con la información y las redes sociales este silencio se siente.

En la Biblia al silencio se le nombra de dos maneras. Una palabra expresa el silencio que nos paraliza, nos deja mudos, ante una situación que nos supera y nos produce miedo (Ex 14,10). Es como este silencio que estamos sintiendo en estos días. Silencio porque no sabemos qué decir, silencio ante lo desconocido e imprevisible, silencio…Este miedo se supera cuando descubrimos la presencia de alguien superior a nosotros, una presencia que nos acaba pacificando, pues sabemos que lo que no entendemos del todo forma parte de un misterio que nos sobrepasa. El misterio de la vida, el misterio de estar dentro de una humanidad frágil y contradictoria. Y en este misterio nos encontramos el temor a Dios (Ex 14,31), un temor que no es miedo que paraliza, sino todo lo contrario, un temor que nos hace mirar al cielo, más allá de nosotros mismos, y que acaba en esperanza, en una confianza de salvación eterna. Es el temor que nos hace alzar la vista con la esperanza de que nuestra débil condición humana no ha sido creada para la muerte sino para un encuentro en la eternidad.

La otra palabra expresa un silencio que es reposo y quietud (Is 32,17), es el silencio que se alcanza a través de un “espíritu de lo alto” (Is 32,15). Cualquiera de nosotros podemos buscar este silencio, entrando en nuestra alma para buscar la paz que no encontramos en este cúmulo de noticias, entre tanta incertidumbre. Dice el profeta Isaías que el fruto de este silencio será una “confianza para siempre”. Este silencio calmado y pacífico nos ayuda a escucharnos y a escuchar con el alma. Y el alma es el ánimo humano, nuestro ser espiritual que nos anima y nos fortalece.

Jesús pasó por el primer silencio aquel primer viernes santo de la historia, pasó por todos los sufrimientos de la humanidad y por todos nuestros sufrimientos. Y resucitando nos dejó su Espíritu, para que, desde nuestro espíritu, desde nuestra alma, nos podamos unir a él a través del segundo silencio. Nuestra esperanza está en que su resurrección será también la nuestra.

Aprovechemos la oportunidad de estos días para rezar con sencillez en nuestras casas. Reposemos nuestros miedos y nuestras angustias en Jesús. Vivamos con paz y esperanza, y estemos atentos con todo cuidado a las necesidades de los que nos rodean.

JESÚS EN TI CONFÍO
Cristóbal Sevilla Jiménez


Fotografías: Manolo Guallart, Mª del Carmen Feliu

miércoles, 18 de marzo de 2020

ESCUCHA PUEBLO DE DIOS, CUMPLE LOS PRECEPTOS

ESCUCHA PUEBLO DE DIOS, CUMPLE LOS PRECEPTOS 
Reflexión del 18 de Marzo de 2020

Miércoles de la III Semana de Cuaresma A


Los mandatos que el Señor nos propone, que no nos impone, son para nuestra salvación, para el perdón de nuestros pecados y para que nos podamos abrazar a la verdad, una verdad plena que no va exenta de exigencias, no porque creamos en un Dios que nos llena de normas o de leyes, sino porque el camino que se nos marca es el que conoce nuestro corazón y por lo tanto nos lleva al sentido de nuestra vida y de nuestro existir.

En ocasiones vivimos al margen de Dios, nuestro mundo deja a un lado las exigencias espirituales o no materiales, incluso se cae en la tentación de la caridad activista dejando al margen a Dios. ¡Escucha Pueblo de Dios! No dejes de lado el camino que te marco y todo te irá bien.

Cuando la humanidad juega a ser Dios, a poner sus leyes y preceptos al margen de la Ley Natural de Dios, es cuando el hombre empieza su propia autodestrucción, porque se siente sin temor, un mundo sin Dios está condenado en su ambición a sucumbir, la gran carencia del hombre de hoy es precisamente saltarse los preceptos que se nos han dado, pero nos inventamos unos para ser buenos, que supera a Dios y acaba por ceder ante el mundo.



Nos avisa el libro del Deuteronomio: “Pero ten cuidado y guárdate bien, no vayas a olvidarte de estas cosas que tus ojos han visto, ni dejes que se aparten de tu corazón en todos los días de tu vida; enséñaselas, por el contrario, a tus hijos y a los hijos de tus hijos.”

Debemos transmitir la verdad plena para no sucumbir ante la adversidad y la dificultad, para que de verdad nuestro auxilio y nuestra salvación sea el Señor.

El Señor no vino a abolir la Ley sino a darle cumplimiento, es la tentación del hombre en ser mejor que Dios en ponerse en su lugar y poder llegar a enseñar una doctrina más mundana que espiritual, ser de Cristo es algo más que querer ser bueno, es estar llamado a la trascendencia, que es el camino para la libertad y el perdón, por ello enseñemos una verdadera doctrina sana, no la que es más divertida y fácil, la verdadera.

Nuestra vida en si es un valle de lágrimas, no nos empeñemos que la vida sea lo que no es, es decir, ausenta de dificultades, de problemas, de adversidad, de enfermedad y de muerte, permanezcamos en Cristo y de esa manera encontraremos paz en nuestro interior a pesar del dolor y el sufrimiento, es contemplar la luz de Cristo y abrazarse a la cruz.

Javier Abad Chismol

domingo, 31 de marzo de 2019

LA ALEGRÍA DE SER HIJOS: LA PARÁBOLA DE LOS DOS HIJOS PERDIDOS

LECTIO DIVINA DEL DOMINGO 31 DE MARZO 2019. 4º DE CUARESMA “LAETARE”

LA ALEGRÍA DE SER HIJOS: LA PARÁBOLA DE LOS DOS HIJOS PERDIDOS


Jos 5,9a.10-12: “Os he despojado del oprobio”
Sal 33: “Gustad y ved qué bueno es el Señor”
2 Cor 5,17-21: “El que es de Cristo es una criatura nueva”
Lc 15,1-3.11-32: “Este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido”

Lectura del santo evangelio según san Lucas 15, 1-3. 11-32

En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: —«Ése acoge a los pecadores y come con ellos.» Jesús les dijo esta parábola: —«Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me toca de la fortuna." El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer. Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros." Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. "Pero el padre dijo a sus criados: "Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado. "Y empezaron el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud. "Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su padre: "Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado. "El padre le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."»

LECTURA
En esta conocida parábola Jesús invita a identificarse con el padre que ofrece el perdón a sus dos hijos. Todos tendemos a identificarnos con el hijo menor que deja la casa y por eso la hemos titulado tradicionalmente con la ≪parábola del hijo pródigo≫, pero hemos de poner atención a la pedagogía de Jesús que nos habla también de otro hijo que está en la casa. Forma parte de esta pedagogía el que nos identifiquemos de modo espontáneo con el hijo menor, con su discurso preparado para volver a su padre, con la conmoción de las entrañas paternas cuando le divisa de lejos, y con el abrazo final del padre que no le deja decir ni una sola palabra de las que había preparado. Pero al final tenemos que tener en cuenta al hijo mayor que se había quedado, y al que el padre trata de recuperar con un simple: ≪hijo≫ que también le sale de las entrañas de misericordia cuando le recuerda sin echarle en cara nada, igual que a su hermano menor, que todo lo que tiene el padre es también suyo.
Al final, el padre ha encontrado al hijo menor que se había ido; sólo el hijo mayor sigue perdido aunque no se haya ido fuera, y todo por no comprender la misericordia del Padre. Esta misericordia viene expresada con prisa: ≪era preciso celebrar un banquete≫ (Lc 15,31). El Padre no calcula su alegría por el hijo que ha vuelto, ni el qué dirán. ¿Se esperaba el Padre que la crítica viniera de su propia casa? No podemos olvidar que este hijo mayor representa precisamente a los escribas y fariseos, los que ponen en duda la acogida misericordiosa de Jesús para con los pecadores.

MEDITACIÓN
¿No estaremos nosotros como el hijo mayor, corriendo el riesgo de perdernos dentro? Tenemos que hacer un continuo examen de conciencia humilde en el que nos preguntemos dónde está nuestro tesoro. Si no lo está en la misericordia de Dios, en su amor, no entenderemos que ≪es preciso celebrar un banquete≫, porque la misericordia es algo más que una estrategia calculada, pues la misericordia que Dios nos ofrece no calcula, se entrega porque es misericordia. Por eso, nuestra actitud debe ser la de hijos siempre agradecidos por servir dentro de la casa (Lc 17,7-10), y quien no lo vive así corre el riesgo de no comprender y vivir esta misericordia.
Pregunta para la meditación personal: ¿Dónde siento que me encuentro en este momento, dentro o fuera? ¿Me siento perdido, o encontrado?

ORACIÓN
El hijo menor nos enseña la oración: “Me pondré en camino adonde está mi Padre”. Respira pausadamente y siente que Dios siempre nos espera, y no importa cómo estemos o en dónde estemos, él siempre estará oteando nuestro horizonte.

CONTEMPLACIÓN Y ACCIÓN
En varios momentos de nuestra vida podemos contemplar la misericordia de Dios que nos presenta Jesús en esta parábola. Cuando nos sentimos tristes y abatidos y lo superamos poniéndonos ante Dios, cuando sentimos el dolor y la tristeza por el pecado y después de la confesión nos sentimos perdonados, cuando nosotros mismos logramos perdonar a los demás y no sabemos cómo ha sido posible, cuando nos sentimos amados de nuevo… Tú mismo puedes añadir otros momentos que hayas experimentado.




Cristóbal Sevilla Jiménez