ASOCIACION BIBLICA SAN PABLO

ASOCIACION BIBLICA SAN PABLO

sábado, 25 de junio de 2016

LA TEOLOGIA DE UNAMUNO

LA TEOLOGIA DE UNAMUNO       


 De sus datos biográficos se destaca, su nacimiento en Bilbao en 1864. Los primeros años de su vida están enmarcados en el ambiente religioso de su familia. Iniciando sus estudios en filosofía, es influenciado por Hegel y comienza un enfriamiento de su fe religiosa. Terminada su carrera accede por oposición a la cátedra de lengua y literatura griega en la Universidad de Salamanca. Se afilia al partido socialista en 1894. Es designado rector en su Universidad en 1901. Por enfrentamientos con Primo de Rivera es deportado a la isla de Fuerteventura, en 1924. Se evade a Francia, de donde no regresa hasta la caída de la dictadura de Primo de Rivera. Instaurada la República es rehabilitado, otorgándole el cargo de diputado, pero se desencanta por las arbitrariedades de la misma. Se retira a Salamanca y fallece el 31 de diciembre de 1936.

        Se desarrolla en sus escritos la problemática de la lucha de la razón que no puede creer y su corazón que sí quiere y anhela creer.

        Es el más destacado representante de la generación del 98.

        Centra su actividad intelectual y literaria en la única cuestión la inmortalidad personal del hombre concreto que vive y muere y no quiere morir del todo.

        Su fe religiosa es deficiente y penetrada de dudas, agónica.

        Se describe en las “epístolas a Clarín” el motivo de su pérdida de fe, al querer racionalizarla, aunque lleva a Dios en la médula del alma… y siendo hondamente religioso afirma no necesito ser creyente. Expresando con ello su paradójica actitud de fe.

        Merece destacarse su afirmación “Qué triste es después de una niñez y juventud de fe sencilla, haberla perdido en la vida ultraterrena y buscar en nombre, fama y vanagloria un miserable remedo de ella”.

Indica que las tradicionales y tantas veces debatidas pruebas de la existencia de Dios son en el fondo un intento vano… no prueba mas que la existencia de la idea de Dios... (Del sentimiento trágico de la vida). Recalca en la misma obra que debe bastarle a la razón el no poder probar la imposibilidad de su existencia.

        Se muestra crítico contra el dogma católico.

        La única forma valorable para escapar a la aniquilación es tender al Ser en plenitud, al todo.

        En su ensayo “El secreto de la vida” dice que el ser humano solo puede contentarse con el infinito. Es un deseo de ser y pervivir. La vida no tiene sentido sin el Absoluto.

        Rechaza como Kant las pruebas tradicionales de la existencia de Dios, invocando las inmanencias de nuestro espíritu, o sea el ansia de inmortalidad, l sed furiosa de Dios, y de la otra vida.

        En la “oración del ateo” concluye: “Sufro yo a tu costa Dios no existente, pues si tu existieras, existiría yo también de veras”.

        Don Miguel presenta un camino, no una meta. Un camino con muchas bifurcaciones y vericuetos, abierto a múltiples horizontes siendo el lector el que ha de elegir su ruta.

        El problema de Unamuno es que se adentra en temas teológicos sin la debida preparación.


        Manifiesta un estilo de sinceridad y de dignidad intelectual, demostrando el deseo de saber la doctrina que admite y hasta donde se ve obligado a admitirla. Sería conveniente sin embargo saber distinguir en los escritos de Unamuno el grano de la paja y la cizaña, que de todo hay y en abundancia en su obra literaria.

Por Manuel Antonio Martínez Ajado

sábado, 18 de junio de 2016

COMO Y CUANDO NACIO LA FE

     COMO Y CUANDO NACIO LA FE


No me refiero a la fe personal, a ese momento en que uno puede empezar a creer, momento en el que la fe empieza a crecer en él. Me refiero a la fe histórica. ¿Es que la FE empezó a existir en un momento determinado? ¿La FE no es de siempre?

         La historia de la FE comienza con una emigración. La emigración de Teraj, de su hijo Abraham, de su nieto Lot y resto de la familia. Debió producirse hacia el año 2000 a. C., una época en que Sumeria estaba en plena decadencia.

         “Teraj tomó a su hijo Abraham, a su nieto Lot, el hijo de Haran y a su nuera Saray la mujer de su hijo Abraham, y salieron juntos de Ur, para dirigirse a Canaan. Llegados a Jaran, se establecieron allí” (Gen 11, 31).

         Ur era en esa época, y desde hacía algo así como un siglo, la capital de Sumeria. Las casas se hacían entonces en Ur, de ladrillo. Un gran progreso. Y se ha descubierto una pirámide de ladrillo verdaderamente enorme: 90 m. de largo por 60 de ancho, y una altura que entonces debía de ser de 40 m. Podía ser lo que queda de la torre de Babel.

         La historia de Sumeria es una larguísima historia de invasiones. Una de ellas fue la de los gúteos que destruyeron el admirable sistema de de canalizaciones para el riego. Con los Acadios sufrieron la invasión de una lengua polisilábica (la de Sumeria era monosilábica), de las que pertenecen a las lenguas semíticas. Pero la última invasión fue justamente en tiempos de Teraj. Fueron los elamitas. Sencillamente acabaron con esa civilización, de la que no quedó siquiera la lengua. Resulta que Sumeria ya no volvería más a ser Sumeria. La civilización sumeria de 2.550 años a. C. era la más evolucionada del mundo, con obras como la epopeya de Gilgamesh. Su curioso sistema de escritura es el llamado cuneiforme. La escritura era la ideográfica inventada por ellos. Los historiadores llaman historia con H mayúscula al período que comienza con la invención del a escritura. Todo lo anterior es prehistoria. Pero el florecimiento de Sumeria tuvo lugar antes, entre 4000 y 2400 a. C. Esta gente salió de la prehistoria e inventó la astronomía, las matemáticas, el calendario (dicen que con sus 12 meses, día de 24 horas y hora de 60 minutos), el sistema de pesas y medidas, el sistema postal, la irrigación artificial, y la rueda (es decir, arrastre sobre rodillos).

         Abraham se sitúa alrededor de 2000 a. C. Desde él arranca nuestra fe. “Por la fe respondió Abraham, al llamamiento de salir para la tierra que iba a recibir en herencia, y salió sin saber a dónde iba” (Heb 11, 8). “Hemos quedado en que la fe de Abraham le valió la rehabilitación” (Rom 4, 9) “Porque la promesa hecha a Abraham y a su descendencia… no suponía la observancia de la Ley, sino la rehabilitación obtenida por la fe”. (Rom 4, 13). “Que él es nuestro padre común lo dice la Escritura: te he destinado a ser padre de muchos pueblos” (Rom 4, 17) Quién era Abraham, lo sabían muy bien los judíos del tiempo de Jesús y lo manifestaron en aquel diálogo con Él:
         “… haced pues también vosotros lo que oísteis de parte del Padre.
         Le replicaron: - Nuestro padre es Abraham.
         Jesús les contestó: -Si fuerais hijos de Abraham os portaríais como él” (Jn 8, 38-40).


         Nuestra fe que empezó con una emigración, por culpa de una invasión, tiene probablemente fecha de caducidad también, según se puede entender del texto del Evangelio de domingo XXIX Ordinario, ciclo C: “Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?” (Lc 18, 8).

Por Angel Aguirre Alvarez

sábado, 11 de junio de 2016

MUJERES DE LA BIBLIA: SUSANA

           MUJERES DE LA BIBLIA 11: SUSANA




            Susana tiene todo lo que una mujer puede desear. Es joven y hermosa, muy delicada y de gracioso aspecto. Está casada y tiene hijos. Su marido llamado Joaquín es un hombre rico, muy ilustre y goza de gran prestigio. Sus padres viven todavía. Susana había recibido una esmerada educación. Sus padres, piadosos, la habían instruido en la ley de Moisés; poseía una casa con un jardín. Nada le faltaba para ser feliz.

         Su casa, espaciosa, era el lugar y habitual de reunión de los judíos que vivían en el exilio y los dos jueces nombrados aquel año eran malvados y lujuriosos. Estaban decididos a espiar el momento oportuno para estar a solas con Susana y seducirla.

         La ocasión no tardó en presentarse. Era un día caluroso. Los ancianos, sospechando lo que iba a hacer Susana aquel día, se habían escondido entre unos matorrales del jardín.

Efectivamente, Susana baja al jardín para tomar un baño acompañada de dos doncellas. Manda que cierren la puerta y que se marchen, porque por allí no se veía a nadie.

         Los ancianos al verla sola piensan que ha llegado el momento de poner en ejecución sus propósitos. Sin pensarlo un instante y para no perder más tiempo salen de su escondite, se precipitan sobre ella y le dicen: “Mira, las puertas del jardín están cerradas y nadie nos ve y nosotros ardemos de pasión por ti; consiente, pues y entrégate a nosotros; de lo contrario daremos testimonio contra ti diciendo que estabas con un joven y por eso despediste a las doncellas”. (Dn 13, 20-21)

         La situación de Susana era verdaderamente crítica: ella sabía muy bien a qué se exponía en cualquiera de las dos hipótesis; si accedía al deseo de los viejos, además de ser infiel a su marido, a quien amaba y respetaba, cometía un adulterio castigado por la ley de Moisés con la pena de muerte. Si no accedía, sería acusada por ellos de ese mismos pecado y sufriría igualmente la pena capital.

         Su reacción, la más cabal que se podía esperar de una mujer honrada y piadosa, es admirable: “Por todas partes me siento en angustia, porque si hago lo que proponéis vendrá sobre mí la muerte, y si no lo hago no escaparé de vuestras manos. Pero prefiero caer en vuestras manos sin haberlo hecho que pecar delante de Dios.”

         La decisión de Susana significaba la muerte, pero no vacila un instante: antes morir que pecar.
         El escándalo en casa de Joaquín es mayúsculo al oír de boca de los ancianos lo ocurrido. Susana se siente perdida. Todo está en contra de ella. Sus acusadores son los jueces del pueblo y nadie sospecha de ellos. La citan a juicio. Los dos viejos convertidos de jueces en falsos acusadores ya tienen decidida la sentencia: tiene que morir apedreada por adúltera.
         Con gran asombro de todos llega Daniel, cuyo nombre significa “Dios es mi juez” y afirma que Susana es inocente. Interroga por separado a los dos viejos: uno dice que Susana y el joven estaban bajo una acacia y el otro afirmó que estaban bajo una encina. No hicieron falta más pruebas. Murieron apedreados por perjuros y calumniadores.


         Los padres de Susana, su marido y toda la asamblea dieron gracias a Dios porque reconocieron que Dios salva a los que confían en Él y castiga a los malvados. 

Por Francisco Pellicer Valero

sábado, 4 de junio de 2016

MUJERES DE LA BIBLIA: JUDIT

MUJERES DE LA BIBLIA 10: JUDIT




            El libro de Judit narra la historia de una victoria del pueblo judío contra sus enemigos gracias a la intervención de una mujer. Judit es la heroína del libro, no su autora.
            Nabucodonosor, rey de Asiria declara .la guerra al rey de los medos. Los pueblos del Tigris y el Eufrates le ayudan en esta empresa. Los que no quisieron colaborar fueron castigados por el general Holofernes.
            En Judea se da la voz de alarma. Se difunde rápidamente que el ejército asirio saquea, destruye y conquista todos los territorios limítrofes.
            El pueblo judío de Betulia se apresta a oponerle resistencia, preparándose con ayunos, penitencia, oraciones y sacrificios. Además están preparando toda clase de obstáculos para defenderse.
            El general Holofernes pone cerco a la ciudad; ocupan las fuentes, se ven sin agua y están decididos a someterse.
            En este momento entra en escena Judit, la mujer piadosa y de conducta ejemplar, de la que nadie había podido decir nunca una palabra mala, porque tenía un gran temor de Dios; era viuda joven y muy bella. Desde la muerte de su marido llevaba una vida solitaria y pobre, no porque careciera de los bienes de la tierra, que los tenía en abundancia heredados de su marido, sino porque había escogido libremente ese modo de vida: ceñida de saco, vestida de acuerdo con su viudez y ayunaba todos los días, excepto en las grandes solemnidades.
            Nada hacía suponer que aquella joven y hermosa viuda, piadosa, rica y sin problemas, iba a ser la salvadora e la ciudad de Betulia. Pero así fue. Enterada de la decisión de los ancianos de entregar la ciudad a los asirios, llama a los jefes y, con la autoridad y valentía de un severo predicador, de un antiguo profeta de Israel o de un sabio judío, les recuerda unas cuantas verdades que ella había aprendido en la historia sagrada de su pueblo y en el contacto directo con Dios a través de la meditación que hacía en la terraza de su casa y que ellos debían tener presente en aquellos momentos difíciles: “Dios tiene poder para protegernos en cualquier momento o para aniquilarnos en presencia de nuestros enemigos. Pero vosotros no exijáis garantías a los designios del Señor. Pidámosle más bien que nos socorra, mientras esperamos confiadamente que nos salve. Además -añade Judit- la rendición de Betulia supondría la conquista por parte de los asirios de toda Judea, la profanación del templo de Jerusalén, la deportación de los compatriotas y la devastación del país.” Y termina su discurso con un supremo impulso de fe: “Demos gracias al Señor nuestro Dios que ha querido probarnos como a nuestros padres”. Es la lección de la historia patriarcal: la desgracia del justo no es un castigo, sino una prueba.
            Toma sus hábitos de penitencia, cubre su cabeza de ceniza, hace penitencia, expone sus planes al Señor y le pide auxilio. La oración es la fuente de su fuerza y valor.
            Confortada con la oración y segura de su éxito, baja de su cuarto, se perfuma y acicala, hace resplandecer de nuevo su antigua belleza y esbeltez, y acompañada de su criada se encamina al campamento asirio para entrevistarse con Holofernes.
            La conversación que sostiene con él, salpicada de frases ambiguas y equívocas, haciendo el elogio de la sagacidad del general asirio es una prueba manifiesta del gran talento femenino. Holofernes se entusiasma y la colma de atenciones.
            Durante un banquete se va a decidir la suerte de Israel y la del ejército asirio y su general. El hecho es conocido y el dramatismo de la acción único. Cuando todos fatigados por el exceso de bebida, se van a dormir, Judit se queda sola con Holofernes, desplomado sobre su lecho y rezumando. Era el momento de actuar. Puesta en pie, junto al lecho ora en su interior, pidiendo ayuda a Dios.
            Avanza hasta la columna del lecho que estaba junto a la cabeza de Holofernes de donde pendía su espada, la toma en sus manos y acercándose al lecho, agarra su cabeza por los cabellos y pronuncia su última oración: “Dame fuerza Dios de Israel, en este momento.” Y dicho esto, con todas sus fuerzas le descarga dos golpes en el cuello y le corta la cabeza. Sale sigilosamente de la tienda y entrega la cabeza a su criada. Esta la mete en la alforja de las provisiones y vuelven tranquilamente a la ciudad.


            El ejército asirio queda consternado a la vista de su general decapitado. Los israelitas pasan rápidamente al contra ataque y derrotan al enemigo.
            Pero el libro de Judit no es un caso de conciencia y muchos menos un libro edificante. Es un libro de tesis: Tesis religiosa y apologética. Sus personajes son más un símbolo que una realidad.


Por Francisco Pellicer Valero