ASOCIACION BIBLICA SAN PABLO

ASOCIACION BIBLICA SAN PABLO

sábado, 30 de abril de 2016

MUJERES DE LA BIBLIA: ANA Y PENENA

MUJERES DE LA BIBLIA 6: ANA Y PENENA





            La vida de estas dos mujeres, esposas de un mismo marido, se desarrolla hacia la mitad del siglo XI antes de Cristo.
            Penena, una de ellas, ha pasado a la historia como un nombre sin relieve. La otra, Ana, madre de Samuel, es una figura bíblica llena de encanto. Vivía esta familia hebrea, observante y religiosa, en Rama,, no lejos de la actual Lyda.
            El marido Elcana subía todos los años, durante la fiesta de las Tiendas o Tabernáculos, al santuario de Silos a ofrecer el sacrificio reglamentario. En Silo se conservaba el arca de la alianza. Era además el lugar de reunión de los ancianos y príncipes de Israel en donde se decidían los asuntos importantes.
            Los problemas familiares, inevitables en un hogar polígamo, podían suscitarse por cualquier problema. Como Penena había tenido varios hijos y Ana, su mujer preferida era estéril, en algunas ocasiones Penena despreciaba a su rival echándole en cara su esterilidad.
            A Ana le afectaba tanto la actitud de su compañera que con frecuencia rompía a llorar y dejaba incluso de comer. Aunque el marido trataba de consolarla no lo conseguía; ella quería ser madre. Seguramente Ana había pedido a Dios un hijo todas las veces que iba al santuario, sin conseguirlo. Para dar más fuera a su petición, le promete al Señor que si le concede un hijo lo consagrará para siempre a su servicio en el santuario.
            El sacerdote Elí viéndola rezar le da la bendición y le dice: Vete en paz y que el Dios de Israel te conceda lo que has pedido” (1 Sam 1, 17). La bendición del sacerdote le ha confortado y confía en que esa bendición será eficaz.
            Tras la última visita al santuario regresa a su casa de Rama.. Ana vuelve a sus ocupaciones diarias. La vida le es ahora más fácil. Han cesado los desprecios de su compañera, pues sabe que Ana está esperando un hijo. Cumplido el tiempo del embarazo da a luz un niño a quien pone por nombre SAMUEL.
            Cumplidos los 3 años, Ana va a ver al sacerdote Elí y le dice: “Este niño pedía yo a Yahvé y me lo ha concedido. Ahora se lo entrego a Yahvé por todos los días de su vida (1 Sam 1, 26-28). Y lo dejó allí.
            La tradición posterior pone en boca de Ana un hermoso cántico, expresión de su alegría por haber sido escuchada su plegaria, que exalta la misericordia de Dios y expresa la esperanza de los humildes.
            Pero la casa para ella está vacía, silenciosa. Su pensamiento vuela al santuario de Silo, donde reside su pequeño Samuel. Allí va todos los años con su marido a ver a su hijo y el sacerdote Elí ve llegar con emoción año tras año a este matrimonio ejemplar; al marchar, los bendice deseándoles numerosa descendencia.
            La historia dice que Ana fue bendecida con otros tres hijos y dos hijas, Mientras tanto el niño Samuel iba creciendo y haciéndose grato a Dios y a los hombres. Siendo aún niño, Samuel recibe la primera revelación de Dios que le consagraba como profeta. Samuel crecía y Dios estaba con él. Todo Israel sabía que Samuel estaba acreditado como profeta. Así termina la historia de la infancia de Samuel y con ella, la historia de su madre.
No sabemos si Ana llegaría a ver a su hijo al frente del pueblo, dirigiendo los destinos de Israel, ungiendo a Saúl como rey y anunciándole la repulsa divina, ungiendo más tarde a David en substitución de Saúl, convocando al pueblo a penitencia y venciendo a los filisteos.




 Por Francisco Pellicer Valero

sábado, 23 de abril de 2016

ANTES DE LOS EVANGELIOS, EL DOCUMENTO "Q"

ANTES DE LOS EVANGELIOS, EL DOCUMENTO Q



            Después de bautizarse, el que sería S. Jerónimo, sintió una gran atracción por la vida ascética. Marchó a Oriente, y allí debió de comprender que las Sagradas Escrituras tenían un grave problema de comunicación. El mundo de la cultura, del saber y del poder, es decir, el imperio romano hablaba latín, y las S. Escrituras no estaban en latín. Jerónimo, ordenado ya sacerdote fue a Roma para ser secretario del Papa Dámaso, y como fuera, de allí partió para Belén, donde se dedicó a la ímproba tarea de traducir las S. Escrituras a la lengua latina.
            El año 387 d. C. Jerónimo había completado su conocida “Biblia Vulgata”. Pero en aquel siglo había otro problema por medio: establecer cuáles eran los libros canónicos, y establecer que los libros canónicos eran inspirados por Dios, y por lo tanto eran palabra de Dios. Eran tiempos de duro batallar. Todavía hay gente que no ha digerido los Concilios de Nicea (325 d. C.) y de Constantinopla (381 d. C.).
            Por eso el interés de la Iglesia fue blindar la Biblia, y eso condujo a transformarla en un bloque monolítico, que no cabía discusión alguna en torno a frase o palabra alguna de la Biblia.
            Desde los Santos Padres de la Iglesia hasta finales del s. XVIII pasó un milenio y medio sin que se plantearan problemas. Pero entonces ya había traducciones de la Biblia a lenguas modernas, y la gente se hacía preguntas sobre cosas aparentemente incongruentes. Una de esas cosas originó el proceso de Galileo. Era necesario revisar ciertas cosas, y lo mejor era analizar seriamente las incongruencias aparentes. Pero esto se ha hecho muy modernamente. El Papa Pío XII fue un gran impulsor de entrar a conocer la Biblia científicamente, y yo recuerdo en mi época de estudiante, cómo se empezaban a distinguir en la Biblia los distintos géneros literarios en que estaba compuesta. Y se abordó también el estudio sobre las fuentes de los Evangelistas. Entrar en el estudio de estas fuentes lo sugería necesariamente el hecho de que en los tres Evangelios sinópticos había 330 versículos comunes.
- Versículos comunes en Marcos y Mateo 178.
- Versículos comunes en Marcos y Lucas 100
- Versículos comunes en Mateo y Lucas 230.
            El descubrimiento del documento “Q” fue el resultado de una deducción. Si los Evangelios de Mateo y Lucas tienen en común esos más de 200 versículos que no se encuentran en Marcos, es que proceden de otra fuente. Precisamente la palabra fuente es la clave para la denominación del documento. Fueron los alemanes los que tuvieron la idea y hablaron de “Quelle” que significa “fuente”, y la letra ”Q” corresponde a la primera letra de “Quelle”.
            De ahí que se iniciaron los intentos para tratar de reconstruir ese hipotético documento del que los evangelios podían tomar los versículos comunes. También cabía la posibilidad de que existieran varias versiones del documento en cuestión.
            Hoy día los trabajos realizados han mostrado que “Q” era un documento escrito; que fue compuesto en griego y que básicamente contenía dichos de Juan, y también algún relato de sus hechos. Fueron utilizados por los evangelistas Mateo y Lucas con referencias textuales, prácticamente palabra por palabra. Y que su orden se ha conservado mejor en Lucas que en Mateo. “Q” es anterior incluso a Marcos (que debió escribirse sobre el año 60 d. C.).
“Q” posee además una notable unidad literaria. Los datos revelan también la existencia de una estructura interna. Es el resultado de un complejo proceso de composición y redacción en el que las tradiciones sobre Jesús se fueron agrupando, reelaborando y ordenando.
            En el documento se suelen distinguir cuatro niveles: los dichos sueltos, la formación de agrupaciones de dichos, la elaboración de colecciones, y la redacción.
            Se afirma que “Q” es una biografía, y en cierto modo lo es. Pero muy diferente de las biografías modernas. Las biografías antiguas eran un tipo de discurso teórico dedicado a ensalzar las virtudes de un personaje. Ya algunos años más tarde el autor del Ev. de Marcos escribió una vida de Jesús más elaborada desde el punto de vista narrativo.
            En “Q” se mencionan nueve pueblos y ciudades que forman tres círculos concéntricos, y revelan la centralidad de la baja Galilea. Podría datarse en un período que va desde el año 40 al 60 d. D.
            En cuanto a los destinatarios, se conviene en que fue compuesto en Galilea antes de la guerra judeo-romana, dentro de un grupo especialmente dinámico y que vivió en una situación cambiante. Se trataba de una red de pequeños grupos locales fundados por misioneros itinerantes en una actividad que pertenece al pasado. En estos grupos la casa y la familia tienen un papel importante. Su ambiente era de conflicto provocado por el tipo de mensaje que difundía el grupo “Q”, pues proponen un estilo de vida contracultural, y constituye una amenaza para el orden social establecido. Es un mensaje religioso que tiene implicaciones sociales.
            El interés que ha suscitado “Q” como fuente para el estudio del Jesús de la historia, es bastante reciente. Y causa extrañeza que en “Q” no se mencione la muerte y la resurrección de Jesús. Esto significa que la información que podemos encontrar en “Q” acerca de Jesús, es fragmentaria.
            En el escenario de la actuación de Jesús se perciben algunas semejanzas con el Ev. de Marcos, que es el más antiguo, y básicamente con Mc 1-13. Y se observa que en ambos, el comienzo de la actividad de Jesús está vinculado a Juan Bautista.
            La vida del grupo en que nació “Q” permite ampliar el mapa de los grupos de discípulos de Jesús durante la generación apostólica (30-70 d. C.), la menos conocida. Las cartas auténticas de Pablo (1 Tes., 1-2 Cor., Gal., Flp., Flm., y Rom.) fueron escritas en la década de los 50, pero dicen muy poco acerca de otros grupos contemporáneos fuera de los suyos de Grecia y Asia Menor. Estos otros grupos quedaron en la penumbra. Lo mismo pasa con el autor de los Hechos, que aunque dicen algo de las actividad de los doce en Jerusalén (Hch. 2-5), dice muy poco de esa comunidad durante Santiago y los presbíteros. “Q” podría ser el eslabón perdido que explicaría la continuidad del movimiento de Jesús en Galilea. Poco sabemos de la actividad de los discípulos en Galilea durante la primera generación.
            El cristianismo paulino con su Kerigma de la muerte y resurrección (que probablemente tuvo su origen en los grupos cristianos de Jerusalén y Antioquía) adquirió tal importancia, que substituyó al kerigma de la llegada del reino anunciado por Jesús. Esta anunciada llegada del reino fue interpretada en “Q” en clave apocalíptica.
            Marcos vinculó el relato de la Pasión y dio un paso decisivo a la adaptación del género biográfico. Lo cual tiene un enorme significado teológico. Pues, al privilegiar la Iglesia el género biográfico, expresaba la convicción de que la clave para interpretar las palabras de Jesús, era su propia vida.


Por Angel Aguirre Alvarez


sábado, 16 de abril de 2016

MUJERES DE LA BIBLIA: RUT Y NOEMI

          MUJERES DE LA BIBLIA 5: RUT Y NOEMI



          Rut, la moabita, la extranjera, de un pueblo “abominable”(Esdr 9, 14), por sus virtudes y, sobre todo, por el amor a su suegra Noemí, merece el premio y la recompensa de Dios, entrando a formar parte de la ilustre familia de los antepasados del rey David.

            La vida de estas dos mujeres está tan ligada, tan relacionada entre sí, que es imposible hablar de una sin mencionar a la otra. Ejemplo verdaderamente sorprendente de las buenas relaciones entre una suegra y una nuera.
            El hecho se sitúa en la época de los Jueces (siglo XII antes de Cristo): un matrimonio de Belén, Elimélek y Noemí se ve obligado a emigrar, debido al hambre y la carestía, con sus dos hijos Majlón y Kilión, al país de Moab. Al poco tiempo de llegar allí muere Elimélek. Sus dos hijos se casan con dos jóvenes del país,. Kilión con Orpa, y Majlón con Rut.
            Unos diez años más tarde que su padre, son arrebatados también por la muerte los dos hijos. Noemí se queda, pues, sin marido y sin hijos en un país extranjero.
            A las tres viudas, Noemí, Orpa y Rut, se les plantea el problema de la supervivencia. Al principio, y con el mismo cariño que habían demostrado a sus maridos, Orpa y Rut permanecen al lado de su suegra y la atienden. Pero Noemí, al tener noticia de que había cambiado la situación económica de su pueblo, decide volver a su patria para terminar el resto de sus días entre sus parientes de Belén de Judá.
            Las dos nueras la acompañan y quieren partir con ella. Noemí, sin embargo, actúa con prudencia. El cariño y los desvelos la halagan y conmueven, pero no puede cerrar los ojos a la realidad; las nueras son aún jóvenes y pueden casarse. Ella en cambio es ya vieja y nada puede hacer por ellas.
            Orpa, besa a su suegra, se despide de ella llorando y se vuelve a su pueblo; Rut, en cambio se queda a pesar de que Noemí insiste en que se vuelva. Rut le dice: “donde tú vayas iré yo... donde tú mueras, moriré yo.” (Rut 1, 16).
            La suegra y la nuera se van a Belén y el pueblo entero se alegra de la llegada de Noemí. Pero su situación económica era tan precaria que Rut tiene que ir al campo a recoger espigas; pero el campo era de Booz, pariente del difunto marido de Noemí. Hacen amistad y llega el matrimonio.
            Les nació un hijo a quien le pusieron el nombre de Obed (= el siervo de Yahvé). Las mujeres de Belén acudieron a felicitar a Noemí: “Bendito sea Dios, que no ha permitido que falte hoy al difunto un protector para perpetuar su nombre en Israel. Que sea el consuelo de tu alma y el apoyo de tu ancianidad, porque le ha dado a luz tu nuera, que tanto te quiere, y que es para ti mejor que siete hijos” (Rut 4, 14-15).
            Según la ley hebrea, Noemí era legalmente la madre del niño, como el difunto Elimélek era su padre. De este modo, por haber aceptado Rut y Booz sus deberes, Noemí se convierte en la bisabuela de David, ya que Obed fue padre de Isaí y éste, padre de David.
            Por otra parte, Rut, la extranjera del abominable país de Moab, no sólo entra a formar parte del pueblo de Israel, sino que ocupa un lugar en el linaje de los antepasados directos de David, y, por tanto, de Jesús de Nazaret.
            Cuando Mateo, en su Evangelio, nos da la genealogía de Jesús, “hijo de David, hijo de Abraham”, dice expresamente que “Booz engendró a Obed de Rut” (Mt 1, 5).

            La enseñanza de esta historia es muy valiosa. De ella se desprende que Dios tiene providencia de las personas que confían en Él, aunque los purifique a veces en el crisol de la tribulación.
Por Francisco Pellicer Valero

sábado, 9 de abril de 2016

MUJERES DE LA BIBLIA: DEBORA Y JAEL

            MUJERES DE LA BIBLIA 4: DEBORA Y JAEL




             Estas dos mujeres, relacionadas entre sí por un hecho casual, han pasado juntas a la historia como dos heroínas de la guerra de los hebreos contra los cananeos en la época de los Jueces.
            Débora, la profetisa que administra justicia en nombre de Yahvé, bajo una palmera en los montes de Efraím, entre Rama y Betel, ha dejado su nombre ligado para siempre a la derrota del príncipe cananeo Sisara en la llanura de Esdrelón. Estamos en el siglo XII antes de Cristo.
            Las tribus de Israel no se habían asentado aún definitivamente en los territorios que habían de ocupar más tarde en Palestina. Además, estaban desunidas. No habían conseguido toda una verdadera unión contra los enemigos. La presión enemiga duraba ya desde hacía cuarenta años.
            En esta situación Débora aparece desde el primer momento revestida de poder judicial. Pero ésta no era su única actividad. Sobre ella pesaban también los cargos que llevaba consigo el gobierno de una ciudad.
            Los jueces que gobernaban Tiro y Cartago tenían a su cargo la administración civil y judicial. En caso de violación del derecho, el juez se convertía en el hombre fuerte encargado de restablecer el orden.
Débora había recibido una gracia especial, un carisma, que podía ser valor, sabiduría, fuerza o habilidad, para una misión de salvación.
            Pero los israelitas han sido infieles a Yahvé y Yahvé los ha entregado en manos de los opresores. Los israelitas acuden a Dios y Dios les envía un salvador, el juez.
            A Débora, situada en el centro del país, acudían gentes de toda condición. Ella, sentada bajo una palmera, aconsejaba, juzgaba y decidía y el pueblo se inclinaba ante sus decisiones. Su autoridad estaba firmemente establecida en toda la región; sin ser militar, podía convocar a uno de los más prestigiosos jefes de tribu Baraq de Neftalí, recibiendo de él una respuesta inmediata.
            Débora, pues, toma la iniciativa de la guerra. Ordena en nombre de Yahvé a Baraq que reclute un ejército cuanto más numeroso mejor y lo sitúe en el monte Tabor. Baraq exige que ella lo acompañe y así se hace.
            Los ejércitos se encuentran frente a frente en el monte Tabor. Baraq ataca. Yahvé hace el resto provocando el pánico en el ejército enemigo. Sisara, el jefe enemigo, baja de su carro y huye a pie. Todo el ejército de Sisara cayó al filo de la espada; no quedó ni uno solo (Jue 4, 16).
            Sisara en su huida fue a refugiarse en la tienda de Jael, mujer de Jéber el quenita, porque estaban en buenas relaciones los quenitas y los cananeos.
            De esta manera entra Jael en la historia. Esta mujer le da leche para calmar su sed y vigila la puerta por si hay algún curioso. Pero cuando le ve profundamente dormido, le hinca una clavija en la sien dejándolo clavado con la cabeza en tierra.
            Al llegar Baraq en su persecución, Jael, orgullosa de su hazaña, le muestra el cuerpo muerto del jefe cananeo. Así termina aquella campaña, iniciada por Débora y concluida por otra mujer Jael. Y así pasan a la historia judía unidas como dos grandes heroínas.

            La historia de Débora termina con esta sencilla conclusión: “Y el país estuvo en paz durante cuarenta años” (Jue 5, 31)

Por Francisco Pellicer Valero

sábado, 2 de abril de 2016

MUJERES DE LA BIBLIA: LIA Y RAQUEL

MUJERES DE LA BIBLIA 3: LIA Y RAQUEL



Jacob huye de su hermano a quien había engañado con motivo de la bendición paterna. Se marcha a casa de su tío Labán esperando encontrar un refugio y una mujer para casarse.
         En sus idas y venidas por el campo llega a un pozo y junto a él pastores con ovejas. Preguntando si conocen a Labán, aparece Raquel con sus ovejas; Jacob estalla en sollozos y se da a conocer como pariente suyo.
         Le cuenta lo ocurrido con su hermano y se halla desterrado y sin medios económicos. Ella va a contárselo a su padre. Pero Labán, hombre astuto y egoísta propone que se quede con él por un salario.
         Jacob se enamora de Raquel y desea casarse con ella. Su tío le pone como condición siete años de trabajo. Cumplido el plazo se casa con ella. Pero durante la noche Labán toma a su hija mayor Lía que tiene defecto en los ojos y se la lleva a Jacob que la toma por esposa.
         A la mañana siguiente Jacob descubre el engaño y se enfada con su tío. Pero este le dice que es costumbre que se case primero la hija mayor. Su descaro llega al colmo cuando promete darle también por esposa a Raquel con tal de que se comprometa a servirle otros siete años. Jacob se encuentra casado con las dos hermanas porque en aquella época eso estaba permitido.
         Pero resulta que Raquel era estéril y Lía tuvo cuatro hijos: Rubén, Simeón, Leví y Judá. Raquel siente celos de su hermana y le entrega a su esclava Bhila para tener hijos de ella y nacen Dan y Neftalí.
         Lía no quiere ser menos que su hermana y por medio de su esclava Zilpa nacen Gad y Aser.
         El resto de la historia de las dos hermanas sigue caracterizado por el deseo de tener más descendencia. A Lía le nacen dos hijos y una hija: Isacar, Zabulón y Dina, y a Raquel que ha conseguido de Dios hacerse fecunda le nacen José y Benjamín.
         Las relaciones de Jacob con su tío Labán se van haciendo más tensas. Después de haberle servido catorce años por el matrimonio con sus hijas le exige 6 años más para procurarse ganado.
         Por fin Jacob y sus esposas regresan a Canaán. Los dos hermanos Esaú y Jacob se reconcilian. Quieren visitar un famoso santuario, pero antes tienen que deshacerse de sus dioses extraños, que son enterrados. Jacob hace un acto de fe en el único Dios, de modo que Lía y Raquel pueden tomar parte en la veneración del verdadero Dios que había hecho su alianza con Abraham, Isaac y Jacob.


Por Francisco Pellicer Valero